Washington, la ciudad que fue testigo en 1949 de la firma del Tratado del Atlántico Norte, acogió esta semana el 70 aniversario de la OTAN. "Será una oportunidad para celebrar siete décadas de paz y prosperidad para nuestras naciones. Y será una oportunidad para mirar juntos hacia el futuro", indicó el secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg a inicios de esta semana.
Setenta años después, el futuro de la organización está pendiente de Trump, Rusia, Turquía y las luchas en el Este y el Sur de Europa, los principales retos a los que la OTAN tendrá que plantar cara si quiere vencer los síntomas de ruptura que la persiguen.
Trump y la posición de EEUU
La presencia de Donald Trump al frente de la casa Blanca es una amenaza a la relación Transatlántica. Con su lema de 'America first', habiendo retirado a EEUU del acuerdo climático de París y del acuerdo de Irán, Trump desafía la protección económica de Europa. Con Trump al frente, la relación entre Europa y EEUU, en términos de seguridad y defensa, ha entrado en una nueva etapa.
Presionado por su equipo, Trump ha dejado de cuestionar abiertamente la existencia de la Alianza pero no de manera gratuita. "Tú puedes tener tu OTAN, pero te conviertes en recaudador", le ha espetado al exsecretario de Defensa Jim Mattis. Trump se refería así al acuerdo de la Cumbre de la OTAN en 2014, según el cual los países europeos tendrán que cumplir un objetivo de gastar un 2% del PIB en defensa.
Es la primera vez que un presidente estadounidense es tan crítico con socios europeos clave como Alemania. Y la primera también que partidarios firmes de la alianza Transatlántica cuestionan el compromiso de Estados Unidos con la seguridad de Europa.
Después de la renuncia de Jim Mattis, un defensor de la cooperación en la OTAN, los europeos podrían haber perdido a su único aliado en la administración Trump. Si la presencia militar de los Estados Unidos en Europa se reduce, cosa que no ha pasado a día de hoy, las alarmas empezarían a sonar. Pero, por el momento, no hay señales que lo indiquen, y el Gobierno de Trump en Twitter sigue distando mucho de las medidas reales.
Turquía
Turquía es ahora mismo el miembro alborotador de la OTAN. Con Erdogan, el país se ha convertido en un estado semiautocrático, con una orientación más conservadora y religiosa. Para frenar la expansión de los kurdos en Siria, Ankara ha intervenido militarmente y ahora ocupa varias partes del territorio de su vecino del sur, haciendo saltar las alarmas en la organización.
También las relaciones diplomáticas con Irán y Rusia han llamado la atención entre los aliados de la OTAN y la tensión entre Ankara y Washington ha crecido, motivada por una serie de incidentes. Entre ellos la decisión de Turquía en diciembre de 2017 de adquirir misiles de defensa aérea S-400 de Rusia, que provocó la reacción de los EEUU de imponer sanciones tan pronto como se firmara el contrato.
Turquía está mostrando una doble cara frente a la OTAN. Por un lado, el país sigue considerando a la Alianza como indispensable para su seguridad y contribuye a varias operaciones en el Medio Oriente y en Kosovo. Por otro lado, el presidente Erdogan ha cuestionado abiertamente la membresía de la OTAN si no se levantan las sanciones de EEUU.
Las luchas en el Este y el Sur de Europa
La falta de unión entre sus miembros es otro de los obstáculos que tiene que vencer la organización. La relación entre Polonia, los estados bálticos y Rusia es de desconfianza. Por otra parte, los miembros del sur de la OTAN están preocupados principalmente por los efectos de la inestabilidad y el conflicto en Oriente Próximo y África, como la migración, el terrorismo y el crimen internacional organizado.
Dentro de la organización se está estudiando la cuestión de cómo equilibrar los intereses de seguridad de sus miembros del este y del sur de Europa. Seguirá siendo difícil para la Alianza desempeñar un papel importante en lo que concierne a la principal preocupación de seguridad de sus estados miembros del sur. Los principales responsables de la protección de la frontera y la lucha contra el terrorismo son las instituciones civiles (policía, aduanas, guardacostas, etc.) y el poder militar duro es de poca utilidad en estos ámbitos. Así, la influencia de la Alianza podría ampliarse incrementando su asistencia a las autoridades locales y llegando a alianzas con los países de la región.