De España a Estados Unidos: estas son las diferencias a la hora de votar, el escrutinio y el recuento de votos
- Las elecciones del 5 de noviembre en EEUU son presidencialistas, es decir, elegirán al próximo inquilino de la Casa Blanca.
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Los estadounidenses votan este martes 5 de noviembre. Un proceso electoral que se espera sea el más reñido en Estados Unidos en lo que va de siglo. Y es que los electores tendrán que elegir entre repetir la presidencia de Donald Trump o apostar por la continuidad de Joe Biden con Kamala Harris.
Los comicios estadounidenses tienen grandes peculiaridades frente a los de otras democracias en las que el poder recae también en el voto popular. Estados Unidos es una república federal presidencialista, en la que el presidente es a la vez jefe de Gobierno y jefe de Estado, mientras que la forma de Gobierno en España es la monarquía parlamentaria, por la que estas figuras están representadas por dos personas distintas.
Las elecciones en Estados Unidos son presidencialistas, es decir, elegirán al próximo inquilino de la Casa Blanca. Se trata de comicios diferentes a los de la Cámara de Representantes y el Senado, que se celebran aparte en el país.
En el caso de España, no se celebran elecciones presidencialistas, sino que el presidente del Gobierno es elegido tras los comicios generales, donde se designa a los nuevos miembros del Congreso de los Diputados y del Senado.
Cada cuatro años, con la renovación de la Cámara Baja, el rey propone un candidato a presidente, que expone ante el Congreso su programa de gobierno y debe lograr el apoyo de la mayoría absoluta del mismo.
Sistema mayoritario frente a sistema 'proporcional'
En ambos casos, la elección del presidente es indirecta. La única diferencia es que, en Estados Unidos, al presidente no lo designa el Congreso de los Diputados o la Cámara de Representantes, sino el Colegio Electoral, un órgano formado por 538 electores que salen de las elecciones presidenciales.
Los votantes estadounidenses eligen durante estos comicios a un total de 538 delegados o miembros del Colegio Electoral, repartidos entre los 50 Estados de forma proporcional, en función de la población de cada uno de ellos. Para ganar la Presidencia, un candidato necesita una mayoría absoluta de, al menos, 270 votos electorales.
En todos los Estados -a excepción de Maine y Nebraska-, el candidato que gana la mayoría de los votos populares se lleva todos los votos electorales que ese Estado tiene asignado, independientemente de la proporción de votos que obtuvieron el resto de candidatos. Este sistema se conoce como winner-takes-all ("el ganador se lo lleva todo").
El sistema electoral en EEUU provoca que un candidato puede ganar la Presidencia sin haber ganado el voto popular, es decir, sin obtener la mayoría de votos de todo el país. Esto ha ocurrido en varias elecciones, como las de 2016, en las que Donald Trump consiguió 2,8 millones de votos menos que Hillary Clinton, pero ganó en 30 Estados frente a los 20 de la candidata demócrata.
En España, en cambio, se eligen a un total de 350 miembros del Congreso durante las elecciones generales. En este caso, la circunscripción no es el Estado, sino la provincia, y a cada una le corresponde una representación mínima fija de dos diputados y una parte variable en función de su población.
No obstante, el de España tampoco es un sistema electoral proporcional puro, sino que se rige por la llamada Ley D’Hont, que favorece a las listas más votadas. Además, se exige un mínimo de un 3% de los votos válidos emitidos para que las candidaturas tengan representación. Con estas medidas se pretende que no haya una fragmentación parlamentaria excesiva.
Por último, cabe destacar que el presidente estadounidense no puede ejercer más de dos mandatos, ya que según la Constitución americana el límite es de 8 años -cuatro por cada uno de los dos mandatos-. Sin embargo, en España no existe esta ley. Así, por ejemplo, Felipe González es el expresidente más longevo con un total de 13 años y 5 meses ocupando el cargo.