Los expertos lo venían avisando. El Estado Islámico lleva años aplicando este tipo de terrorismo de 'low cost' en los países en conflicto como Afganistán, Irak o Siria. En Israel, los atropellos con un coche o los apuñalamientos al azar de palestinos contra judíos están a la orden del día.
Son atentados contra un objetivo próximo, fácil y que no necesitan infraestructura que ahora han saltado a Europa y están sembrando el pánico en países como Reino Unido, Francia, Alemania o Suecia.
Exactamente lo que pedía un portavoz del EI, Abu Mohamed al Adnani, hace sólo tres años: "Si puedes matar a un infiel americano o europeo, a cualquier ciudadano de los países que hayan entrado a la coalición contra el Estado Islámico, entonces piensa en Alá y mátalo sin importar de qué manera. Si no tienes explosivos o municiones, aíslalo y destrózale la cabeza con una piedra, mátalo con un cuchillo, písalo con tu auto, tíralo al vacío, quémalo o envenénalo”.
El Estado Islámico es consciente de que estos ataques no consiguen el mismo número de víctimas que un gran atentado como el del 11-S en Nueva York o el 11-M en Madrid, pero su efecto es aún más perverso para la sociedad: el terror se clava como un cuchillo en los corazones de los ciudadanos que sienten que el atacante puede estar en cualquier sitio mientras los terroristas sigan copiándose unos a otros.
El investigador Charlie Winter, del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización y la Violencia Política, ha advertido en varias ocasiones que ésta es la hora del terrorismo 'low cost': "Se hacen operaciones cero sofisticadas, pero de gran impacto mediático" mientras insiste en que lo más terrorífico es "la sencillez para ponerlo en práctica porque no se precisa conocer a alguien que sepa fabricar una bomba o adquirir una pistola".
De hecho, el atentado de London Bridge ha seguido la misma estrategia que el perpetrado el 22 de marzo en otro puente de Londres, el de Westminster, por otro terrorista abatido tras atropellar a decenas de personas y acuchillar a un policía.
La fórmula resulta de lo más sencilla: una furgoneta o un coche alquilado arrolla a los viandantes que se encuentra a su paso y a continuación el terrorista o los terroristas acuchillan a los que pueden en su salvaje huida a pie. En el caso de London Bridge, hasta se molestaron en crear chalecos suicidas falsos para inducir a la policía a abatirlos.
¿El coste para el atacante? 120 euros entre alquiler del vehículo y las armas. ¿El coste para la sociedad? Cinco muertos y 40 heridos en Westminster. Siete muertos y 48 heridos en London Bridge. Y todo un continente aterrorizado.
"Aunque no están conectados entre sí, sí se ha creado una tendencia porque el terrorismo llama al terrorismo y los atacantes se ven inspirados por los otros ataques y se copian unos a otros", advirtió Theresa May durante su comparecencia tras el ataque al Borough Market.
El terrorista del Manchester Arena, hace dos semanas, no tenía un coche ni un cuchillo en su modus operandi, pero la bomba que hizo estallar en su mochila era casera, él mismo la había construido y con el material que pudo comprar en una ferretería con el que mató a 22 personas tras el concierto de Ariana Grande.
Niza, el primero que abrió 'fuego' en Europa
Aunque Reino Unido esté en situación de alerta máxima, no fue el primer país en el que el Estado Islámico empezó a poner en marcha su nueva estrategia. El original fue el tunecino Mohamed Lahouaiej. en la ciudad francesa de Niza, cuando el 14 de julio de 2016 asesinó a 84 personas atropellándolas con un camión.
La gaceta Rumiyah, una revista en inglés que utiliza el IS para su propaganda, explicaba tras este atentado que "los vehículos son como cuchillos, simples de adquirir. Pero, a diferencia de lo que sucede con los cuchillos, que pueden levantar sospechas si te lo encuentran encima, los coches no levantarán ninguna duda pues son utilizados por todo el mundo”.
E incluso iba más allá y aconsejaba qué tipo de lugares eran ideales para estos ataques: "mercadillos al aire libre, festivales, desfiles y mítines políticos”.
Sólo seis meses después ya tenía el primer imitador: un camión irrumpía en un mercado navideño en Berlín, el 19 de diciembre de 2016, y mataba a 12 personas.
A partir de ahí, las imitaciones han venido con innovaciones, como acuchillar a los transeúntes que se encuentren al paso, y cada vez con mayor frecuencia: sólo tres meses transcurrieron desde Berlín a Westminster, dos semanas entre Westminster y Estocolmo, y menos de dos meses hasta London Bridge.
El escritor Bruce Hoffman, autor Inside Terrorism, insiste también en que "para las organizaciones yihadistas, la capacidad de innovar es una necesidad, no un lujo. Los grupos terroristas tienen el imperativo organizacional de aprender. A medida que se enfrentan a una serie de desafíos internos y externos, estos grupos se adaptan rápida y creativamente a sus nuevos retos".
De hecho, Theresa May ha confesado que la policía británica ha evitado que se perpetraran otros cinco atentados que estaban preparados en estas dos semanas desde la tragedia de Manchester.
La victoria de los terroristas es precisamente la semilla del miedo que han germinado en la sociedad actual y que provoca que haya más de 1.100 italianos heridos por un simple petardo en Turín donde los aficionados disfrutaban de la final de Champions o que un festival alemán tuviera que desalojar sus instalaciones y suspender parte de sus actuaciones por un aviso de bomba falso, sólo el pasado fin de semana.