Lo hacía porque se sentía presionado, bajo amenazas. Pensó ser el centro de un complot en el que una relaciones públicas con la que mantuvo una aventura manejaba a su antojo a espías, servicios secretos y ávidos periodistas capaces de destapar las cloacas del Vaticano. El sacerdote español Lucio Ángel Vallejo Balda asegura que se vio forzado por ella, Francesca Chaouqui, a filtrar a la prensa documentos relativos a las finanzas de la Santa Sede, según el alegato final pronunciado este martes por su abogada antes de que el caso quede visto para sentencia esta semana.
La letrada de su defensa, Emanuele Bellardini, ha pedido este martes ante un tribunal vaticano la absolución de los delitos que lo acusan de asociación delictiva y filtración de documentos reservados, por los que el fiscal vaticano solicita una pena de tres años y un mes de prisión. La defensa sólo reconoce un delito de divulgación de información, para el que pide “una pena mínima previa asociación de atenuantes”.
Esos eximentes están relacionados directamente con los demonios del cura riojano, que llegó al Vaticano en 2011 con ganas de escalar rápido. Tras su experiencia en el manejo de la economía de la diócesis de Astorga, Benedico XVI lo nombró secretario de la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede. Y ya con Francisco al frente del cetro de San Pedro, Vallejo Balda se convirtió en el número dos de la comisión encargada de revisar la estructura económica del Vaticano (Cosea).
Un encargo menor, según sugiere el alegato de su abogada, quien reconoce que fue entonces cuando comenzaron los problemas para su cliente. El prelado, que contaba en aquel momento con 51 años y se le auguraba una carrera meteórica, se sintió “decepcionado”. Y sus contactos con la relaciones públicas también asesora de la Cosea, se hicieron tormentosas.
Según el testimonio final del prelado español, Chaouqui le mandaba mensajes en los que le decía que era “un maricón” y que “había fallado en su empeño como cura”. El propio sacerdote ya afirmó que mantuvo relaciones sexuales con esta mujer y que debido a ese secreto ella lo extorsionaba. “Seré un imbécil, pero al menos seré un imbécil honesto”, sostiene Vallejo que fue entonces su respuesta.
La asesora le había presentado a varios periodistas y el cura sintió también la presión de que ellos “sabían demasiado de él”. Así que en un acto liberador, decidió proporcionarle 85 contraseñas de archivos reservadas al reportero Gian Luigi Nuzzi, acusado también de publicar estos informes en su libro Via Crucis.
Vallejo llegó a ponerse en contacto con los servicios secretos italianos, según su declaración, para comprobar si Chaouqui formaba parte de ellos. Su contacto con ella se había convertido en “obsesivo”, ha declarado la abogada del sacerdote.
Unos hechos que la propia acusada, Francesca Chaouqui, niega rotundamente. “Los mensajes entre Vallejo y Nuzzi demuestran un clima de entendimiento en el que no había presiones”, ha dicho la abogada de Chaoqui, Laura Sgrò. “Cuando él se reunía con los periodistas, Chaouqui nunca estuvo presente, por lo que no se puede hablar de ningún tipo, ya que él sabía lo que estaba haciendo”, ha agregado.
La abogada de la otra gran protagonista del proceso ha pedido para su representada la “total absolución por todo tipo de imputación”, pese a que la condena que solicita para ella el fiscal es aún mayor: tres años y nueve meses de cárcel. Mientras que Vallejo Balda ha estado arrestado durante buena parte de los siete meses que dura ya el proceso de Vatileaks y sólo ha quedado en régimen de semi-libertad en las últimas semanas, la asesora ha seguido haciendo su vida e incluso dio a luz hace dos semanas.
“Mi representada es antipática, arrogante, presuntuosa e indisciplinada, pero eso no son motivos para sentenciarla”, ha sido el alegato final de su letrada, que condenó el proceso paralelo al que se ha visto sometido una mujer rebautizada en Italia como la Papisa o la Matahari del Vaticano.
El miércoles proseguirán los alegatos finales de los otros procesados. El fiscal pide para el secretario de Vallejo Balda, Nicola Maio, un año y nueve meses de cárcel por colaborar en la filtración con el sacerdote español; mientras que solicita un año de prisión para el periodista Gian Luigi Nuzzi y la absolución para su colega Emiliano Fittipaldi, ya que considera que no hay pruebas suficientes contra éste. Se espera que la sentencia definitiva se pueda conocer el jueves.