"Soy una francesa, una madre de familia, una candidata a la Presidencia que considera que esta elección es un reto de civilizaciones, que constata que después de cinco años de derechas, cinco años de izquierdas, nuestro país, Francia, que queremos tanto, ha sido entregado a la inseguridad galopante, al desorden económico y social, al terrorismo islamista".
Así se presentaba Marine Le Pen (1968, Neuilly-sur-Seine) en el histórico debate, emitido el 4 de abril, entre los once candidatos a estas elecciones presidenciales. Un discurso que parece calar entre una buena parte de los votantes franceses, situándola en la batalla final por el Elíseo.
El domingo Le Pen ganó un pase a la última ronda de las presidenciales tras quedar en segunda posición en las urnas por detrás del socioliberal Emmanuel Macron con más del 21% de los sufragios. Al saberse derrotados, los candidatos de los tradicionales Partido Socialista y Los Republicanos han pedido el voto por Macron para frenar el avance de Le Pen, que ha reivindicado su éxito electoral como un triunfo para el nacionalismo.
Para hacerse con el poder, la líder de extrema derecha ha apostado por suavizar su imagen -a base de vídeos publicitarios al estilo hollywoodiense o gracias a la difusión de imágenes rodeada de animales- y su discurso, una estrategia de "desdemonización" concebida para marcar un punto de inflexión entre el pasado y el futuro del Frente Nacional (FN).
En 2015, Marine Le Pen apostó por suspender de militancia a su propio padre, Jean-Marie Le Pen, fundador y hasta entonces presidente de honor de la formación. Una decisión ligada a las declaraciones filonazis del anciano dirigente que aseguró, durante su intervención en un programa de televisión, que las cámaras de gas para exterminar a los judíos en la II Guerra Mundial no eran más que "un detalle" de la historia.
Declaraciones que le valieron el repudio de su propio partido, fundado por él mismo en 1972, y una condena del Tribunal Correccional de París por contestación de un crimen contra la humanidad.
Por aquel entonces, Jean-Marie Le Pen aseguró "repudiar" a su hija, gritando a los cuatro vientos que le daba "vergüenza que la presidenta del FN" llevase su apellido.
Sin embargo, el comité político tenía una razón de peso para apoyar la exclusión del anciano dirigente, nada podía interponerse en el objetivo del FN y de Marine Le Pen: "la conquista del poder".
Así, la actual candidata a ocupar la jefatura de Estado ha aligerado su discurso, alejándose de los propósitos fascistas de su padre, para ampliar su electorado. Todo con un programa que promete mano dura contra el desempleo masivo, el cierre de fronteras, una hipotética salida de la Unión Europea, y una política de "preferencia nacional", medidas que responden al histórico ideario político de la formación de extrema derecha: Francia para los franceses.
Marine Le Pen, que prefiere ser calificada de "patriota" y no de "ultraderechista", propugna la celebración de un referéndum para modificar la Constitución, de tal manera que ésta asegure la "prioridad de los nacionales" frente a los extranjeros en todo lo que concierne al bienestar, la vivienda o al empleo.
Un referéndum que iría seguido de otros tantos si consiguiese atravesar las puertas del Palacio del Elíseo.
"Marine Le Pen promueve una política de extrema derecha en su manera de concebir el ejercicio del poder: propone un Ejecutivo en relación muy estrecha con el pueblo, pasando por encima de las instituciones intermedias, instaurando los referéndums de iniciativa popular (por propuesta de, al menos, 500.000 electores) sobre la continuidad en la UE, o sobre la revisión de la Constitución", explica Marine Turchi, periodista especializada en el FN y coautora del libro 'Marine est au courant de tout' (Marine está al corriente de todo).
Populismo
Un discurso populista que no concierne únicamente a su manera de ejecutar el poder, sino también a sus propuestas, tan aplaudidas por sus seguidores como criticadas por sus oponentes. Entre ellas, la prohibición de los símbolos religiosos, incluido el velo, en todos los lugares públicos, la creación de un impuesto adicional sobre la contratación de empleados extranjeros, o la supresión de la ayuda médica del Estado (AME) -que permite a los inmigrantes irregulares acceder a cuidados básicos-.
Medidas enmarcadas en su programa de "prioridad nacional" para instaurar "un nuevo modelo patriota" en el que la primacía es "la protección de nuestra identidad nacional, nuestra independencia, la unidad de los franceses, la justicia social y la prosperidad de todos", en palabras de la propia candidata.
Desde que Marine Le Pen asumió la presidencia del FN en 2011, los resultados de la formación no han dejado de mejorar en cada comicio local, también en los europeos. Colándose, incluso, en el ranking de las personalidades favoritas de los franceses realizado por el semanario Le journal du Dimanche, por delante de Emmanuel Macron, líder del movimiento En Marche! (¡En Marcha!), o de Jean-Luc Melénchon, candidato de France Insoumise (Francia Insumisa).
Alejándose de los propósitos antisemitas, negacionistas y racistas de su padre, Le Pen ha conseguido erigir una candidatura sólida acompañada de un séquito de fieles seguidores.
Control de la imagen
El éxito de esta estrategia de "desmonización" del Frente Nacional reside en el control exhaustivo que la candidata ejerce sobre su imagen y en la mesura de sus palabras. Sin embargo, analiza Marine Turchi, "a pesar de las evoluciones semánticas y la disposición de los temas económicos en primera plana, el programa de Marine Le Pen continúa siendo de extrema derecha. Su discurso corresponde al nacional-populismo, corriente dominante de la extrema derecha francesa desde 1880".
Y es que, no cabe olvidar las raíces de la candidata. La más joven de las tres hijas de Jean-Marie Le Pen, creció viendo a su padre en los periódicos. Mientras el entonces líder del FN viajaba acompañado de su mujer Pierrette Lalanne alrededor del mundo, Marion Anne Perrene Le Pen, su nombre de nacimiento, crecía acompañada de una niñera.
"Cuando era una niña de ocho años, fui consciente de la muerte", aseguraba Le Pen en una entrevista concedida a The Guardian en 2011, haciendo referencia al atentado fallido contra su padre. Un evento que le permitió "tomar distancia, construir una especie de armadura, algo útil cuando uno quiere asumir puestos de responsabilidad".
Así, con tan sólo 18 años, la joven Le Pen se convierte en adherente del Frente Nacional. Durante sus años como estudiante de Derecho, pasa a formar parte del Círculo Nacional de Estudiantes de París (CNEP), un movimiento estudiantil cercano al FN, convirtiéndose durante un tiempo en su presidenta honorífica.
Época en la que frecuenta también a miembros del Groupe Union Défense (Grupo Unión Defensa, GUD), movimiento radical de extrema derecha. Algunos de ellos han pasado a formar parte del actual equipo de Le Pen, como Frédéric Chatillon, expresidente del GUD, y ahora prestatario del FN y consejero de la aspirante a la presidencia.
Si bien, tratando de limpiar su imagen, "Le Pen apartó a su padre del partido en 2015, pero conserva todavía, en su círculo más cercano y en el corazón de la organización de su campaña, a un grupo radical de exmiembros del GUD, acusados de antisemitas", explica Turchi.
Los fantasmas de la II Guerra Mundial siguen persiguiendo a Marine Le Pen, invitada el pasado 9 de abril a la radio franceinfo, la candidata de extrema derecha rechazaba aceptar la responsabilidad de Francia en la redada de Vél d'Hiv, conocida como la Redada del Velódromo de Invierno, uno de los episodios más oscuros del colaboracionismo nazi que acabó con la detención de casi 13.000 judíos en París.
"Francia no fue responsable de la Redada del Velódromo de Invierno", dijo Le Pen. "Si hubo alguna responsabilidad, fue de quienes estaban en el poder en ese entonces, no de Francia. Francia ha sido maltratada durante años", aseguró la candidata.
Unas declaraciones que surgieron como un eco de las raíces antisemitas de su partido, dejando las puertas abiertas a las críticas de su principal oponente, Emmanuel Macron, que calificaba el comentario como "un grave error" y que apoya las acusaciones del mismo que, durante el debate entre los once candidatos a estas elecciones presidenciales, acusaba a Le Pen de "repetir las mismas mentiras que su padre".
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