A menudo utilizamos la palabra “caos” como hipérbole y sería bueno reservarla para situaciones como esta. La noche electoral estadounidense fue una sucesión de datos mal gestionados y mal interpretados que derivó en la peor situación posible: el presidente será decidido por el recuento de los votos por correo, justo cuando cada estado tiene su propia legislación al respecto y Donald Trump ya ha anunciado que va a recurrir a donde haga falta para que dicho recuento se anule y se le dé a él por ganador. Alega una falta de garantías que cuadra con la sensación que el americano medio tiene en este momento. Obviamente, la razón no está de su parte, pero la razón lleva demasiados años brillando por su ausencia en la política estadounidense.
Por supuesto, fallaron las encuestas. No solo fallaron sino que fallaron en los mismos sitios e infravalorando de nuevo al mismo candidato. Suena a estocada mortal. El famoso 'cinturón de óxido' que pintábamos de azul en todos los mapas se pasó buena parte de la noche del martes y la mañana del miércoles teñido de rojo. Arizona y Georgia, que pintaban republicano, son a día de hoy dos bazas sólidas para los demócratas de entre los estados sin resultado definitivo.
Hubo un momento de la noche en el que Fox News daba un 95% de posibilidades a Biden en Carolina del Norte mientras el The New York Times daba el mismo porcentaje en el mismo estado pero a favor de Trump. Todos los modelos estallaron por los aires ante la incertidumbre de qué votos se estaban escrutando primero, si eran anticipados, presenciales o por correo y en qué podía afectar dicha distribución al resultado final.
El patrón habitual en la mayoría de estados fue de ventaja demócrata para luego ver a Trump remontando vorazmente. Así pasó en Florida, a primera hora de la noche, cuando parecía que los demócratas se harían con la victoria hasta que llegó el tortazo de los cubanos de Miami.
Lo que había sido una victoria de Hillary Clinton por más de 30 puntos pasó a una de Biden por 10 en apenas cuatro años. En ese momento, todos supimos que Trump iba a llevarse los 29 votos electorales y que la noche se iba a hacer muy larga. Algo parecido sucedió en Carolina del Norte y en Ohio, donde Biden lideró el recuento hasta bien avanzada la madrugada. Incluso en Texas hizo falta pasar del 50% de voto escrutado para que los republicanos se pusieran definitivamente por delante.
La noche parecía una repetición de la de 2016 hasta que de repente entraron los datos de Arizona y Fox News decidió adjudicar el estado a Biden. Para muchos, fue y sigue siendo una decisión precipitada. Otros, sin más, han seguido el ejemplo. La victoria en Arizona y el inicio de remontada en Georgia parecían poner la Casa Blanca en manos del exvicepresidente de Obama, pero entonces empezaron a volcar datos de Michigan, Wisconsin y Pennsylvania y nadie podía creer lo que veía: ventajas de 15-20 puntos para Trump en estados en los que debería estar perdiendo por un 5-10%. “Queda el voto por correo”, repetían los expertos, mientras el porcentaje de escrutinio aumentaba y la ventaja de Trump bajaba, sí, pero no lo suficiente.
Normalmente, hay un momento en cada recuento electoral en el que uno se da cuenta de que tal o cual candidato ha ganado. Durante la noche del 3 de noviembre no se vivió nada parecido. De hecho, estamos acabando el 4 y aún no tenemos ni idea de quién ha ganado. El paso del tiempo ha ido reforzando la posición de Biden, pero aún quedan muchas incógnitas.
Si aceptamos que el candidato demócrata tiene Arizona en el bolsillo -yo no iría tan rápido pero démoslo por bueno-, quedan seis estados por resolver: Nevada, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin, Pennsylvania y Georgia. Parece que en los dos primeros va a haber triunfos alternos: Nevada para los demócratas (aunque su ventaja es de apenas 0,6% con dos tercios de los votos escrutados) y Carolina del Norte para los republicanos (unos 80.000 votos de ventaja con un 6% de recuento pendiente). Ahora bien, tampoco lo sabemos seguro porque no sabemos si esos votos que quedan son todos por correo, si son anticipados (en EEUU se puede depositar el voto presencialmente antes del día de las elecciones) o si van a favorecer mayoritariamente a uno de los dos candidatos.
Aun así, por aligerar el tema, vamos a dar por bueno ese reparto y dejemos, por tanto, a Biden con 244 votos electorales por 218 de Trump. Centrémonos exclusivamente en Georgia… y luego en el famoso 'cinturón de óxido' (Michigan, Pennsylvania, Wisconsin). La situación en Georgia es de empate técnico. El NYT da una ventaja en la predicción a Biden después de pasarse media noche asegurando que iba para Trump sin remedio alguno. Es cierto que la ventaja de 1,8 puntos de los republicanos parece poca si tenemos en cuenta que los condados que quedan por escrutar son abrumadoramente demócratas, especialmente los suburbios de Atlanta. Es imposible aventurar una victoria, pero sin duda Biden tiene ahí opciones, igualado incluso con Trump en el favoritismo.
Las opciones de Biden
Si Biden no gana Georgia, la presidencia depende de confirmar Nevada, ratificar su escasa ventaja en Michigan… o lograr una nueva remontada en Pennsylvania. Si no, no dan los números. Sería curioso que consiguiera la primera victoria de un candidato demócrata en Georgia desde 1992 y la primera en Arizona desde 1996 y justo le volvieran a fallar los estados del medio-oeste como le fallaron a Hillary Clinton. Ahora mismo, su ventaja en Michigan y en Wisconsin está por debajo del 1% pero la tendencia del voto por correo es muy favorable. En Pennsylvania, donde llegó a estar más de 15 puntos por debajo, solo pierde por un 8,2%., es decir, unos 450.000 votos, al 80% del voto total escrutado.
En cuanto al presidente en cargo, cada vez se reducen más las opciones de repetir mandato. Sería el primero en no hacerlo desde George H. Bush en 1992 y el segundo en 40 años, cuando Jimmy Carter fue arrollado por Ronald Reagan en las elecciones de 1980. Sin prácticamente opciones en Michigan ni Wisconsin, todo pasa por aguantar en Pennsylvania, Georgia y Carolina del Norte… y arrebatar Nevada a los demócratas. En el momento en el que cualquiera de los cuatro estados fueran a parar a la cuenta de Biden, la elección podría darse por terminada a la espera de los distintos procesos judiciales que sin duda nos esperan. Perder
no es fácil y menos aún cuando has estado tan cerca de una victoria heroica e inesperada.
El problema es que no tiene pinta de que Pennsylvania vaya a aguantar. Incluso si lo hiciera, la mismísima Fox News apenas le da un 30% de opciones de remontar en Nevada. El caos es esto: empresas que se han gastado millones de dólares en programas de proyección electoral y que al 85% de escrutinio no saben bien quién va a ganar dónde. En su entorno se niegan a dar Arizona por perdido, pero la ventaja de Biden sigue sólida en torno a los tres 3,4 puntos con el recuento cerca del 90%. Ganar Arizona le permitiría revalidar mandato sólo con retener Georgia y Pennsylvania, pero insisto en que a esta hora del segundo día electoral no parece
una opción demasiado viable.
En esta jornada de resaca, el río está revueltísimo y más teniendo en cuenta que hay estados como el propio Wisconsin en los que aún se puede votar después del día de las elecciones. Estados Unidos es una democracia muy antigua pero que no deja de ser curiosa. Es probable que parte de esos votos se acaben anulando porque anular todo el voto por correo como ha insinuado Trump sería un escándalo mayúsculo. Ahora bien, si eso le valdrá a Biden o no es imposible de saber. Ha hecho historia en el sun belt para coquetear después con una torta espectacular en el rust belt. Los resultados provisionales quizá los sepamos el jueves por la mañana o por la tarde, cuando Nevada retome el recuento. La confirmación judicial llegará mucho más tarde. Si llega. Ni eso sabemos de momento.
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