Se levanta cada día antes del amanecer, nunca antes de las 5 de la madrugada, para iniciar su jornada laboral. No tiene tiempo de desayunar hasta las 8. Renuncia voluntariamente a las vacaciones y no pasan más de dos o tres meses sin que se ausente de casa por viajes de trabajo. Este sábado 17 de diciembre cumple los 80, tendría edad de estar jubilado, pero hace más de tres años que tuvo que emigrar debido a su nuevo desempeño. Es argentino, se llama Jorge Mario Bergoglio y desde 2013 se le conoce como Francisco.
Desde entonces no sólo cambió el privilegio que le concedían de vivir en un palacio por una modesta residencia, sino que decidió que por mucho que su dirección se trasladara a la Ciudad del Vaticano, un cura no puede dejar de serlo por el hecho de que lo nombren Papa. Después de sus oraciones, toca oficiar misa a las 7 en la capilla de Santa Marta para recibir a la gente de las parroquias de Roma que lo soliciten.
“Un día salí en el auto con el chófer y me olvidé de cerrar la ventanilla, no me di cuenta y se armó un lío…”, dijo una vez en una entrevista al pequeño diario argentino La Voz del Pueblo. Así que Bergoglio parece aplicar aquello de que ‘si Mahoma no se acerca a la montaña…', ya que es el primer Papa que organiza en el Vaticano homilías populares de este tipo, como si nunca hubiese dejado de ser un sacerdote sin mayor cargo.
Él mismo reconoce que tiene la necesidad fisiológica de estar siempre rodeado, que se hizo cura “por estar con la gente”. “La relación con los demás no sólo no le fatiga, sino que le da vitalidad”, asegura el jesuita Antonio Spadaro. Teólogo, director de la revista Civiltà Cattolica y muy cercano a Francisco –miembro también de su congregación-, piensa que la energía del pontífice se debe “a su gran serenidad y la capacidad para ahorrar fuerzas, ya que si no puede continuar, interrumpe lo que está haciendo”.
Su energía se debe a su gran serenidad y la capacidad para ahorrar fuerzas, ya que si no puede continuar, interrumpe lo que está haciendo
No es que esto ocurra a menudo, porque lo habíamos dejado en el café de las 8 en un comedor común, justo antes de comenzar la ronda de reuniones. Ya sea con autoridades de Estado, jefes de dicasterios (ministerios vaticanos) o en audiencias públicas, de las que más disfruta. “Siempre le ha costado más el protocolo; por eso que lo vemos siempre más a gusto en los encuentros informales, sobre todo si se trata de personas mayores o niños”, sostiene Spadaro.
Precisamente en un encuentro con pequeños le respondió a uno que le preguntó si era difícil ser Papa: “Es fácil porque tenés mucha gente que te ayuda, aunque todo trabajo tiene momentos difíciles”. Esos que lo ayudan a todas horas son sus secretarios personales, el argentino Fabián Pedacchio y el egipcio Yoannis Lahzi Gaid, que lo acompañan siempre en un utilitario por el Vaticano para ahorrarle que camine en exceso, debido a un problema físico que le dificulta el paso.
El único momento de reposo llega con una siesta de media hora larga, antes de volver al tajo. Y si tiene un momento, escucha a Wagner, Mozart o Bach –como le inculcó su madre desde niño- mientras prepara la homilía del día siguiente. En su modesta habitación de 50 metros cuadrados tiene una pequeña televisión, que no enciende nunca. Sus colaboradores le pasan los resúmenes de prensa, aunque procura ojear Il Messaggero, el periódico más típicamente romano. Y como buen argentino, se declara admirador de Borges, pero también de Dostoyevski o Holderlein.
Tampoco sería argentino si no fuera, como reconoce, aficionado al fútbol. Aunque los resultados de su San Lorenzo sólo le llegan a través de un guardia suizo. Tampoco tiene ya tiempo para el cine, pese a que la prensa transalpina se enorgullece de resaltar su pasión por el neorrealismo italiano. Ha afirmado en alguna ocasión que La Strada de Fellini es su favorita y que cree haber visto todas las películas de Anna Magnani, una de las actrices bandera de aquella época.
Siempre tiene la broma preparada
Dicen de los romanos que siempre tiene la “broma preparada”. Y es lo que resaltan también los allegados de Francisco. Aunque eso tampoco lo ha asimilado con el pontificado, sino que ya le venía de antes, como atestigua desde Argentina el padre Mario Rausch, quien convivió durante casi una década con Bergoglio en el Colegio Máximo de San José en el municipio bonaerense de San Miguel, donde estudió y después ejerció como rector el actual Papa.
En conversación telefónica, Rausch recuerda el día en el que poco después de ingresar en el colegio, Bergoglio, que era entonces provincial de los jesuitas, le dijo que fuera a pedirle fuego al maestro, “un hombre serio, que no había fumado nunca”. “El padre Bergoglio estaba siempre bromeando, era muy espontáneo, pero a la vez era muy exigente cuando gestionaba el centro”, asegura Rausch.
Este sacerdote rememora cuando el entonces cardenal argentino acudió a Roma y “antes de acudir al Vaticano en el coche oficial de la embajada, prefirió tomar el tren y después el tranvía para acudir a su cita”. Tal y como había hecho siempre en su Buenos Aires natal.
Confiesa que un secreto es 'dormir no más de seis horas, pero como un tronco' y un poco de mate
El Papa asegura que echa de menos salir a un restaurante a comer una pizza y si confiesa un secreto para mantener el ritmo frenético al que somete a sus colaboradores es “dormir no más de seis horas, pero como un tronco” y un poco de mate. Las preguntas que no lograríamos contestar ya se las hizo Antonia, la hija de cinco años del presidente argentino, Mauricio Macri, durante la última audiencia de su padre en el Vaticano.
- “¿Tenés papás?”
- “Sí, pero están en el cielo”.
- “¿Y dormís siempre con esta misma ropa?”
- “No, duermo en pijama”.
Mario Rausch, quien asegura que cuando ha visitado a Bergoglio en Roma el único cambio que ha apreciado ha sido un cambio de vestuario, cree que si ‘el padre Jorge’ no fuera Papa, “viviría en un hogar sacerdotal de Buenos Aires, en el que ya había solicitado su ingreso, esperando a cumplir los 80”, cuando los cardenales cesan su actividad.
Según el jesuita argentino, allí nunca celebró un cumpleaños. Como tampoco lo hará en Roma, donde piensa seguir su jornada habitual de trabajo. Pese a que sopló las velas, Francisco ya advirtió el pasado miércoles que felicitar antes de tiempo “trae mala suerte”, cuando un grupo de fieles le trajeron una tarta a la audiencia pública. Así que el Vaticano ha habilitado un correo electrónico en varios idiomas (Papafrancisco80@vatican.va) para todo aquel que quiera enviarle sus felicitaciones. Se ruega que sea este sábado.