El presidente electo, Donald Trump, en una parada de campaña en Michigan.

El presidente electo, Donald Trump, en una parada de campaña en Michigan. Brian Snyder Reuters

EEUU

La diplomacia china no logra tender puentes con el círculo de Trump: cunde la idea de que es "una amenaza existencial"

Publicada

En estos tiempos nadie en las altas esferas de Washington envidia a Xie Feng. El embajador de China en Estados Unidos lleva semanas –hay quien habla de meses– tratando de establecer alguna conexión con el círculo de Donald Trump. Sin demasiado éxito.

Según dicen los corresponsales afincados en la capital estadounidense, ahora mismo buena parte de sus esfuerzos consisten en rondar a funcionarios de alto nivel o académicos especializados en China. Se reúne con ellos en su residencia con el fin de ver si hay posibilidad de que compartan algún número de teléfono o, al menos, de ofrecer alguna pista sobre con quién poder hablar. Saber, en fin, quién puede estar dispuesto a escuchar el mensaje de Pekín.

Las prisas responderían a lo que Evan Medeiros, profesor en Georgetown y antiguo alto funcionario de la Casa Blanca dedicado a gestionar las relaciones entre Estados Unidos y Asia, considera una sensación de vértigo. Y es que la victoria de Trump en las elecciones, según ha asegurado al Financial Times, habría pillado a los chinos “con el pie cambiado”. De hecho, otra de las principales tareas de Feng ahora mismo es preguntar a sus contactos en el Partido Demócrata cómo manejar al presidente electo.

La misión: seducir al empresariado norteamericano

Al parecer, la jugada que está intentando llevar a cabo la embajada china pasa por transmitir a los empresarios que se encuentran cerca de Trump las ventajas de llevarse bien con el gigante asiático. La idea, claro, es que estos empresarios luego trasladen la idea al propio mandamás. Que acudan a Mar-a-Lago y argumenten que sus propios intereses están en juego para, así, suavizar una política comercial que muchos prevén harto hostil hacia China. Y que consistirá, si se cumplen los vaticinios, en un incremento sustancial de los aranceles, más multas y etcétera.

El problema es que, de momento, ninguno de los sujetos de interés que tiene en mente Feng parece demasiado dispuesto a escuchar. “Existe la creencia generalizada de que las reuniones consistirán, básicamente, en funcionarios chinos leyendo los puntos de discusión”, ha declarado –también al Financial Times– una experta en el Pacífico llamada Ann Kowalewski que ha asesorado a varios congresistas y senadores en la materia.

Una de las preguntas que algunos se hacen es cómo es posible que la victoria de Trump haya pillado a los chinos desprevenidos. ¿Acaso la habían descartado tras la retirada de Joe Biden y el ascenso de Kamala Harris a la primera línea de batalla? Poco probable. Lo que sí parece más probable es que ese “pie cambiado”, tal y como dice Medeiros, tenga que ver no tanto con la falta de previsión como con la ausencia de resultados.

Se sabe, por ejemplo, que Cui Tiankai, el embajador chino en Estados Unidos durante el primer mandato de Trump, ha dedicado buena parte del año a intentar reconectar con las fuentes que cultivó en su día dentro del círculo trumpista. Sin éxito. También se sabe que los reservados de los mejores restaurantes de Washington han alojado en los últimos meses innumerables encuentros entre altos cargos del Partido Comunista Chino enviados por el líder chino, Xi Jinping, y miembros de las élites estadounidenses. Con poco éxito, también.

No es, por tanto, que Pekín no lleve tiempo intentando tender puentes; es que para cuando Trump resultó elegido, hace ahora tres semanas, todavía no lo había conseguido. Y en esas están.

Los nuevos nombres inquietan a Pekín

El agobio de los chinos no solo bebe del discurso esgrimido por el Partido Republicano durante la campaña electoral. También lo hace de los nombramientos que, hasta la fecha, ha apuntado Trump para su próximo gabinete.

Mike Waltz, un congresista de Florida nombrado nuevo Consejero de Seguridad Nacional, se ha referido a China como “un peligro existencial”. Por ejemplo. Marco Rubio, quien asumirá el puesto de Secretario de Estado a partir de enero, también maneja una retórica tremendamente crítica con China. Por citar un segundo ejemplo. Y Elise Stefanik, quien representará a la primera potencia del mundo ante Naciones Unidas, ídem.

“Estos nombramientos son como entrar en el salón la mañana del día de Navidad y encontrártelo lleno de regalos”, sentencia Eric Sayers, uno de los expertos de Beacon Global Strategies –una consultora especializada en geopolítica– en alusión a quienes creen que China debe ser frenada. En esa misma línea se ha expresado Mike Gallagher, un antiguo congresista del Partido Republicano, en más de una ocasión: “Los nombramientos de Waltz y Rubio envían un mensaje a Pekín: la era de la comodidad se ha terminado”.

El único rayo de luz –y es un rayo de luz un tanto relativo– se encontraría en Elon Musk. Considerado a día de hoy uno de los hombres de confianza de Trump, el multimillonario ya habría asegurado –según el experto en geopolítica Ian Bremmer– a miembros destacados del Partido Comunista Chino que está dispuesto a ejercer de intermediario entre ellos y Trump en lo que a la política comercial que atañe a la industria tecnológica se refiere. Y es que su automovilística, Tesla, cuya cadena de producción debe mucho a China, podría beneficiarse de una relajación en los controles de ciertas exportaciones.

“Cuando los líderes chinos tengan algo importante que decirle a Trump, Elon Musk será probablemente la mejor forma de hacérselo llegar”, ha explicado al New York Times un consultor especializado en la industria automovilística china llamado Michael Dunne.

A pesar de todo lo anterior, quienes conocen bien la diplomacia china y su forma de operar creen que todo va a ser mucho más sencillo. “Cabe recordar que Trump ya tiene relación con Xi”, comentaba hace unos días en alusión al líder chino un conocido experto llamado Myron Brilliant, conocido de Feng y analista en una empresa especializada en relaciones internacionales y comercio global, durante una conversación mantenida con el periodista Demetri Sevastopulo. “Y muy probablemente sea él quien enfatice el canal de comunicación privado con el presidente chino”.