“Las cuentas a la luz pública. Una Roma del 5 Estrellas significa confiar en un equipo especializado en limitar las asignaciones directas y acabar con la corrupción”, decía el tercer punto del programa político con el que Virginia Raggi se presentó a las elecciones por la Alcaldía de la capital italiana.
“No a las Olimpiadas como fuente de corrupción”, pronunció ya como primera edil en la única decisión relevante que se le recuerda. De ahí que el arresto de su mano derecha, Raffaele Marra, acusado de aceptar sobornos de un constructor, haya dejado una herida abierta sobre lo más profundo de su partido, el Movimiento 5 Estrellas.
La vergonzosa entrada en escena de los Carabinieri se produjo el pasado viernes. Pero no fue más que el desencadenante de la tormenta, por mucho que Raggi compareciera para declarar brevemente que Marra era “sólo una persona externa al partido”. La dirección al completo del 5 Estrellas, con su fundador Beppe Grillo a la cabeza, se reunió ese mismo día de madrugada para decidir si dejaba caer a la alcaldesa –como defendía una parte del movimiento- o la mantenía con respiración asistida.
Y la solución fue seguir adelante, pero tutelando el ayuntamiento romano desde la cúpula del partido. Provocaron la dimisión de otro de los asesores más cercanos a Raggi, Salvatore Romeo, cuyo nombre tampoco está libre de dudas, y del vicealcalde, Daniele Frongia. Un hombre de la confianza de Grillo, Massimo Colomban, debía sustituir a este último, pero al ver el panorama, Colomban se apartó elegantemente. “No tengo el tiempo ni la disponibilidad para asumir el rol de vicealcalde en Roma”, se excusó.
De entre todo este batiburrillo de nombres lo que subyace son básicamente las disputas entre los pesos pesados de la formación. Se acusa al vicepresidente de la Cámara de Diputados y candidato número uno a encabezar las listas del 5 Estrellas en las próximas elecciones generales, Luigi Di Maio, de defender el nombramiento de Marra. Y se teme que ahora quienes ansían ocupar el puesto de Di Maio en el trampolín del movimiento quieran cobrarse también su cabeza.
La diputada del 5 Estrellas Roberta Lombardi ya había advertido con anterioridad que un “virus había infectado al movimiento” en la junta municipal romana. Según sus palabras, una mafia estaba gobernando de facto el ayuntamiento, porque los problemas venían de lejos.
La alcaldesa había nombrado como jefe del departamento de turismo del consistorio a Renato Marra, hermano del hombre de confianza de Raggi arrestado por un presunto delito de corrupción. Hace una semana, la consejera de medio ambiente dimitió después de meses arrastrando una citación judicial por presunto abuso de poder en concesiones municipales. Y en septiembre pasado, dimitió medio equipo de Gobierno debido a ciertas dudas de la legalidad de multiplicar el sueldo de varios cargos cercanos a la alcaldesa.
EL DOLOR DE CABEZA DE BEPPE GRILLO
Han pasado exactamente seis meses desde que Virginia Raggi barrió en la segunda vuelta de las elecciones a la alcaldía de Roma con un 67% de los votos y desde entonces su bastón de mando no ha dado más de sí que para remar en este cenagal. La joven líder, sin apenas experiencia previa en política, prometió que no sólo gobernaría con sus correligionarios del 5 Estrellas. Pero resulta que en la elección de conocedores externos de la administración romana ha ido a dar con una hornada de políticos implicados en asuntos tan turbios como el centenar de acusados en una trama corrupta, bautizada como Mafia Capitale, que salpica a los últimos gabinetes de centroizquierda y centroderecha.
Y, mientras tanto, nadie en Roma ha advertido una mejora en problemas tan básicos como de un mundo por debajo por la esfera política. Los litigios con los servicios de limpieza, siguen dejando calles invadidas por las bolsas de basura. Las huelgas de transporte continúan teniendo cita periódica al menos una vez al mes. El asfalto de las carreteras romanas parece todavía un paisaje lunar. Y pese a las prematuras visitas a la periferia de la recién elegida alcaldesa, tampoco se ha visto por allí a nadie del ayuntamiento con valor para arreglar nada.
Es tal el dolor de cabeza que le está provocando la incorregible Roma a Beppe Grillo y los suyos que la noche del viernes parecía que la estrella fulgurante de Raggi no duraría más que estos seis meses. Pero cuando desde el movimiento tenían ya el colmillo hincado en la yugular de un Partido Democrático noqueado tras el k.o. de Matteo Renzi, no podían permitirse marcarse un gol en propia puerta.
Por eso el arreglo decidido de madrugada para tutelar al ayuntamiento romano. El único problema al que se enfrenta ahora el 5 Estrellas es que así hay que seguir gobernando. Muchas eran las voces mal pensadas en el partido de Renzi que se alegraban, siempre en privado, de haber dejado paso a la formación de Grillo en la administración de Roma. “Estamos ya listos para gobernar”, dijeron en el 5 Estrellas. Y sus rivales políticos les tomaron la palabra.
Nada que ver con el otro gran símbolo del éxito del movimiento, la alcaldesa de Turín, Chiara Appendino. Allí el partido va cumpliendo con sus soflamas históricas, como renegar de la construcción de un tren de alta velocidad entre Turín y Lyon, pero siempre con el orden y el decoro que ejemplifica la capital piamontesa.
Algunos citan ya a Appendino como futura ministra del 5 Estrellas. Y en los eternos debates sobre el liderazgo del partido, también ha aparecido incluso su nombre. El que se trata de apartar, por el contrario, es el de Virginia Raggi. Una de sus figuras más mediáticas, de las pocas políticas italianas cuyo nombre se conoce en el extranjero, pero que en estos momentos representa a sus 37 años la imagen de la vieja política contra la que se bate un partido como el 5 Estrellas.