La primera ministra británica, Theresa May, ha dado este miércoles un giro al centro político al defender los servicios públicos en medio de la polémica por el control de la inmigración ante la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
"Quiero situar al partido y a nuestro país en el camino hacia un nuevo centro de la política británica, construir sobre los valores de justicia y oportunidad, en el que todos respeten las reglas y que cada persona, sin importar sus antecedentes o los de sus padres, tenga la oportunidad de ser lo que quiera", ha afirmado la primera ministra en su discurso de cierre en la convención que el Partido Conservador ha celebrado en Birmingham.
May -que pretende activar el artículo 50 del Tratado de Lisboa antes de finales de marzo de 2017- ha admitido este miércoles que las negociaciones con Bruselas serán "duras" y requerirán hacer concesiones por ambas partes. Ha asegurado que se esforzará para que las empresas comercien con Europa. Y lo ha hecho un día después de que su ministra del Interior, Amber Rudd, levantara ampollas con unas propuestas que limitarían la entrada tanto de trabajadores como de estudiantes extranjeros al Reino Unido.
"Tenemos que asegurar que la gente que viene está llenando los vacíos del mercado laboral, no asumiendo trabajos que podrían hacer los británicos", había propuesto Rudd también en el congreso el martes.
En todo un plan para mitigar la supuesta "tendencia" contra los inmigrantes en la opinión pública británica, Rudd también quiere limitar la llegada de estudiantes extranjeros externos a la UE, someter a los taxistas a controles de inmigración obligatorios y destinar 140 millones de libras a los servicios públicos que atiendan a altos números de inmigrantes, entre otras medidas destacadas por la prensa británica.
La portavoz laborista de Interior, Andy Burnham, respondió calificando sus propuestas de "racistas".
May ha evitado este miércoles aludir a la polémica y ha dicho que "la revolución silenciosa" que votó a favor de la salida de la UE es una prueba de las profundas divisiones de la sociedad británica de los últimos años, en las que muchas veces la gente trabajadora se ha sentido ignorada por los "privilegiados y los poderosos".
"No fueron los adinerados los que hicieron los mayores sacrificios después de la crisis financiera, fueron las familias trabajadoras", ha subrayado May.