El último mes no ha sido fácil para António Costa, el primer ministro de Portugal.
Durante el último año y medio el gobernante socialista había disfrutado de una asombrosa luna de miel, conseguida gracias a la dramática mejora de la economía lusa bajo la gestión del ministro de Finanzas, Mário Centeno. A lo largo de la primavera distintos medios internacionales, desde EL ESPAÑOL hasta la BBC y The New York Times han hablado del “milagro portugués”.
Respaldado por los excelentes resultados económicos –y la salida del Procedimiento de Déficit Excesivo, cinco años tras la intervención de la Troika–, el Ejecutivo celebraba el éxito de la llamada geringonça, término con el que se refiere a la alianza parlamentaria de la izquierda –el Partido Socialista (PS), el Partido Comunista Portugués (PCP) y el Bloque de Izquierda (BI)–, que sostiene el Ejecutivo minoritario de Costa. Y el público respondía favorablemente, con los sondeos indicando cada vez más apoyo para el Gobierno, y para el PS en particular.
Sin embargo, la controvertida gestión del trágico incendio de Pedrógão Grande, el flagrante robo de armas del Arsenal Nacional de Tancos, y la dimisión de varios secretarios de Estado, acusados de recibir trato favorable indebido por parte de una empresa energética, ha acabado con la prolongada luna de miel del Ejecutivo. El resultado ha sido una división mayor del entorno político del país, y una remodelación del Gobierno, donde este jueves han sido nombrados ocho nuevos secretarios de Estado, tres de los cuales reemplazan a sus antecesores imputados.
Incendios, robos de armas y cobros indebidos
Los problemas para el Gobierno Costa comenzaron hace un mes, cuando el desastroso incendio de Pedrógão Grande arrasó con tres distritos del centro del país durante cinco días. Murieron 64 personas, con varias decenas de víctimas halladas carbonizadas en sus coches, donde fueron alcanzadas por las llamas mientras intentaban huir de la zona.
Aunque inicialmente el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, afirmó que el incendio “no se podía haber gestionado de mejor manera”, rápidamente surgieron críticas por los serios fallos que permitieron la muerte de tantas personas.
Operativos de Protección Civil señalaron los fallos en el sistema de comunicación durante momentos críticos del incendio, imposibilitando una respuesta eficaz al desastre. Supervivientes aseguraron que efectivos de la Guardia Nacional Republicana (GNR) les habían dirigido hacia la llamada “carretera de la muerte”, asegurando que estaba libre cuando, en realidad, era una ratonera mortal. Bomberos criticaron al Ejecutivo por haberse apresurado en decir que una tormenta eléctrica había provocado la deflagración, y a día de hoy todavía no se sabe definitivamente cómo comenzó el incendio. Mientras tanto, autoridades en materia de incendios forestales denunciaron que el Gobierno no había tomado las medidas suficientes –y previsibles– para evitar semejante tragedia.
Una vez sofocadas las llamas, la ministra de Administración Interna, Constança Urbano de Sousa, se convirtió en el principal objetivo de las críticas, con columnistas tanto de la izquierda como de la derecha exigiendo su dimisión. Lejos de dejar el cargo, la ministra aseguró que aunque “dimitir sería lo más fácil”, ella seguiría en el cargo siempre que contara con el apoyo del primer ministro, apoyo que recibió explícitamente.
Pero apenas días más tarde, la oposición pedía la cabeza de otro miembro del Gabinete Costa, el ministro de Defensa, Luís Azeredo Lopes. El descubrimiento del flagrante robo de 1450 cartuchos de munición, 18 granadas de gas lacrimógeno, 150 granadas de mano ofensivas, 44 granadas cohete anticarro y gran cantidad de explosivos almacenados en el Arsenal de Tancos a principios de este mes dejó a toda Europa en alerta ante la posibilidad de que un grupo terrorista utilizara el material para perpetrar un atentado en un país vecino.
Las pésimas condiciones de seguridad en el arsenal de Tancos –que ni contaba con un sistema de videovigilancia– hicieron que la oposición insistiera en la depuración de responsabilidades políticas. La ausencia prolongada del primer ministro –que se encontraba de vacaciones en las Islas Baleares, y que rechazó interrumpir sus días de descanso para tomar mando personal de la situación– provocó otro aluvión de críticas, y la ira de políticos como Nuno Magalhães, líder parlamentario del conservador Centro Democrático Social-Partido Popular, quien declaró que “el primer ministro tiene dos ministros que no deberían serlo. Les eligió por lealtad política, a costa de la seguridad, la credibilidad internacional del país y la confianza de los ciudadanos en el Estado. Es el primero y último responsable de todo lo que ha fallado”.
El último escándalo se produjo este fin de semana, cuando dimitieron varios políticos, imputados posteriormente por haber aceptado invitaciones gratuitas a la Eurocopa de 2016, precisamente aquella en la que la selección lusa resultó ganadora. La empresa energética Galp pagó aviones chárter, entradas y estancias para los secretarios de Estado de Asuntos Fiscales, Internacionalización e Industria.
Aunque en principio podría haber quedado en un mero asunto de ética profesional, el caso terminó por cobrar dimensiones mayores al desvelarse que Fernando Rocha Andrade, brazo derecho del ministro de Finanzas y secretario de Estado de Asuntos Fiscales, supervisaba algunos de los litigios que el Estado mantiene con Galp. Los políticos evitaron ceder a la presión durante este año pasado, pero la noticia de una imputación inminente llevó a las dimisiones este pasado domingo.
Finalmente, seis políticos –entre ellos los tres secretarios de Estado– han sido acusados de cobros y trato favorable indebido, delito que conlleva una pena de prisión de hasta cinco años.
Remodelación del Gobierno
Ante semejante panorama, la expectativa era enorme cuando Costa se presentó al Debate de la Nación este miércoles y varios medios daban por hecho que acabaría por anunciar la dimisión de los ministros más polémicos de su Gabinete.
Sin embargo, el jefe del Gobierno sacó pecho por la situación económica del país y, tras resaltar la caída tanto del paro y del déficit, el jefe del Gobierno reafirmó su apoyo hacia los políticos y declaró que “obviamente” no les cesaría.
“Todo aquello que haga cualquier de mis ministros será siempre responsabilidad mía”, afirmó Costa, ligando el futuro político de los miembros de su Gabinete al suyo propio.
Aunque se habían mostrado críticos con la gestión del incendio de Pedrógão Grande y el robo en el Arsenal de Tancos, Costa se vio reforzado por los otros partidos de la geringonça. La líder de los bloquistas, Catarina Martins –que pidió “responsabilidades políticas” por lo ocurrido hace apenas dos semanas– evitó criticar al Ejecutivo y en vez celebró el triunfo de la alianza, señalando que no se habían cumplido los pronósticos de la derecha, que habló de “hundimiento económico” cuando la izquierda asumió el poder hace año y medio.
Por su parte, el secretario general de los comunistas lusos, Jerónimo de Sousa, que se mostró especialmente crítico con Costa por el robo de Tancos y habló de la “responsabilidad mayor del primer ministro” a principios de mes, también se limitó a atacar la derecha, quien culpó de haber dejado una herencia envenenada.
Aunque Costa sobrevivió el Debate de la Nación sin cesar ministros, la gravedad de los acontecimientos le obligó a llevar a cabo una remodelación de su Gobierno a un nivel inferior, con el nombramiento de ocho nuevos secretarios de Estado este jueves. Además de cubrir las plazas abandonadas por los secretarios que dimitieron este fin de semana, el primer ministro ha reemplazado a los titulares de otras divisiones, y creado una secretaría completamente nueva: la de habitación. De esta manera, Portugal se encuentra con nuevos secretarios de Asuntos Fiscales, Industria, Internacionalización, Presidencia, Asuntos Europeos, Administración Pública, y Bosques de Desarrollo Rural.
La remodelación no ha sido sin polémicas. La salida de Margarida Marques, secretaria de Asuntos Europeos, fue tan imprevista que incluso la política ha reconocido haberse sorprendido al ser informada de su cese. Igualmente chocante ha sido la salida de Amândio Torres, a cargo de Bosques y Desarrollo Rural, ya que ha perdido su puesto antes de que el Parlamento aprobara la reforma de la normativa regulando los bosques lusos, asunto clave para la prevención de futuros incendio.
Verano caliente, otoño intenso
Realizada esta remodelación, y con pocos antes del cierre de la Asamblea de la República para las vacaciones de verano, el escenario político ahora tendrá tiempo para enfriarse después de un periodo estival particularmente caliente. No obstante, todo apunta a una situación cada vez más intensa en otoño, cuando Portugal celebra sus elecciones municipales.
Aunque los principales temas políticos serán locales, nadie duda que los partidos de la derecha harán mención de los trapos sucios a nivel nacional en sus campañas. Sin embargo, pese a los escándalos del último mes, avances serios por parte de los conservadores parecen ser poco probables.
Tanto António Costa como el Partido Socialista que encabeza siguen gozando del amplio apoyo de los portugueses, y según la última encuesta realizada por Eurosondagem y publicada por el diario Expresso, la ventaja de los socialistas lusos aumentó más de cuatro décimas en junio. De celebrarse elecciones hoy el PS se quedaría con el 40,4% de los votos, ampliamente superando los conservadores del Partido Social Demócrata (PSD), que apenas obtendrían e 28,6% de los votos.
Aunque la popularidad de Costa ha sido afectada negativamente por los acontecimientos recientes, cayendo seis décimas, más de la mitad de los votantes le prefiere como primer ministro que al líder de la oposición, el ex primer ministro conservador Pedro Passos Coelho.
Descartada la remontada de la derecha, los comicios de otoño todavía podrían afectar la estabilidad de la geringonça a través de la tensión que la popularidad de los socialistas genera entre los otros partidos de la alianza. En su afán por mantener la estabilidad del Gobierno minoritario de los socialistas, tanto el Partido Comunista como los marxistas del Bloque de Izquierda han tenido que apoyar a un Ejecutivo de políticas moderadas, algunas de las cuales chocan frontalmente con sus posiciones políticas más fundamentales.
La gran incógnita de las próximas elecciones es si estos partidos llevarán a cabo una campaña puramente local o si, por lo contrario, lucharán por defender sus feudos electorales de los socialistas marcando una clara diferencia entre la gestión del Ejecutivo y la visión que ellos tienen para el futuro del país. Queda por ver si la necesidad de defender la marca propia hará que los bloquistas y los comunistas se desmarquen de Costa, o si –como hicieron Martins y de Sousa en el Parlamento esta semana– la unidad que ha permitido el “milagro portugués” superará las aspiraciones partidistas.