Anselm Lange suspira hondo cada vez que tiene que hablar con la prensa. Es el presidente de la céntrica Iglesia Memorial del Kaiser Guillermo, cuyos alrededores fueron escenario del trágico suceso que las autoridades califican de probable atentado y en el que perdieron la vida 12 personas y otras 48 resultaron heridas. Fueron atropelladas por un camión de gran tonelaje que irrumpió en el mercadillo navideño de la plaza que rodea la iglesia evangélica luterana que dirige Lange. El presunto conductor del vehículo resultó detenido. El copiloto falleció.
“Había terminado mi servicio y a las 18:30 horas me fui a casa, pero me llamaron a la media hora de que todo ocurriera. Y vine acompañado por la Policía. Vivo cerca”, cuenta a EL ESPAÑOL. “No quiero hablar de lo que vi”, añade visiblemente afectado por la tragedia.
Con esfuerzo, y suspirando, habla del lugar de los hechos al poco de ocurrir. “Hay una imagen de destrucción, un lugar horroroso, en este sitio religioso donde se viene a expresar la paz y en un mercadillo al que venir felizmente. La gente que viene aquí busca celebrar la paz”, explica Lange. Habla sin olvidar a las víctimas ni los efectos que pueda tener este suceso sobre la sociedad alemana.
“Nuestros primer pensamiento está, por supuesto, con ellos, con sus familias”, señala Lange, aludiendo a los muertos y heridos. “La segunda cosa en la que pienso es mantener un espíritu de apertura. Tenemos que luchar por seguir siendo una sociedad abierta”, abunda.
Todavía con el miedo en el cuerpo por lo ocurrido, Manuel un hombre de mediana edad que trabaja en el mercadillo vendiendo decoraciones navideñas pero que libraba justo este lunes, teme por lo que pueda ocurrir si se confirma que fue un ataque terrorista lo ocurrido en el mercadillo a las puertas de la Iglesia Memorial del Kaiser Guillermo.
“Esto va a tener consecuencias políticas, como en Francia. Siempre que hay un ataque de estos las tiene”, estima Manuel. Da su opinión aún sobre su bicicleta, a la entrada del cordón policial. Quiere saber más detalles de lo ocurrido. “Mi hijo está dentro trabajando ahora mismo, es bombero”, dice aludiendo a uno de los miembros del también amplio dispositivo desplegado por los servicios de socorro de la capital germana.
Donde espera noticias Manuel, frente al Acuario de Berlín y a unas decenas de metros del presunto ataque terrorista, sólo se veían salir coches de policía y ambulancias. Únicamente los periodistas podían pasar hasta la zona también protegida por las autoridades donde se encontraba el camión empleado en el ataque. Todavía estaba parcialmente subido a la acera.
"No quiero tener nada que ver con esto"
Otros, más cerca de lo ocurrido, no quieren saber nada. La mánager de la hamburguesería Jim Block, situada frente al mercadillo, recogía este lunes su terraza a las 22.15 horas. Normalmente estaría abierta hasta las 23:00 horas. Pero esta noche no.
La responsable de la hamburguesería no quiere estar allí. “No quiero tener nada que ver con esto”, dice visiblemente emocionada. También lo está Maria, que trabaja en una tienda de Zara situada muy cerca del mercadillo. “Tenía ya libre, se había terminado mi jornada”, cuenta con ojos llorosos. “No vi nada, pero sí escuchamos un gran ruido, un gran golpe”, añade. Habían pasado las diez de la noche cuando por fin podía salir de la zona acordonada por la numerosa policía.
Jauad, un turista francés que ha venido a visitar unos amigos que viven en Berlín, se encuentra entre los curiosos que esperan por fuera del cordón policial. “Esto es como en Niza. Ahora viven los alemanes la misma mala suerte que nosotros en Francia”, concluye este joven.
Una hora y media después del atropello masivo, la zona próxima al suceso ya se había despejado de viandantes y sólo permanecen en el lugar Policía, bomberos y periodistas. En el cercano hotel Waldorf se ha habilitado un lugar para prestar ayuda psicológica a quienes la necesiten. La Policía ha pedido a los berlineses que se recojan en sus casas, aunque descarta que persista un peligro inmediato en la zona.