800 personas han muerto en Filipinas según los medios locales desde que el presidente Rodrigo Duterte iniciara su plan para acabar con el narcotráfico y el crimen en su país al llegar al poder el pasado 30 de junio. Pero el presidente, apodado 'El Donald Trump filipino', aseguró en un discurso el jueves que la cifra de fallecidos le "da igual".
"Odio matar a seres humanos(...). Pero tengo que hacer algo con el crimen y las drogas", ha dicho el mandatario, que ya en campaña dejó claro que quería solucionar el problema del narcotráfico a golpe de ejecuciones sin juicio. Entonces ya advirtió: “Os aconsejo que construyáis varios negocios de funerarias si me convierto en presidente, porque estoy en contra de las drogas ilegales… Puede que mate alguna gente por ello”.
Incluso ofreció recompensas a los ciudadanos por matar a narcotraficantes tras ganar las elecciones del pasado 9 de mayo: “Si se encuentra con un criminal, dispárele o clávele un cuchillo y recibirá una medalla”.
Ahora ha vuelto a defender su postura asegurando que las drogas "destruyen familias". Ha afirmado que "hay pruebas médicas de que si alguien consume shabú (una potente metanfetamina) durante más de un año, ya no hay posibilidad de rehabilitación".
"No destruyáis mi país porque os mataré. No destruyáis mi país ni a su juventud", ha insistido el presidente filipino.
Sus declaraciones se produjeron un día después de que el director ejecutivo la Oficina de las ONU contra la Droga y el Delito (UNODC), Yury Fedotov, calificara como una "violación de derechos y libertades fundamentales" la campaña contra la droga en Filipinas.
Duterte había asegurado que eliminaría a 100.000 delincuentes en su primer medio año como presidente, de manera que los cuerpos de los fallecidos harán que los peces en Manila “engorden”, como informó EL ESPAÑOL.