En menos de un año Emmanuel Macron ha pasado de ser un outsider de la política gala a uno de los presidentes con más poder de la V República. La primera vuelta de las elecciones legislativas francesas demuestra que Macron es algo más que una cara amable con suerte.
El partido político que ha articulado en un tiempo récord, La República en Marcha (LRM), va camino de convertirse en la fuerza mayoritaria en la Asamblea Nacional. Así se desprende las primeras estimaciones del escrutinio, que otorgan a este partido liberal de centro una horquilla de 415 a 445 escaños en el Parlamento. Los candidatos de Macron, una amalgama de novatos de la sociedad civil y políticos con experiencia de otros partidos, han logrado un total de 32,33 % de los votos totales en estos comicios.
El propio Macron reconoció en su discurso frente al Louvre que había llegado al Elíseo con los “votos prestados” de los partidos tradicionales, que le dieron una victoria clara en la segunda vuelta de las presidenciales frente a Marine Le Pen.
Las urnas han demostrado este domingo que la estrategia de robo de votantes a su izquierda y a su derecha, ha vuelto a funcionar en las legislativas. La victoria aplastante de la nueva marca electoral se tiene que confirmar en la segunda vuelta del próximo domingo, pero todos los números encajan.
El presidente francés tiene ahora manos libres para gobernar con un parlamento a su favor y tras emplearse a fondo en su perfil de hombre de Estado en su primer mes en el poder, Macron podrá poner en marcha su programa de reformas internas. Si se confirman los resultados de este domingo, ni siquiera tendrá que molestarse en pactar con el resto de grupos parlamentarios para sacar adelante leyes.
"Francia ha vuelto", ha proclamado el primer ministro Edouard Philippe en una declaración televisada: "El próximo domingo la Asamblea Nacional encarnará la nueva cara de la República".
Hundimiento socialista
Las urnas han dejado una oposición más que débil y el eje izquierda-derecha ha saltado por los aires. El Partido Socialista, que ostentaba hasta hoy la mayoría en la Cámara Baja con 295 diputados, ha confirmado su hundimiento en esta primera vuelta. El escrutinio apunta a que el partido, liderado ahora por Jean-Christophe Cambadélis, retendría unos 40 escaños como máximo, un 7,87% de los sufragios. El retroceso de poder es de tal calibre que obliga a los socialistas galos a plantearse una refundación de manera urgente.
La primera fuerza de la maltrecha oposición sería Los Republicanos, con un 20,9% de los votos y una horquilla de 80 a 100 representantes en la Asamblea. De igual forma, el partido conservador tiene que afrontar una remodelación. Figuras destacadas del partido se han cambiado a las filas de LRM o directamente están ya sentados en el Consejo de Ministros de Macron. Es el caso, por ejemplo del titular de Economía, Bruno Le Maire.
Por su parte, el Frente Nacional se consolida como tercera fuerza política en votos con un 13,35% de los sufragios. En el Parlamento galo podrían llegar a los cuatro escaños, en las últimas elecciones sólo tenían dos. “Hacen falta diputados que hagan verdadera oposición en el Parlamento, LRM va camino de absorber al Partido Socialista y a Los Republicanos”, ha proclamado Marine Le Pen en una comparecencia en la que ha pedido a “todos los patriotas” que se unan a su partido en la segunda vuelta para frenar el ‘tsunami’ de Macron.
"Guerra sucia" en las calles
La Francia Insumisa es el partido más fuerte de la izquierda, con el 10,97% de los votos y hasta 20 diputados. La coalición de izquierda de Mélenchon había prometido una “guerra sucia” en las calles si se confirma el triunfo total de Macron en las legislativas.
En una entrevista en la revista Society, Melénchon subrayó que el presidente galo “carece de la base social necesaria” para llevar a cabo la reforma laboral que Macron quiere aprobar este mismo verano.
Las urnas han dibujado una oposición arrinconada pero también han dejado unas cifras de participación que muchos líderes políticos han calificado de “catástróficas”. Sólo la mitad de los franceses han votado y la abstención supera el 50%, la más baja desde 1958. Previsiblemente, las calles serán el verdadero y único termómetro de la oposición al todopoderoso Macron.
Los rivales del presidente francés temen que no haya lugar para el debate en un Parlamento casi monocolor. “No es saludable ni deseable que un presidente que ganó las presidenciales por el rechazo a la extrema derecha tenga el monopolio de representación nacional”, advirtió el líder del partido socialista galo.
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