Son polémicos, malhablados, se los tacha de machistas y ambos se postulan como una alternativa a las élites políticas tradicionales. Se trata del candidato de facto del Partido Republicano de Estados Unidos, Donald Trump, y el favorito a tomar las riendas de Filipinas, Rodrigo Duterte.
El recuento provisional otorga la victoria a Duterte en Filipinas en las elecciones que este lunes ha celebrado el país asiático. De confirmarse los pronósticos, Duterte, de 71 años, sustituirá al liberal Benigno Aquino III, quien lo considera una auténtica amenaza para la democracia.
“No os dejéis llevar por el 'oh, él es distinto'. La manera en que habla es diferente, ¿pero es eso suficiente? ¿Traerá su forma de hablar un kilo de arroz a la mesa? Si necesitamos aliados y los tratamos de malas maneras, ¿cuántos de ellos estarán a nuestro lado?”, advirtió el presidente saliente en un mitin celebrado la semana pasada.
Por los parecidos de sus campañas y la inquietud que despiertan en sus respectivos países, la prensa ha bautizado a Duterte como el “Donald Trump Filipino” o el “Donald Trump de Oriente”. Estos nuevos apodos se suman al de “Castigador”, que el candidato se labró durante más de dos décadas al frente de la Alcaldía de Dávao, una de las principales urbes del país isleño.
CANDIDATOS ANTI-'ESTABLISHMENT'
Como Trump, Duterte ha sido el outsider de las elecciones filipinas, ajeno a las élites tradicionales que han hecho todo lo posible para frenar su ascensión. El ungido del presidente Aquino, Manuel Roxas, ha llegado incluso a pedir “unidad” a su contrincante Grace Poe para impedir que Duterte se haga con el poder. “La incertidumbre y el fantasma de la dictadura sobrevuelan nuestro país”, dijo Roxas hace unos días. “Llamo a la unidad, llamo a la decencia, llamo a la democracia”.
El magnate norteamericano también se ha enfrentado en ultramar a una oposición semejante, sobre todo dentro de su propia formación política. Figuras sénior del Partido Republicano como los excandidatos presidenciales John McCain y Mitt Romney lo han acusado de ser un “fraude” y poner en peligro el futuro de EEUU. El movimiento anti-Trump se ha gastado más de 75 millones de dólares en anuncios para parar el avance electoral del multimillonario.
Durante el mandato de Aquino, Filipinas ha logrado un importante crecimiento económico -si bien el 26% del país vive en la pobreza, según datos oficiales. Pero la delincuencia, la corrupción, la inestabilidad y el hartazgo de la población con las élites tradicionales han propulsado la candidatura de Duterte. “Frustrados con las limitaciones de los anteriores Gobiernos democráticos, un número creciente de filipinos se están rindiendo a la fatiga y acogiendo la nostalgia autocrática”, escribe Richard Javad Heydaria, profesor de la Universidad de La Salle de Manila, en un artículo de opinión para CNN.
En el caso de Trump, su candidatura se sostiene, junto a su carácter rompedor, en la frustración de parte del electorado con la economía y la política convencional, afirman los expertos.
Duterte, sin embargo, deja atrás a Trump en la dureza de sus métodos y las acusaciones en su historial -de hecho, Trump no ha ocupado nunca un cargo público y expertos dudan de qué haría finalmente de salir electo.
El mito de “Castigador” se lo ganó gracias a su mano dura al perseguir la delincuencia en Dávao. Ahora promete acabar con ella a escala nacional en seis meses de alcanzar la presidencia. “Os aconsejo que construyáis varios negocios de funerarias si me convierto en presidente, porque estoy en contra de las drogas ilegales… Puede que mate alguna gente por ello”, dijo el candidato a finales del año pasado.
El político sí ha logrado disminuir la criminalidad en Dávao, donde se le ha asociado a escuadrones de la muerte que realizaban ejecuciones extrajudiciales.
Human Rights Watch ha expresado su preocupación por Duterte. En un artículo publicado un año atrás bajo el título El ascenso del alcalde de los escuadrones de la muerte de Filipinas, el subdirector de la división asiática de la organización pro-derechos humanos afirma que “Duterte admitió públicamente sus conexiones directas con el escuadrón de la muerte de Dávao” cuya actividad “ha resultado en las muertes de cientos de niños de la calle, pequeños delincuentes y pequeños traficantes de droga”.
Recientemente, Duterte saltó a los titulares de la prensa mundial cuando bromeó sobre la violación y asesinato de una misionera australiana en 1989 en Dávao, cuando el candidato ya regía la ciudad. Mill trabajaba en una prisión cuando, durante un motín, fue violada y asesinada.
“Violaron a todas las mujeres. Estaba esta misionera australiana (…) Fue de locos que la violaran, pero ella era tan guapa. Pensé, 'el alcalde debía haber sido el primero [en violarla]”, asevera en un vídeo que emergió el mes pasado. Más adelante se disculpó por el comentario,.
ACUSACIONES DE MISOGINIA
Trump también se ha visto en apuros en numerosas ocasiones por sus comentarios sobre mujeres. Tras el primer debate entre aspirantes republicanos auspiciado por Fox News, el multimillonario cargó contra la moderadora Megyn Kelly -con quien se había enfrentado- afirmando que “ella sale allí y comienza a hacerme todas estas preguntas ridículas y podías ver que brotaba sangre de sus ojos, sangre de su… de donde fuera”. El candidato ha defendido que las mujeres que abortan deberían ser “castigadas”. También se vio en apuros cuando sugirió que era normal que se produjeran violaciones en el Ejército al juntar hombres con mujeres.
Su retórica abrasiva ha enfrentado tanto a Trump como a Duterte contra el Papa Francisco. Después de que el magnate criticara la visita papal a México, el pontífice aseguró que “una persona que sólo piensa en levantar muros, no es un cristiano” en referencia al norteamericano. Trump luego calificó las calificaciones de Francisco de “vergonzosas” para luego acabar disculpándose. A finales del año pasado, Duterte también decidió criticar al líder religioso tras su visita al país asiático. “Nos afectó el tráfico [generado por la visita]. Nos llevó cinco horas. Pregunté por qué; dijeron que estaba cerrada. Pregunté quién venía. Me respondieron: el Papa. Quería decirle: 'Papa, vete a casa, no nos vuelvas a visitar'”, dijo el filipino.
Asimismo, opositores han aseverado que Trump representa una amenaza a la democracia estadounidense, Duterte contempla acabar con el Parlamento si entorpecen su gestión. “Me daré de seis meses a un año para realizar las reformas que quiero. Si el sistema se vuelve obstruccionista y yo me vuelvo inútil, declararé un Gobierno revolucionario”, declaró en una entrevista televisiva.
Duterte ya se ha autoproclamado vencedor en los comicios presidenciales filipinos y ha anunciado que buscará reformar la Constitución para restar poder a Manila y establecer un modelo federal.