Ahondando aún más en la polémica, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha asegurado este jueves que la retirada de monumentos confederados que se está llevando a cabo en el país es “triste” y “estúpida”, ya que supone lacerar la identidad estadounidense.
“Me entristece ver cómo se destroza la historia y cultura de nuestro grandioso país con la retirada de nuestros hermosos monumentos y estatuas”, ha afirmado en Twitter.
“No se puede cambiar la historia, pero se puede aprender de ella. Robert E. Lee, Stonewall, Jackson. ¿Quién será el siguiente? ¿Washington, Jefferson? ¡Qué estúpido!”, ha proseguido, comparando a generales confederados con los padres fundadores de EEUU.
La marcha ultraderechista que se saldó con una víctima mortal en Charlottesville el pasado fin de semana ha llevado a que en los últimos días se quiten símbolos confederados a lo largo del país.
En la madrugada del martes al miércoles, la ciudad de Baltimore (Maryland) retiró cuatro estatuas alegando que amenazaban a la seguridad ciudadana. En Durham (Carolina del Norte), sin embargo, los manifestantes se tomaron la justicia por su mano y derribaron una efigie de un soldado de la Confederación.
Pese a los renovados esfuerzos por eliminar símbolos de la Confederación, que defendía la esclavitud, todavía existen cientos de ellos en EEUU. Un recuento elaborado en 2016 por la ONG Southern Poverty Law Center contabilizaba unos 1.500 monumentos, banderas o lugares dedicados a los Estados Confederados de América.
Curiosamente, muchos han sido erigidos en las últimas décadas, siendo el más reciente una placa conmemorativa instalada en 2014 en Fredericksburg (Virginia), según la base de datos de la organización no gubernamental.
Los comentarios de Trump se producen después de que figuras de peso del Partido Republicano -como el presidente de la Cámara de Representantes, Paul Ryan- condenaran la tibia respuesta del mandatario hacia Charlottesville y ejecutivos de grandes empresas desertaran de órganos asesores instalados por la Casa Blanca.
El martes, el gobernante culpó de la violencia en la localidad de Virginia a “ambas partes” y aseguró que no todos los participantes en la marcha ultraderechista eran neonazis, lo que le granjeó el aplauso del Ku Klux Klan.