Tosminara, una rohinyá en el mayor campo de refugiados del mundo, lleva meses trabajando con mujeres que el agosto pasado sufrieron un "frenesí de violencia sexual" de las fuerzas birmanas, en palabras del subsecretario general de la ONU para los Derechos Humanos, Andrew Gilmour.
Según cuenta Sout China Morning Post los voluntarios trabajan contra el tiempo para encontrar a estas mujeres antes de la oleada de nacimientos. Su objetivo es sacarlas de las sombras, prometiendo discreción, para que la vergüenza que soportan no provoque que abandonen a los futuros recién nacidos.
"Les decimos una contraseña que pueden usar cuando llegan al hospital o al puesto de salud.", cuenta Tosminara, que dice que desde allí se les indica el lugar correcto.
700.000 refugiados se trasladaron a Bangladesh huyendo de la represión del ejército birmano el año pasado. Se calcula que fueron violadas 48.000 mujeres.
Dentro de poco tiempo muchas de estas mujeres darán a luz en cabañas de bambú en la frontera entre Bangladesh y Birmania. Estos nacimientos tendrán lugar en secreto y sin atención médica.
"El ejército de Myanmar los violó. Estos bebés son ... evidencia de sus crímenes", relata Abdur Rahim, lider de la comunidad rohinyá, sobre dos casos que conocía personalmente, asegurando que había muchas más en una posición similar.
El estigma ha llevado a muchas mujeres a no contar su experiencia. Gran parte de ellas ha optado por interrumpir sus embarazos antes de las 12 semanas. Otras han optado por "abortos complicados e incompletos", según cuenta la comadrona de Médicos Sin Fronteras, Daniela Sofia.