El embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, ha muerto tras ser disparado por la espalda en un ataque que se sospecha puede tener la firma del terrorismo islamista.
A las 19.00 horas del lunes, según las nítidas imágenes que circulan en los medios de comunicación, un hombre elegantemente vestido fulminó a Karlov. El atacante, en las palabras que continuaron a los disparos, relacionó la acción con la situación de la devastada ciudad siria de Alepo: “Allah es grande. No se olviden de Alepo, no se olviden de Siria. Hasta que nuestros hermanos no estén segurosvosotros tampoco os sentiréis seguros.... Cualquiera que tome parte en esta crueldad pagará el precio”.
Este ataque, el tercero que sufre Turquía en una semana, golpea el corazón de Ankara y eleva la cuestión de la frágil seguridad. El ministro del Interior, Süleyman Soylu, confirmó que el atacante era un policía antidisturbios de Ankara. Tenía 22 años de edad y dos de experiencia en las fuerzas de seguridad. Fue abatido después del atentado, que dejó además tres heridos. El periodista del diario Hürriyet Deniz Zeyrek aseguró que el atacante entró en el centro cultural mostrando su placa policial, aunque el Gobierno no lo ha confirmado.
El Centro Cultural Çagdas, donde tenía lugar una presentación de arte ruso que el embajador iba a inaugurar, está situado a menos de 100 metros de la embajada de Estados Unidos, una zona de máxima seguridad.
La purga que el gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP) ha dirigido desde la fallida asonada del pasado julio ha debilitado el aparato de seguridad turco. Los seguidores del clérigo exiliado Fethullah Gülen, considerados como culpables por el Ejecutivo, se habían infiltrado durante la última década en las parcelas esenciales que articulan un Estado -justicia, educación y seguridad-, según el relato oficial. Decenas de miles de miembros de las fuerzas de seguridad han sido apartados o encarcelados por sus supuestos lazos con el gülenismo, lo que podría ser uno de los desencadenantes de este fallo de seguridad.
La autoría del atentado no ha sido reivindicada por ninguno de los grupos que luchan contra el Estado turco. Las primeras señales apuntan a grupos terroristas yihadistas relacionados con al-Qaeda o el Estado Islámico, alejando la hipótesis de los separatistas kurdos del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Pero el Gobierno no ha descartado a los gülenistas, contra quienes emprende una cruzada sin precedentes.
Las relaciones Turquía-Rusia
La situación en Alepo ha sido durante esta semana un tema recurrente en los medios nacionales y las calles de Turquía. La semana pasada cientos de manifestantes se concentraron frente a la embajada rusa para pedir una solución -incluso clamando venganza- para Alepo, la ciudad siria asediada por las fuerzas leales al presidente Bashar al Asad.
Este ataque se produce un día antes de la cumbre sobre Siria protagonizada por Turquía, Rusia e Irán, que han acordado la evacuación de Alepo. Poco después del atentado, el Gobierno ruso ha confirmado que la reunión tendrá lugar y, según la agencia estatal turca Anadolu Ajansi, asegurado que las relaciones entre Turquía y Rusia no sufrirán los efectos de este ataque, el primero, según Hürriyet, contra un representante diplomático desde 1971, cuando el cónsul israelí fue secuestrado por un grupo de izquierda.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se mostró confiado de que las relaciones no sufrirán los efectos de un nuevo traspié con Rusia. Tras mantener una conversación telefónica con Putin, Erdogan ha asegurado que ambos mandatarios están de acuerdo en que el asesinato del emisario de Moscú en Ankara es una provocación para dañar la relación entre sus países.
Desde que comenzó la guerra en Siria ambos países han apoyado posiciones opuestas: Erdogan a las milicias opositoras y Putin a Asad. La tensión creció tanto que a finales de 2015 Ankara derribó un avión ruso que entró en suelo turco, lo que desencadenó la ruptura de las relaciones hasta que hace seis meses, después de una misiva en la que Erdogan se disculpó, los lazos comenzaron a restablecerse poco a poco aunque sin llegar a los niveles anteriores a la crisis.
Desde entonces, pese a mantener posturas opuestas en Siria, Rusia y Turquía han vuelto a entenderse. La situación en Alepo es muestra de ello: las tropas financiadas por Turquía fueron trasladadas a al-Bab y a otros frentes. Parece complicado que este atentado vaya a afectar a las relaciones entre Rusia y Turquía, dos históricos enemigos que saben entenderse en lo económico. Tanto Erdogan como Putin probablemente protagonizarán muestras de unión en los próximos días.
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