“El concepto del cambio climático fue creado por China para perjudicar a la industria de EEUU”. Esta afirmación de Donald Trump en su Twitter en noviembre de 2012 persigue al presidente de EEUU y lo define como un negacionista del cambio climático. No es la única ocasión en la que ha demostrado abiertamente que no se cree la existencia de tal fenómeno. No hay más que echar un vistazo a su tuitoteca.
“Hace mucho frío ahí fuera. Lo llaman la gran helada. Tío, ya podíamos tener ahora una gran dosis de calentamiento global”, ironizaba quejándose de la temperatura desde Nueva York en octubre de 2015. El Trump Twitter Archive -una web que recopila todos sus mensajes en la red social- tiene registrados más de 100 tuits con la palabra “calentamiento global”, sólo en 36 de ellos utiliza el término “cambio climático”. Todas las menciones sin excepción destilan su escepticismo ante el problema medioambiental, una actitud que no se ha moderado desde su llegada a la Casa Blanca.
Durante la campaña presidencial calificó de “invento” el cambio climático y la agencia de Agricultura tiene órdenes expresas de evitar ese término y sustituirlo por “condiciones climatológicas extremas”. Pero la realidad se ha impuesto y las consecuencias del huracán Harvey o, más recientemente, del Irma ponen sobre la mesa un debate que Trump había ignorado hasta ahora.
“Es hora de abordar esta cuestión. El presidente y la agencia de Protección ambiental tienen que tomar cartas en el asunto. Si esto no es cambio climático, no sé qué otra cosa puede ser”, reflexionaba el alcalde de Miami, el republicano Tomás Regalado, tras el paso de Irma.
El devastador huracán, que dejó decenas de muertos en el Caribe, ha mantenido en vilo a todo el estado de Florida, que ha sufrido varias víctimas mortales, cortes de luz sin precedentes y un éxodo histórico.
Más tormentas y más huracanes
Los huracanes, por definición, son vulnerables al cambio climático. Sin embargo, no se puede culpar de su formación a este fenómeno. En origen, un huracán es una enorme combinación de tormentas que se forma sobre la superficie del mar cuando este tiene una temperatura de, al menos 26,5 grados. Por lo general, cuanto más cálidas son las aguas, más intensas las tormentas.
Cada temporada de huracanes en el Atlántico (de junio a finales de noviembre) suele tener unas 12 tormentas tropicales (seis de las cuales se convierten en huracanes). Este año ya se han producido 11 y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica ya ha alertado que la predicción está ahora “por encima de lo normal”. La cosecha de 2017 podría ser récord: 19 tormentas, nueve de ellas huracanes, es la última predicción de este organismo. Sin embargo, la comunidad científica advierte que no se puede culpar al cambio climático de un huracán en completo aunque sus consecuencias serán cada vez peores.
Bob Ward, director del Grantham Research Institute para el cambio climático avisa de que una atmósfera con más temperatura facilita la existencia de más vapor de agua y puede desencadenar lluvias más torrenciales. Además, Ward también identifica en una tribuna en el diario The Guardian que las inundaciones causadas por estos fenómenos meteorológicos son cada vez más extensas y mortales debido a la subida del nivel del mar.
Un ejemplo reciente es la devastación en Texas tras el paso de Harvey. La tormenta no se movió de la zona afectada durante días y descargó una gran cantidad de agua, provocando unas inundaciones históricas que se han cobrado decenas de vidas y costarán más de 20.000 millones de dólares.
“Lo que estos huracanes están demostrando a los escépticos del cambio climático es que esta es nuestra nueva realidad. Y sólo va a empeorar”, avisa la directora para política energética de Oxfam Heather Colman.
A la patente falta de sensibilidad ecológica de Trump se une la reciente eliminación de una normativa que controlaba los proyectos de construcción financiados por el Gobierno en áreas propensas a las inundaciones. El objetivo de este extinto programa, aprobado por Barack Obama, era precisamente evitar la exposición de ciertos barrios a estos fenómenos ante el aumento del nivel del mar y otras consecuencias del cambio climático.
Tras salir con un portazo del acuerdo del clima de París y emplearse a fondo en cargarse gran parte del legado verde de su antecesor, Trump ha dejado -por el momento- de ironizar y banalizar con la existencia y las consecuencias de este fenómeno.