Cien libras. Unos 116 euros. Eso es lo que podría haberle costado al británico Khalid Masood matar a cuatro personas y herir a decenas en la explanada del Palacio de Westminster en Londres. El coche que utilizó para arrollar a los peatones que transitaban por el puente cercano al Palacio lo alquiló por unas 62 libras, según los precios de la empresa que ha reconocido el vehículo. Un cuchillo grande, de campo o caza, puede comprarse en Amazon a partir de 20 libras.
Para organizar el ataque basta con conocer la zona y saber a qué hora hay mayor aglomeración, un escenario perfecto para el tipo de matanza que buscan los terroristas del autodenominado Estado Islámico. En conjunto, un plan asequible para un seguidor del grupo que busca cumplir con la estrategia global que han promovido desde sus herramientas de difusión: ataca con lo que tengas a mano.
El patrón no es nuevo. Ataques a ciudadanos en trenes en Francia y en Alemania, los atentados coordinados que se han realizado en París, tanto en la sede del semanario Charlie Hebdo como en la sala Bataclan o en cafeterías y restaurantes, o el ataque contra un soldado británico al que degollaron en plena calle en Londres. El pasado mes de julio marcó un punto de inflexión: Niza, Berlín y ahora Londres. Atentados en los que se busca el mayor número de víctimas inocentes y para los que se sirven del atropello como arma.
"Esto, desde luego, responde a las directrices que desde Estado Islámico hacen a sus seguidores. Así pudimos verlo en la edición de noviembre de la revista Rumiyah donde se instaba a cometer atentados en suelo occidental utilizando camiones para atropellar al mayor número de ciudadanos posibles causando, sin duda, muerte y terror", explica a EL ESPAÑOL, Carola García-Calvo, investigadora del programa de terrorismo global del Real Instituto Elcano.
Los expertos advirtieron este cambio en la estrategia del terrorismo yihadista en sus ataques en Occidente hace meses. Tras los atentados de París en noviembre de 2015, advirtieron que Estado Islámico "buscaba ser global", como recoge un informe de Europol de principios de 2016. Entre los objetivos prioritarios están los de carácter simbólico para los países, siendo las fuerzas de seguridad un objetivo claro, y matar al mayor número de civiles posible. También han explicado que, cuanto más se cercaba la presión militar sobre el grupo terrorista en Siria, Irak, Libia y otros frentes abiertos, más necesidad de reafirmar su fortaleza con ataques fuera de estos territorios.
"Este tipo de acciones contra Occidente, con un nivel de sofisticación bajo (no solo los atropellos), forma parte de las organizaciones de terrorismo yihadista de referencia desde siempre", añade García-Calvo, que recuerda que Al Qaeda también incitó a sus seguidores a atacar en suelo occidental con "lo que tuvieran a mano, bien un cuchillo de cocina o instrumentos caseros que pueden convertirse en un arma letal".
Alberto Bueno, investigador del grupo de Estudios en Seguridad Internacional de la Universidad de Granada, explica que los principales líderes yihadistas vieron que promoviendo ataques individuales, con los medios que se tengan al alcance, aunque el número de víctimas es menor respecto a atentados con coches bomba o como los del 11-S, "su impacto mediático es igual o superior". "Contribuyen a esa parte fundamental de su estrategia que es provocar miedo y pánico, a esa percepción de inseguridad en la sociedad", indica a EL ESPAÑOL.
Para la investigadora del Real Instituto Elcano, ataques como el de esta semana en Londres o el asesinato de una pareja de policías en su casa en París el verano pasado, "son muestras de que cualquier instrumento sirve y encaja en la estrategia de los terroristas". Además, estos ataques están en línea con el llamado que ya en 2013 hizo el portavoz de EI, Abu Mohammed al Adnani, que pidió que el que no pudiera desplazarse al territorio, atentar en sus propios países de origen con cualquier instrumento que sirviera para dañar al enemigo", explica García-Calvo.
El debate de la prevención antiterrorista
Para los terroristas, la ventaja de estos ataques es que son más difíciles de detectar y prevenir ya que no dejan un rastro -como el caso de las armas- con el que avanzar en las investigaciones. "¿Por qué un coche y un cuchillo? Es lo más sencillo, lo que menos llama la atención y lo que está más a mano para causar el mayor daño posible", explica a EL ESPAÑOL Javier Fernández Arribas, director de la revista Atalayar. "Es la forma de evitar ser detectado".
Esta forma de actuar supone "un dilema de difícil solución para las agencias de seguridad y los gobiernos", opina Bueno, de la Universidad de Granada. Las autoridades "son conscientes de que prevenir estos ataques es muy complicado dado lo difícil que es controlar los elementos con los que se comenten, y más con este perfil de "terroristas inspirados"", explica. Por otro lado, "la sociedad demanda una respuesta frente a este tipo de amenazas", agrega, razón por la que países como Bélgica o Francia han optado por prolongar los estados de emergencia durante semanas o meses, "en un intento de tratar de dar esa imagen de seguridad".
Otro tipo de medidas que juegan un rol fundamental en la prevención de este tipo de ataques pasan por los esfuerzos para evitar la radicalización de los individuos, como explica García-Calvo. "Creo que la prevención de este tipo de ataques viene mucho por parte de la sociedad civil, en el sentido de identificar a individuos que estén en proceso de radicalización", indica la investigadora. "Los estudios nos muestran que en un alto porcentaje de casos, había otras personas que conocían que algo estaba pasando o habían detectado actitudes o escuchado manifestaciones de algún tipo. La implicación ciudadana a la hora de detectar casos en el entorno que pudieran estar ocurriendo es importante", subraya.
Sobre si medidas como la prohibición de dispositivos electrónicos en la cabina de los aviones serviría como medida preventiva, Bueno muestra sus reservas. En su opinión, cuando las agencias de seguridad detectan un avance en las tácticas terroristas que puede implicar infiltrar explosivos en dispositivos electrónicos, "es lógico que prevengan".
"Pero hay un elemento de arbitrariedad cuando se limitan a ciertas aerolíneas o países. Pensando en el atacante de Londres, que se trata de un ciudadano británico que si hubiera viajado a EEUU, quizá lo habría hecho en un vuelo de British Airways", argumenta. "Esto nos lleva a pensar en que, o estas medidas se hacen más extensibles, o realmente, hay un elemento de arbitrariedad difícilmente justificable. Quizá haya razones políticas, o de otra índole, pero si es por seguridad suscita dudas".