Éxodo estudiantil a la inversa: de EEUU a México cada día para cursar una carrera sin endeudarse
Mientras el coste de las universidades en San Diego puede superar los 40.000$ al año, en Tijuana estudiar en inglés y por el sistema norteamericano cuesta 11.000.
8 diciembre, 2019 01:48Noticias relacionadas
El sur de California, como toda zona de frontera, es una tierra de contrastes y paradojas. Mientras a un lado de la valla que separa Estados Unidos y México cientos de inmigrantes centroamericanos malviven a la espera de poder cruzar y alcanzar el sueño americano, al otro lado, en la llamada tierra de las oportunidades, cientos de jóvenes estadounidenses atraviesan cada día el paso fronterizo en sentido inverso. Lo hacen para ir a la universidad y conseguir una carrera sin tener que endeudarse de por vida. Es un éxodo estudiantil.
Rebeca Yáñez es uno de los 337 alumnos de EEUU que ha decidido adquirir su educación superior en el norte de México, donde las tasas son más asequibles. Esta joven de 19 años, estadounidense de nacimiento y residente en San Diego, se levanta cada mañana a las seis, sale de su casa hacia la frontera y acude religiosamente a una universidad privada en Tijuana, donde ofertan la licenciatura de Negocios Internacionales completamente en inglés y convalidada por la institución que aprueba las titulaciones del Estado de California.
“Nací en Estados Unidos, luego estuve un tiempo en México, pero ahora vivo en San Diego. Ir a la universidad aquí sería mucho más caro que hacerlo en México. Es verdad que en EEUU hay programas financieros que facilitan pedir créditos, pero supone salir de los estudios con una gran deuda”, explica a EL ESPAÑOL.
Desde finales de los años ochenta hasta la actualidad, el coste de la matrícula universitaria ha subido cuatro veces más que la inflación del país, y ocho veces más que el ingreso familiar medio. Las estimaciones apuntan a que 45 millones de personas en EEUU tienen deudas educativas por un total de aproximadamente 1,5 billones de dólares, según publicaba recientemente The New Yorker.
Además, según los datos del Pew Research Center, alrededor de un tercio de los adultos menores de 30 años tiene préstamos estudiantiles. Este porcentaje sube al 49% si se observa sólo a adultos jóvenes con un título universitario o con una titulación todavía superior.
Canadá, otra opción
Hasta ahora, muchos estadounidenses contemplaban la opción de marcharse a Canadá para obtener un título, debido a los costes más reducidos de las matrículas. Frente a los 70.000 dólares anuales de media que cuesta una universidad privada en EEUU, el vecino del norte ofrece educación de calidad y en el mismo idioma en sus campus públicos, por entre 8.000 y 15.000 al año.
Pero Canadá coge muy lejos de California, mientras que México está a unos kilómetros de carretera, y a un muro de distancia. Un ejemplo de aprovechamiento de este nicho de negocio es Cetys Universidad, la escuela de Rebeca.
“Ahora tenemos 337 alumnos de EEUU en nuestros campus de Tijuana y Mexicali. Empezamos con 50 de forma circunstancial”, relata a EL ESPAÑOL su rector, Fernando León García.
Todo empezó en 2008, cuando estalla la crisis financiera que llevó a las instituciones educativas californianas y de otros estados a realizar recortes en ayudas y en ciertos programas. Los precios subieron y no todos los alumnos pudieron afrontar las tasas.
“Nuestra demanda fue aumentando”, recuerda el rector, que explicó cómo luego llegó la validación de la Western Association of Schools and Colleges, una de las seis organizaciones acreditadoras de educación superior en EEUU.
Con esta certificación, sus títulos de Negocios Internacionales e Ingeniería Industrial, impartidos en en inglés y con profesores de EEUU, pasaron a ser tan válidos como los de cualquier universidad de California. Y el interés al otro lado de la frontera aumentó.
“Como institución tenemos la misma validez que universidades sitas en San Diego, como USD, San Diego State, o UCSD. O incluso la privada Point Loma”, resalta el rector.
A su juicio, la llegada de jóvenes de EEUU “irá a más, ya que estamos en zona de frontera y hay un segmento del alumnado transfronterizo que encuentra atractiva la oferta”. Esto responde a la “dinámica sandijuana”, propia de esta zona, donde “la gente va y viene legalmente, independientemente de las barreras”.
El caso de Rebeca Yáñez es un ejemplo. “Tengo familia en Tijuana y me hablaron de este centro privado, en inglés, que además daba la posibilidad de viajar a Canadá o España. Me gustó la idea”, comenta.
Vivir en San Diego y estudiar en Tijuana tiene sus inconvenientes, pero atravesar la frontera diariamente no parece uno de ellos. “Es muy fácil”, relata la estudiante. “Yo vivo a 20 minutos del cruce. Hay tres líneas para pasar con el coche y se tarda entre 15 o 30 minutos, pero es más rápido si tienes un permiso que se puede sacar”, destaca.
Esta joven es consciente de que aunque su título tenga reconocimiento en EEUU, quizá le resulte más complicado competir en el mercado laboral con titulados de universidades estadounidenses. “Creo que va a ser un poquito más difícil, porque es cierto que las universidades de EEUU son caras, pero son muy buenas”. No obstante, añade que tendrá “una doble titulación, válida aquí y en México”.
Pocos anglosajones puros
Los compañeros estadounidenses de Rebeca tienen en su mayoría algún tipo de lazo familiar mexicano. De momento, el segmento no hispano no ha dado el salto a la frontera.
“Los anglosajones puros son una excepción, casos muy contados”, detalla el rector. “La gran parte de nuestros estudiantes estadounidenses son hispanos, con antecedentes familiares ligados a México. Aunque esto no significa que dominen el español. De hecho, a muchos tenemos que darles un apoyo en este idioma”, agrega.
El factor económico es crucial a la hora de tomar una decisión tan traumática como dejar tu país para poder estudiar. Pero no hacerlo puede pesar en la vida de un alumno durante diez años.
Según la American Debt Help Organization, la deuda media de los graduados universitarios que pidieron prestado en 2016 en EEUU para terminar la carrera fue de 37.172 dólares. Si ese graduado afrontara un plan de pago estándar por esa cantidad, a diez años, con una tasa de interés del 4,29%, tendría que abonar 382 dólares al mes durante la próxima década.
De ahí la importancia de los precios de este centro mexicano.
Según expone su rector, “en las universidades públicas de California, los estudiantes del estado pagan menos, mientras que los llegados de otras zonas, pagan más”. En la UCSD, por ejemplo, a los residentes californianos se les cobra unos 14.000 dólares anuales. “Si vienes de otro estado u otro país, el precio puede ser casi tres veces mayor. En el caso de la San Diego State, los precios rondan los 7.500 dólares para residentes, y casi tres veces más para los de fuera. A esto hay que sumarle el coste de las residencias estudiantiles, que pueden suponer más de 20.000 al año, y suelen ser obligatorias los primeros cursos”, apunta.
En cuanto a las privadas, “en la universidad Point Loma o la Católica de San Diego, las tasas son de 30.000 o 40.000 anuales, seas de donde seas. El coste de las residencias es de entre 12.000 y 15.000 al año”, destaca el rector.
Ayudas económicas
Por contra, el Cetys cobra 11.700 dólares al año por su programa convalidado en inglés, sin obligación de residencia. “Y dos terceras partes de los que estudian aquí, reciben algún tipo de apoyo económico. De los 337 estadounidenses, más de 200 están becados. Además, pueden sumar la ayuda federal de EEUU si tienen derecho a ella”, resalta.
Sobre si estos costes convierten la educación superior en un bien de lujo en EEUU, el rector reflexiona. “Uno puede justificarlo en la inversión en calidad que se hace allí, pero si lo vemos desde una perspectiva económica, los precios actuales y las subidas han provocado que para algunos sea menos atractivo estudiar en EEUU, y opte por países como Canadá o México”.
Rebeca se graduará en 2022. Aún no tiene claro qué tipo de trabajo buscará al salir, pero le gustaría encontrar un puesto en Estados Unidos, en el área de logística. “No lo sé, todavía puedo cambiar de opinión”, admite. Lo único que tiene claro es que cuando termine, su única deuda será con su familia. Y no económica. “Ellos pagan por los estudia y yo trabajo los fines de semana en San Diego para mis gastos”, dice agradecida.