Nunca digas nunca jamás. Cuando los cazas turcos derribaron en noviembre pasado un avión militar ruso en frontera turcosiria, el presidente ruso, Vladimir Putin, prometió que no lo olvidaría jamás. Por su parte, las autoridades turcas aseguraron que nunca pedirían perdón a Moscú y no pagarían una indemnización tal y como lo exigía Putin.
Sin embargo, siete meses después del incidente que puso a los dos países al borde de un conflicto armado, Moscú y Ankara han bajado la retórica. Putin y su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, anunciaron este miércoles el inicio de la normalización tras una conversación telefónica de 45 minutos anunciada con antelación.
Tan alto ha sido el interés de ambos en demostrar que vuelven a ser amigos que ni siquiera se lo impidió el sangriento atentado en Estambul con 41 víctimas mortales. Por lo contrario, destacaron su determinación a luchar juntos contra el terrorismo. Más aun, en este contexto Putin no dudó en asegurar a su colega turco que millones de turistas rusos pronto volverían a las playas turcas. Y eso que el Kremlin citó la amenaza de atentados terroristas como el pretexto para prohibir a los turoperadores de su país enviar turistas a Turquía.
En la víspera de la conversación telefónica, el líder turco se disculpó en una carta enviada al Kremlin por el derribo del avión ruso y expresó su interés en resolver la actual crisis en las relaciones, según la versión de Moscú. Desde el principio el Kremlin presentó esta maniobra de Erdogan como una clara victoria de Putin. El portavoz presidencial Dmitri Peskov hizo especial hincapié en el hecho de que Ankara además de pedir disculpas, cumpliría también la condición del presidente ruso de pagar la indemnización.
Las autoridades turcas no admitieron semejante traducción de la carta de Erdogan. Matizaron que el líder turco pidió disculpas a los familiares del piloto ruso fallecido y no al Estado ruso. Poco después, el primer ministro turco, Binali Yildirim, precisó que su país no se propone compensar a Moscú por el bombardero derribado y que tan sólo se disculpó por el incidente. Y eso que el propio Yildirim declaró con anterioridad en un programa de la cadena turca TRT que Ankara pagaría una indemnización.
Pero ahora parece que todos estos detalles han pasado a un segundo plano ante la voluntad recíproca de reiniciar las relaciones. Las razones de este interés compartido empiezan por unos negocios conjuntos por valor total de 44.000 millones de dólares que puso en peligro el derribo del Su-24 en noviembre. Turquía es el quinto socio comercial de Rusia, correspondiéndole un 4,6% en el volumen total del comercio exterior ruso. Para el gigante gasista ruso, Gazprom, Turquía es el segundo mercado de venta después de Alemania. Moscú y Ankara tenían previsto abordar la construcción del gasoducto Turk Stream, que suministraría el gas por el fondo del Mar Negro, cuando se enfriaron las relaciones.
Por otro lado, la industria turística turca ha sido gravemente afectada por la ausencia de los turistas rusos ya que hasta hace noviembre pasado Turquía ha sido su segundo destino en popularidad. De acuerdo con la estadística de la Organización Mundial de Turismo, en 2014 el ingreso del sector turístico turco se estimaba en 96.000 millones de dólares, de los cuales unos 4.000 millones aportaron viajeros rusos.
Sin embargo, no son únicamente los intereses comerciales los que están detrás del reinicio ruso-turco. Según el exministro de Exteriores turco Yasar Yakis, Turquía se encuentra aislada internacionalmente después del agravamiento de sus relaciones con muchos países vecinos. Más aún, el propio Erdogan ha expresado en varias ocasiones su desilusión por el enfriamiento de relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea.
“Creo que Erdogan tomó la iniciativa para adaptar la política exterior a las nuevas realidades y no clasificaría unívocamente sus acciones como un giro de 180 grados", dijo Yakis a la agencia rusa Sputnik.
Semejante versión adquiere más peso aún porque coincidiendo con las negociaciones con Rusia, Turquía e Israel anunciaron esta semana que iniciarán el proceso para nombrar embajadores en el marco de la normalización de sus relaciones que se enquistaron drásticamente en 2010, como reacción al asalto del Ejército israelí contra el 'Mavi Marmara', un barco fletado por una ONG turca para tratar de romper el bloqueo impuesto por Israel a la Franja de Gaza. Aquel episodio finalizó con nueve fallecidos; ocho de ellos, turcos.
También es cierto que el interés de Moscú en reanudar las relaciones tiene un fuerte elemento geopolítico. La belicista postura de Turquía en relación a Rusia complicaba desde hace tiempo la misión militar y política de Moscú en Siria, donde apoya a Bashar al Asad.
Si Putin realmente consigue que Erdogan cumpla con sus nuevos compromisos, esto daría a Moscú una importante ventaja tanto en su campaña militar en Siria, como en negociaciones sobre el futuro político de este país que mantiene con EEUU. Según filtró el Kremlin, Siria será uno de los temas clave de la reunión el viernes en Rusia entre los ministros de Exteriores turco y ruso, acordado por Putin y Erdogan.
Además, dadas sus complicadas relaciones con Bruselas, Moscú podría aprovechar las discrepancias entre Erdogan y los líderes de la UE para para fomentar una nueva alianza ruso-turca que le daría argumentos adicionales a la hora de exigir el levantamiento de las sanciones económicas europeas.