La democracia está en peligro. Así lo cree el historiador alemán Volker Weiß (Ettlingen, 1972). A su entender, la amenaza que pesa sobre las democracias europeas es, como mínimo, doble. El fanatismo religioso y sus atentados juegan un papel intimidatorio del mismo modo que lo hacen las formaciones y partidos populistas de derechas que vienen prosperando de un tiempo a esta parte en el 'viejo continente'.
Weiß pasa por ser en Alemania uno de los mejores conocedores del radicalismo en la derecha del espectro político. A las ideas que se mueven en ese ámbito político le dedica su último libro, un superventas titulado Die Autoritäre Revolte – Die Neue Rechte und der Untergang des Abendlandes, “La revuelta autoritaria – La Nueva Derecha y el hundimiento de Occidente” (Ed. Klett-Cotta, 2017).
Radicales de ultraderecha y fundamentalistas religiosos “coinciden” en “lo que respecta a la autoridad, la familia, el antiliberalismo, antimarxismo y antisemitismo”, sostiene Weiß, consciente del auge de partidos como el Frente Nacional (FN) en Francia o de Alternativa para Alemania (AfD) en su país. AfD, partido al que Weiß ve entrando en el Bundestag, el Parlamento alemán, tras las elecciones generales del próximo 24 de septiembre, constituye “realmente algo nuevo”, de acuerdo con el historiador.
“Con este partido tenemos una formación populista de derechas que será relevante en todo el país”, asegura Weiß, aludiendo a la formación euroescéptica y xenófoba que lograba a finales de marzo entrar en su decimoprimer parlamento regional germano. Quedan cinco Länder (estados federados) en cuyas instituciones política AfD aún no tiene representación.
En partidos como AfD o líderes como Viktor Orbán en Hungría o Recep Tayyip Erdogan en Turquía, Weiß observa una preocupante inspiración “antidemocrática”. Sobre todo, porque “la democracia se puede destruir con medios democráticos”, asegura a EL ESPAÑOL. “Dentro de la democracia existe una tendencia autodestructiva”, alerta.
¿Qué se entiende por la “Nueva Derecha” a la que dedica su libro?
Lo que se entiende por Nueva Derecha no es un fenómeno nuevo. Es algo que existe desde hace ya unas décadas. El grupo más conocido es la Nouvelle Droite - “Nueva Derecha” - en Francia. En Alemania el fenómeno se estructuró en grupos o círculos de intelectuales. Ahora están organizadas en el Movimiento Identitario, que también tiene su manifestación en otros países, como Italia. En Alemania, hay influencias de la Nueva Derecha en Alternativa para Alemania (AfD), que es un partido de extrema derecha que no es idéntico a la Nueva Derecha, aunque dentro de AfD existe una influencia de este movimiento.
Hablaba usted de la Nouvelle Droite de Francia. ¿Qué tiene que ver este fenómeno con el Frente Nacional?
Son cosas diferentes, pero siempre ha habido puntos de contacto. Del mismo modo que en Alemania quienes se identificaban con este movimiento tradicionalista e identitario siempre han estado vinculados a las 'viejas derechas'. Porque las derechas viejas y la Nueva Derecha siempre han estado solapándose.
La derecha vieja es el nacionalsocialismo, recordemos.
Sí, ante todo, el nacionalsocialismo. Pero no sólo es el nacionalsocialismo. La Nueva Derecha conforma un espectro heterogéneo, compuesto por diferentes corrientes ideológicas. A saber, el conservadurismo nacionalista, el fundamentalismo cristiano o el nacionalismo tradicionalista, cuyos orígenes están en los años veinte del siglo pasado. Aún así, la Nueva Derecha siempre se presentó, tácticamente, como algo separado del nacionalsocialismo.
La Nueva Derecha tomó del marxista Antonio Gramsci esa idea de que los cambios culturales deben preceder a los cambios políticos
¿Qué ha cambiado para que estas derechas sean protagonistas de la política?
El fenómeno lleva existiendo desde hace décadas en la derecha alemana. Pero ahora mismo lo nuevo es que Alemania, algo después que otros países europeos, ha desarrollado una fuerte corriente populista de derechas, inspirada también de las experiencias de formaciones como el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), el Partido de la Libertad (PVV) de Geert Wilders en los Países Bajos o los varios ejemplos que se encuentran en Escandinavia [El Partido del Pueblo Danés, el Partido del Progreso de Noruega, los Verdaderos Finlandeses o los Demócratas Suecos, ndlr.]. El fenómeno tiene muchas manifestaciones en Europa, pero en Alemania, AfD es algo realmente nuevo.
Ya hubo anteriormente partidos con una agenda similar a la de AfD en Alemania, como Los Republicanos, que tuvieron sus mejores días electorales en los años noventa.
Sí, pero nunca tuvieron la capacidad de tener un efecto sobre el país. Con AfD, ésto ha cambiado. Con este partido tenemos un partido populista de derechas que será relevante en todo el país, porque entrará en el Bundestag tras las próximas elecciones generales.
En España, a través de la dictadura de Franco se intentó prolongar sin éxito la vieja alianza entre monárquicos y católicos que había entrado en punto muerto en los años setenta
¿Por qué llamarla “Nueva Derecha” si existe desde hace décadas?
Se dice que es nueva porque vienen de un 'boom' que tuvo lugar en los años setenta. Planteaba un cierto abandono del activismo para regresar al campo de la teoría, al debate de estrategias políticas. Sus responsables descubrieron textos antidemócraticos de los años 20 con menor influencia del nacionalsocialismo. También es nuevo en este fenómeno el que sus actores vieran la necesidad de la revolución cultural de la derecha. Esto vino de Francia, pero también bebe del filósofo, teórico y político italiano Antonio Gramsci. De este marxista tomaron esa idea de que las coordenadas culturales deben cambiarse antes de que se puedan plantear cambios políticos.
¿No resulta sorprendente que un marxista como Antonio Gramsci sea una influencia para esta corriente política de la Nueva Derecha?
Lo que hicieron en la Nueva Derecha, en realidad, fue una adaptación superficial de ese concepto de Gramsci según el cual los cambios culturales han de preceder a los políticos. Pero, aunque superficial, les dio un impulso. Ocurre que en los años setenta, en Francia, y en el resto de Europa, las derechas habían llegado a un punto muerto. También ocurrió en España.
La vieja alianza entre el trono y el altar, entre monárquicos y católicos, dejó de funcionar tras la Segunda Guerra Mundial. En España, a través de la dictadura de Franco se intentó prolongar esa alianza, pero sin éxito. Pero dentro de las derechas se impuso el convencimiento de que había que someterse a una modernización para seguir siendo políticamente capaces de hacer algo. Así es como vieron interés en las ideas de la izquierda, tratando de copiarlas.
¿Qué otras influencias hay en esta Nueva Derecha?
Las hay españolas también. El filósofo Juan Donoso Cortés es una de ellas. En los círculos de la Nueva Derecha se ha discutido mucho su trabajo, por sus comentarios críticos con la democracia. Donoso Cortés fue de gran influencia para el teórico y jurista alemán Carl Schmitt, quien estuvo asociado al nacionalsocialismo. Primo de Rivera es otra referencia, al menos para alguien como el escritor y político neofascista suizo Armin Mohler. En general, lo que se busca en esas referencias, del siglo XIX o de principios del siglo XX, es crear un fondo intelectual antidemocrático.
Se observa por todo el mundo el regreso a modelos de gobierno presidencialistas autoritarios. Hungría, Polonia, Rusia y Turquía son ejemplos inmediatos
La idea de estas derechas es ver más autoridad en la política. ¿Puede verse en ello una crisis de la democracia tal y como la entendemos ahora?
Lo que quieren es un regreso a la autoridad, ya sea en el ámbito privado, en la familia, volviendo al modelo patriarcal, pero también en las escuelas, universidades y en el Estado. En este sentido se observa por todo el mundo el regreso a modelos de gobierno presidencialistas autoritarios o que se orientan en esa dirección. Ejemplos inmediatos de esto son casos como el del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, la Polonia de Andrzej Duda, obviamente la Rusia de Vladimir Putin o también Recep Tayyip Erdogan en Turquía. Este fenómeno parte de valorar el liberalismo occidental y la tendencia antiautoritaria de los años setenta como algo destructivo para la sociedad.
¿Fue esa tendencia algo destructivo para la sociedad?
No lo creo. Las sociedades deben cambiar. Para los grupos de la nueva derecha, la retórica antisesentayochista es un fetiche compartido.
Usted ve una relación entre la Nueva Derecha y el fundamentalismo islámico. ¿Puede explicarla?
Ambos forman una comunidad de valores en lo que respecta a la autoridad, la familia, el antiliberalismo, antimarxismo y antisemitismo. Aquí coinciden estos dos universos. En el movimiento identitario en Francia y Alemania tiene esto muy presente, pero no quieren una unión en Europa, lo importante para este movimiento en Europa es que el fundamentalismo islámico se quede en su sitio geográfico, que no venga a Europa.
La revuelta de la Nueva Derecha se presenta como algo así, como un mayo del '68 conservador
La revuelta autoritaria de la que usted habla, ¿es un mayo del '68 conservador?
Esa es la imagen que le gustaría tener a sus responsables. Pero no es lo mismo. Esta gente quiere ir hacia atrás, quieren una restauración autoritaria. El mayo del 68 no fue un movimiento de restauración. Sin embargo, ahora, la revuelta de la Nueva Derecha se presenta como algo así, como un mayo del '68 conservador.
Mayo del '68 fue un movimiento modernizador resultante del conflicto entre la generación que vivió la Segunda Guerra Mundial y sus hijos. Entonces había un problema para legitimar a la autoridad. Yo no veo ocurriendo algo parecido actualmente. Hoy día tenemos una generación, de más de 50 años de edad, que está detrás de AfD. Cuando uno mira éste y otros partidos, no son cosa de jóvenes. El Movimiento Identitario, claro está, quiere atraer a la generación de jóvenes para la “resistencia”, como ellos dicen. Es una retórica falsa.
¿Qué explica el actual empuje de las fuerzas políticas populistas de derechas?
Todo parte de esa sensación que existe en la que muchos se encuentran perdidos en el actual mundo moderno. Entonces se busca volver a una idea nostálgica del pasado. Pero, en realidad, se quiere volver a algo que nunca fue. Este es el problema de la nostalgia. Ésta construye una imagen que no tiene nada que ver con la realidad. Aún así, el ininterrumpido periodo de neoliberalismo de 30 o 40 años que llevamos ha preparado el terreno para el regreso de planteamientos autoritarios que denuncian las catástrofes de la desregulación.
Recuerde desde hace cuánto se considera el sindicalismo pasado de moda o desde hace cuánto existe la idea de que el Estado debe mantenerse alejado de la economía. En su crítica a la globalización, las derechas radicales no son coherentes, porque están a favor del capitalismo, de la economía social de mercado, quieren ver circular capitales, monedas, lo que no quieren ver circular son las personas.
En Francia hay un cuarto del electorado que vota por Marine Le Pen y su Frente Nacional (FN). Donald Trump se impuso en la elección presidencial estadounidense. ¿Por qué?
Ambos juegan también con esa idea del regreso del estado-nación. Trump por ejemplo quieren una renacionalización de la economía y la política. A veces, desde la Nueva Derecha se plantea la religión como un elemento renacionalizador, aunque el fenómeno no es un fenómeno cristiano. En realidad tiene muchas influencias paganas.
Etiquetar de fascistas o nazis a partidos como el Frente Nacional o AfD sería demasiado sencillo
Si el FN o AfD tiene una inspiración antidemocrática por su relación con la “Nueva Derecha”, ¿Son partidos antidemocráticos?
Son partidos de inspiración antidemocrática pero que están obligados a actuar de forma democrática. Cuando uno mira las influencias de este partido, ahí se observa la intención de cambiar las democracias. Así son también actores como Orbán. Este es el problema: la democracia se puede destruir con medios democráticos. No es que en estos partidos haya o sean fascistas o nazis. Etiquetarlos así sería demasiado sencillo. Pero dentro la democracia existe una tendencia autodestructiva.
¿Está amenazada la democracia europea?
Sí, y aquí nos encontramos con el problema general del populismo. Piense en Silvio Berlusconi, en Italia. Él fue elegido democráticamente. No era un antidemocrático ni un extremista de derechas. Simplemente actuaba a través de medios populistas.