De nuevo es noticia en Estados Unidos la polémica relación del entorno del presidente Donald Trump con personas cercanas al Kremlin. Donald Trump Jr., el hijo mayor del jefe de Estado norteamericano, se reunió el pasado verano con la abogada rusa Natalia Veselnitskaya en busca de información que pudiera dañar a Hillary Clinton. La lideresa del Partido Demócrata era entonces rival de Donald Trump padre en la elecciones presidenciales estadounidenses.
Este nuevo capítulo de la “conexión rusa de Trump”, términos con los que se refieren en Estados Unidos a los vínculos entre el equipo del jefe de Estado y Moscú, “genera mucha polémica, pero, en Europa, hay muchos más contactos con Rusia”, dice a EL ESPAÑOL Eva Zelechowski. “En Europa están mucho más aceptados que en Estados Unidos los contactos entre políticos con responsables rusos, aquí tenemos más este tipo de contactos”, añade esta periodista del diario de la capital austriaca Wiener Zeitung. Ese periódico es el decano de la prensa mundial.
Junto con el eurodiputado ecologista Michel Reimon, Zelechowski firma el libro de reciente aparición Putins rechte Freunde: Wie Europas Populisten ihre Nationen verkaufen (Ed. Falter Verlag, 2017), o “Los amigos de derechas de Putin: cómo los populistas de Europa venden sus naciones”. El volumen da cuenta de las muchas conexiones de las que goza el Kremlin con actores de la escena política europea. “Desde siempre, Vladímir Putin ha buscado aliados en Europa. Le da igual la ideología, porque lo está buscando es tener conexiones, contactos económicos y políticos por todas partes”, señala Zelechowski.
A esa búsqueda están respondiendo, mayormente, partidos, movimientos o figuras de la extrema derecha. Según Zelechowski y Reimon, esos rusófilos constituyen para la Europa democrática de hoy “una quinta columna” como aquella de la que hablara Emilio Mola. Él “lideró cuatro columnas militares contra Madrid para la destruir la República democrática”, escriben Zelechowski y Reimon. “La quinta columna, según Mola, eran en Madrid quienes apoyaban a Franco”, reza el libro.
Ahora, “los tiempos han cambiado” y “la quinta columna de Putin en las capitales europeas no actúa a escondidas, participa en elecciones, ocupa escaños de Parlamentos y actúa en su nombre”, abundan los autores del libro. El Frente Nacional (FN) de Marine Le Pen, el Partido de la Libertad (FPÖ) austriaco, Alternativa para Alemania (AfD), Fidesz-Unión Cívica Húngara del primer ministro Viktor Orbán y grupos más heterogéneos en el sur continental, componen lo esencial de la 'internacional putinista' en Europa.
Sur de Europa: los extremos conducen a Putin
No es dónde más abundan, pero en el sur de Europa es donde Putin y los suyos demuestran mayor cintura política. Así, en España, aparece asociado a los círculos de acercamiento europeo a la Rusia del inquilino del Kremlin Sixto Enrique de Borbón-Parma, un político carlista nacido en Francia en quienes sus seguidores ven al pretendiente rey legítimo de España.
Este tradicionalista figuraba entre los invitados que acudían hace tres veranos a la reunión en Viena organizada por Alexander Dugin, uno de los ideólogos de Putin, para festejar el 200 aniversario de la creación de la “Santa Alianza”, coalición contra Napoleón que integraron el Imperio ruso, Prusia y el Imperio de Austria. En la cita también participaban Heinz-Christian Strache, líder del FPÖ, la otrora diputada del FN Marion Maréchal Le-Pen y el fundador del partido de ultraderecha búlgaro Ataka, Wolen Siderow, entre otros.
En Grecia, el inquilino del Kremlin no ha dudado, cuando ha sido necesario, en mostrar su cercanía con el primer ministro izquierdista, Alexis Tsipras. En Italia son los populistas de la Liga Norte y del más inclasificable Movimiento 5 Estrellas de Beppe Grillo quienes han adoptado posiciones favorables a Rusia o, cuanto menos, sobradamente críticas con la UE y la OTAN.
“En Grecia, Syriza tiene siempre un tono más amable con Rusia, probablemente por razones económicas”, plantea Zelechowski. La periodista evoca así la idea de Tsipras de desarrollar una mayor cooperación con Moscú en caso de que no satisfagan al Gobierno de Atenas las condiciones de los programas de rescate económico.
El frente galo
El caso del Frente Nacional de Marine Le Pen probablemente sea el que mejor dé cuenta de la existencia de los vínculos entre la extrema derecha en Europa y Moscú. Le Pen pasó a la segunda ronda de las elecciones presidenciales en mayo, pero la perdió ante Emmanuel Macron. En junio, el FN conseguía ocho diputados en la Asamblea Nacional tras las elecciones legislativas. Esos resultados, aunque seguramente decepcionantes para Marine y compañía, suponen una notable mejoría respecto a los de los comicios de 2012.
Entonces, Marine Le Pen, había logrado un 17,90% en la primera vuelta de las elecciones presidenciales. No estuvo en la segunda votación, en la que se impuso François Hollande a Nicolas Sarkozy. En las legislativas de 2012, el FN sólo consiguió un escaño. Según Zelechowski y Reimon, el salto cualitativo que ha dado el partido de Marine Le Pen también se explica en base al empujón recibido desde Moscú.
Esa ayuda también es económica. El periódico digital francés Mediapart ha informado de los préstamos millonarios obtenidos por el FN de un banco ruso para financiar su última campaña. En 2014 ya había solicitado 11 millones de euros.
En Francia se especula con que ese dinero ruso estuviera condicionado a la defensa de posiciones políticas prorrusas, por ejemplo, en lo que respecta al conflicto en el este de Ucrania y a la invasión de la península de Crimea. En repetidas ocasiones, Le Pen ha dicho que esa anexión de territorio ucranio ocurrida en marzo de 2014 no fue “ilegal”. En su libro, Zelechowski y Reimon se hacen eco de la filtración hecha pública en Francia en la que dos responsables del Kremlin hablan de financiación del FN y de que “hay que darle las gracias de una forma un otra” a Le Pen.
La alternativa alemana
AfD es, en Alemania, “Alternativa para Putin”, según los términos de Zelechowski y Reimon. En las páginas que dedican al partido de ultraderecha germano, que seguramente entre en el Bundestag tras las próximas elecciones generales del 24 de septiembre, los autores plantean la abierta rusofilia que reina en AfD. Al menos así ocurre con el ala más radical, la que ha logrado imponer a Alexander Gauland como coaspirante a canciller junto a Alice Weidel.
Las críticas de AfD y sus líderes a las sanciones occidentales contra Rusia por su implicación en el conflicto del este de Ucrania, las buenas palabras que han tenido sus responsables hacia la intervención militar rusa en Siria y sus constantes críticas a la Unió Europea y el euro son “música para los oídos de Putin”, según los términos de Dmitri Gudkov, diputado en la Duma rusa.
El pasado mes de febrero, una delegación de AfD con su presidenta al frente, Frauke Pétry, acudía a Moscú para reunirse con destacados políticos rusos. Entre ellos figuraban responsables del ayuntamiento de la capital rusa, en manos de Serguéi Sobianin, miembro de Rusia Unida, el partido de Putin. La juventudes de AfD, como las del FN francés y Rusia Unida, también han venido desarrollando planes para intensificar contactos y cooperación. Además, según recuerda Zelechowski, “se dice que AfD está recibiendo créditos bancarios de Rusia, esto es algo de lo que no hay pruebas, pero se sospecha”.
El papel de Austria
Que haya dinero ruso o no en las arcas de un partido no es, para Zelechowski, la clave. “La cuestión es empujar a esos partidos y formaciones hacia arriba, que haya una red de partidos favorables a las ideas de Putin, como el regreso a los valores cristianos o la crítica al multiculturalismo”, explica la periodista del Wiener Zeitung. Austria ocupa, en este sentido, un papel especialmente relevante. En la pequeña república alpina el Partido de la Libertad (FPÖ) no ha ocultado sus filias prorrusas.
Por ejemplo, poco después de que su candidato, Norbert Hofer, cayera derrotado en las pasadas elecciones presidenciales ante el aspirante apoyado por los ecologistas, Alexander Van der Bellen, el FPÖ firmaba un acuerdo de cooperación con Rusia Unida. El texto está firmado por Heinz-Christian Strache, líder del FPÖ y aspirante a canciller en las próximas elecciones legislativas que se celebrarán el 15 de octubre, y Sergei Zheleznyak, uno de los dirigentes de Rusia Unida.
Ese documento plantea reuniones regulares entre ambos partidos, deseosos de cooperar a nivel político y económico. De ahí que, para Zelechowski, “es muy fácilmente imaginable que si el FPÖ gana las próximas elecciones generales, lo primero que hará Strache será llamar por teléfono a Putin o a la gente de su partido”.
La Hungría de Orbán
La Hungría del primer ministro Viktor Orbán es territorio presumiblemente cómodo para Vladímir Putin. “Orbán no ha dejado de dar pasos contra la libertades fundamentales, como se puede observar con las restricciones vividas en los medios de comunicación”, señala Zelechowski. Orbán es un interlocutor de importancia para Putin, pues lleva las riendas del país magiar desde 2010.
De hecho, “Putin también ha buscado tener relaciones privilegiadas con socialdemócratas o conservadores europeos, porque le gustaría tener mejor relaciones con los responsables en el poder”, indica la autora de Putins rechte Freunde. Entre esos políticos del mainstream europeo figuran los ya poco relevantes Gerhard Schröder, ex canciller alemán, y François Fillon, aspirante conservador derrotado en las últimas elecciones presidenciales francesas y otrora primer ministro en los años en que Nicolas Sarkozy ocupó el Elíseo.
Orbán, euroescéptico y cada vez más aislado en la UE por sus medidas contra las libertades fundamentales, tiene actualmente la mano tendida a Putin. “La era del multilateralismo está en su final, la era de las relaciones bilaterales nos espera”, decía en enero el primer ministro húngaro en el marco de la última visita de Putin a Budapest.