¿De símbolo a mártir? El joven Joshua Wong se convirtió, en 2014 y con apenas 17 años, en el rostro más reconocido de la que dio en conocerse la 'Revolución de los Paraguas' en Hong Kong. Hoy, con 20, Wong se enfrenta a una pena de seis meses de cárcel después de que el Departamento de Justicia endureciera una condena inicial que solo le obligaba a llevar a cabo trabajos para la comunidad por organizar ilegalmente aquellas protestas.
"Estoy mentalmente preparado para ir a prisión". "Sin miedo". "Mantenerse fuerte". Los mensajes lanzados durante los días previos en ruedas de prensa y redes sociales, incluso minutos antes de entrar a la Corte por última vez como persona libre, no eran el mejor augurio para un activista que ha reiterado constantemente la "era de oscuridad" que se cierne sobre Hong Kong justo cuando se cumplen 20 años de su devolución a las autoridades chinas.
El pulso de Wong con las autoridades locales ya viene de lejos, aunque ahora se enfrentaba, junto a sus compañeros Alex Chow y Nathan Law (condenados también a 7 y 8 meses de cárcel, respectivamente), a la acusación de haber organizado de forma ilegal las protestas y manifestaciones pacíficas que derivaron en la 'Revolución de los Paraguas' en 2014. Nacida casi como una pequeña acampada de protesta frente a la sede de Gobierno del territorio, acabó congregando durante más de dos meses a miles de personas y paralizando parte de las siempre concurridas calles de la ciudad.
Aunque las autoridades optaron primero por contemporizar, con el paso de los días tomaron medidas de fuerza para disolver la concentración. El uso de gases lacrimógenos y material antidisturbios elevó el clima de tensión y trajo consecuencias más o menos inesperadas para los dirigentes. La más inmediata fue que, al revés de lo previsto, la solidaridad con el movimiento llenó aún más las calles. Y fue entonces cuando surgieron los paraguas como una forma práctica de protegerse del material de la policía pero también como una manera silenciosa, sutil e imparable de protestar contra el Gobierno.
El símbolo atrajo, a su vez, las miradas del resto del planeta: de ser un asunto local, las fotos de los manifestantes con los paraguas desplegados y de las cargas policiales saltaron a buena parte de los medios de comunicación más importantes del planeta. En el centro de esta espiral es cuando el mundo descubre a Joshua Wong quien, con apenas 17 años, se erige en líder, voz e inspiración de toda aquella gente, a quien tras su encarcelación quiso enviar un mensaje de ánimo: "Podrán silenciar nuestras protestas, apartarnos de la política y bloquearnos pero no ganarán los corazones y las mentes de los hongkoneses. Encarcelándonos no extinguirán nuestro deseo de recuperar el voto universal. Somos más fuertes, tenemos más convicción y ganaremos".
"HK nunca más será lo que fue"
En el fondo, la relación entre Pekín y la excolonia, en el cómo gestionar la adhesión de un territorio que durante su amparo británico vivió ajeno a las directrices de China. Dos décadas después de la 'vuelta al redil' de la súperpotencia, algunas de las libertades de las que gozaba Hong Kong están en entredicho, empezando por la misma democracia. Aunque la política sobre el terreno responde de forma oficial ante el lema 'Un país, dos políticas' en la práctica, y según viene denunciando Wong y su movimiento, la excolonia va camino de "no ser nunca más lo que fue" a medida que el Gobierno de Xi Jingpin va imponiendo su política.
Empezando por la elección de sus propios representantes que, de facto, fue el detonante de aquella ocupación de los espacios públicos en 2014. Pekín quiso imponer su voz en el territorio instando a los hongkoneses a elegir a su líder de entre los propuestos por China, lo que fue visto por el activismo como una injerencia clara y un paso atrás en cuanto a libertades.
Aunque desde aquel momento Wong y sus compañeros pudieron mantener sus protestas en la calle e incluso recabando innumerables apoyos en el exterior, las autoridades han endurecido significativamente durante este tiempo las posibilidades de escuchar voces discrepantes. La revisión de las condenas en este caso es un ejemplo, aunque esta intención de evitar sanciones "demasiado indulgentes" que envían "señales erróneas a los jóvenes", según la Fiscalía, también salió a relucir esta misma semana cuando también se elevó la pena para otros 13 activistas condenados por participar en otra protesta. Uno de los jueces argumentaba que actualmente el pretexto de "la persecución de ideales se ha convertido en una excusa para llevar a cabo acciones ilegales".
Los movimientos locales hablan sin tapujos de la "seria amenaza" que implican todas estas medidas y desde Amnistía Internacional se ha criticado con dureza la sentencia, que califica de "vengativo ataque a la libertad de expresión y de reunión pacífica". "El verdadero peligro a las libertades de reunión y expresión en Hong Kong es la persecución continuada de las autoridades a destacados activistas pro democracia", subrayó en un comunicado Mabel Au, directora de Amnistía Internacional en Hong Kong.
Veto en las instituciones
Sin embargo, el activismo también ha tratado de ir más allá del asfalto para hacer sus reivindicaciones. Fruto de la 'Revolución de los Paraguas' surgieron algunas opciones políticas con las que intentar tener una voz oficial en el Parlamento de la excolonia. El propio Wong, junto a Nathan Law, también condenado este jueves, entre otros, crearon el partido Demosisto, que concurrió a los últimos comicios y, pese a la complejidad del sistema político de la excolonia, obtuvo representación en la Cámara. Eso sí, sin escaño para Wong, que por edad no podía presentarse como candidato. Y aún tardará en hacerlo, porque además del tiempo en prisión, la pena lleva incluida una inhabilitación de cinco años. Este veto afecta directamente a Law, que sí tenía representación.
Aunque la activa cuenta de Twitter de Wong se despidió tras conocer la condena con un "Nos vemos pronto", pocos esperan que sea silenciado aun estando entre rejas. Dos centenares de personas a las puertas de la Corte lo recordaron y un mero vistazo a su biografía muestra, pese a su juventud, un amplio catálogo de afrentas con Beijing. Sin renunciar a prestar su voz en cada tema susceptible de señalar las imposiciones chinas, sus redes sociales muestran sin reparos sus discrepancias en temas tan dispares como los derechos humanos, los medios de comunicación o el sistema educativo.
Fue la educación, de hecho, el primer tema en la 'agenda' del activista. Cuesta creer que un niño de 14 años venciera a un sistema pero lo cierto es que con esa edad, Wong empezó a adquirir notoriedad pública al rebelarse contra el cambio en el sistema de enseñanza local. Además de fundar el colectivo 'Escolarismo', protagonizó una huelga de hambre con la que denunciaba cómo Beijing imponía su propio sistema en el modelo local. Tal estampa conmovió a sus paisanos y funcionó en la práctica: la modificación legislativa se detuvo, Wong consiguió su primera victoria pero las autoridades ya le colocaron en su mira por "extremista" y tal vez su encarcelación sea la prueba de que, de alguna manera, le estaban esperando.
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