El álbum familiar de los Gandhi es un repaso a la historia de la India moderna. Ninguna familia del mundo ha ejercido el poder tanto tiempo sobre tantas personas. En el cuarto eslabón de esta cadena dinástica (tras Nehru, Indira y Rajiv) se encuentra Rahul Gandhi (47), en el que se encarnan el pasado y tal vez el futuro de la India. Su coronación hace unas semanas como presidente del histórico Partido del Congreso, formación que ha gobernado la India 49 de los últimos 70 años, es la antesala de su salto definitivo a la política nacional.
Atrás quedan una juventud difícil, estudiando en el extranjero con un nombre falso por miedo a un atentado, el asesinato de su abuela Indira en 1984, el de su padre Rajiv en 1991 y la renuncia al poder en 2009 de su madre Sonia (71), quien a su vez le prohibió involucrarse en los juegos de poder. Rahul quiere dejar de ser considerado un “pappu” (chiquillo, en hindi) para convertirse en un “neta”, un líder dispuesto a acudir a la cita con la historia que todo Gandhi parece tener desde su nacimiento.
Ha llegado la hora de ver qué hay detrás de su imagen de hombre amable y atractivo, que ganó popularidad con sus viajes a pie por la India rural, compartiendo choza y arroz con los campesinos. Su calzado deportivo combinado con la tradicional kurta o camisa india y sus gafas de estudiante llegaron a convertirse en todo un símbolo de la mezcla de tradición y modernidad que personifica Rahul Gandhi.
La tradición de una dinastía familiar asentada en el poder y la modernidad de una democracia llamada a jugar un importante papel en el futuro del mundo. Si, como parece evidente, Rahul se convierte en el candidato del Congreso en las próximas elecciones nacionales, es muy probable que se enfrente al actual primer ministro Narendra Modi, un radical hinduista que opone su imagen de hombre hecho a sí mismo a la de un Gandhi que ha nacido entre algodones.
La maldición del poder
Pero para la familia Gandhi, y especialmente para Rahul, vivir tan cerca del poder ha supuesto tanto una bendición como una maldición. Como ha recordado más de una vez, fueron sus compañeros de juegos, los soldados que le enseñaron a jugar al bádminton, quienes asesinarían a su abuela Indira. Su padre Rajiv fue asesinado por una mujer que portaba un cinturón bomba y que apoyaba a la guerrilla tamil.
Hoy, Rahul puede ver en las vitrinas de sendos museos el sari ensangrentado de su abuela y los jirones de ropa que quedaron en el cuerpo de su padre. Tal vez marcado por el recuerdo de estas tragedias, ha decidido no tener descendencia y, aparte de un largo y ya pasado noviazgo con la arquitecto española Veronique Cartelli, radicada en Venezuela (con la que fue detenido en 2004 en un aeropuerto norteamericano por llevar encima dos millones de dólares), no se le conocen compromisos sentimentales.
Según sus enemigos, el carácter de Rahul Gandhi consiste en la falta de carácter. Además, los rasgos que definen su personalidad pueden interpretarse de manera ambivalente según sea quién le juzgue: haber recibido educación en el extranjero le ha proporcionado un punto de vista secular y moderno, pero a los ojos de algunos no es más que el típico esnobismo de los Gandhi, entre los que hay una mujer extranjera; afirmaciones como que “la pobreza es un estado mental” pueden interpretarse como una reflexión personal pero desde luego no caen bien en un país con millones de pobres reales; su soltura con las nuevas tecnologías le otorgan un aire moderno, pero se le ha visto copiando directamente de la pantalla del teléfono el texto de condolencia por las víctimas de un terremoto que estaba escribiendo; y gestos como mostrar sonriente una camisa raída durante una aparición pública solo pueden calificarse como una pobre operación de marketing personal.
Por otro lado, resulta innegable que Rahul es capaz de proyectar su carisma cuando hace falta y de ganarse la simpatía de las generaciones más jóvenes y de muchos periodistas. Y sobre todo es un Gandhi.
“El Partido del Congreso llevó a la India al siglo XXI, mientras que el primer ministro Modi nos está llevando a un pasado medieval, donde una persona es masacrada por lo que es, apaleada por sus creencias, asesinada por lo que come”, dijo Gandhi recientemente.
Su visión renovadora de un país en el que la tradición tiene un peso que a veces resulta una carga que solo la política puede aliviar ha chocado a menudo con la realidad de un país donde la política, la religión y las castas se mezclan en un complejo puzle. Un puzle en el que a veces hay que apretar bien para que encajen todas las piezas. Y precisamente fuerza es lo que algunos han echado en falta hasta ahora en un Rahul tal vez demasiado joven para lo que se estila en la alta política de la mayor democracia del mundo. Pero como apuntaba un periodista indio, tal vez la mejor prueba de la fortaleza de Rahul Gandhi esté precisamente en que ha sabido mantenerse alejado durante muchos años de un poder que ha tenido en bandeja más de una vez.
"El poder es veneno"
“El Mahatma Gandhi acostumbraba a dormir desnudo con chicas jóvenes y hermosas, a las que no tocaba, para poner a prueba su virtud y determinación de permanecer puro. Rahul Gandhi ha resistido la tentación del poder durante muchos años y eso le ha hecho fuerte”.
En sus últimos lances electorales, Rahul Gandhi ha dado signos de que puede plantar cara al conservador Modi, que estuvo a punto de perder las elecciones regionales de su estado natal. Sin embargo, la prensa india critica que la actitud del Congreso se limita por ahora a rentabilizar los fallos del actual Gobierno y a esperar a que la gente quiera “a cualquiera menos a Modi”. Por su parte, Gandhi se muestra confiado en que el partido que ahora dirige volverá a ostentar el poder prácticamente por inercia: “Si la India es un ordenador, el Partido del Congreso es su sistema operativo”. Ahora queda por ver si la última versión de ese sistema operativo es el elegido por el pueblo indio para manejar un ordenador con más de mil doscientos millones de usuarios.
Hace años, Rahul hizo famosa la frase “el poder es veneno”. Ahora parece dispuesto a tragar ese veneno para intentar gobernar en la mayor democracia del mundo y añadir así una página más al álbum familiar Gandhi, a la historia de la India.