Marcel Polte es un abogado alemán de 43 años. Paralelamente a su carrera como letrado, se ha especializado en ofrecer terapias de hipnosis. Además, dice dominar la telequinesia, la capacidad de mover pequeños objetos con la mente. Este es el poder que tienen, por ejemplo, los caballeros 'jedi' en la serie de películas de “La guerra de las galaxias”.
Polte ponía a prueba esa supuesta facultad paranormal suya hace unos días en un aula de la Universidad de Wurzburgo (sur de Alemania). Allí le propusieron mover un trocito de papel apoyado sobre un alfiler clavado en un tapón de corcho. No lo logró. “El resultado de la prueba fue negativo”, recuerda Polte a EL ESPAÑOL.
Su decepción viene dada porque el día de esa prueba, en vista del resultado insatisfactorio, perdió la posibilidad de conseguir los 10.000 euros de recompensa que ofrece la Sociedad para la Investigación Científica de las Paraciencias (GWUP, por sus siglas alemanas) a quien logre demostrar que posee facultades paranormales. “El dinero jugó un papel a la hora de presentarme, pero lo realmente importante para mí era mostrar que este tipo de cosas existen de verdad”, apunta Polte, aludiendo a la telequinesis.
Este abogado no es ni mucho menos un caso aislado. En las últimas pruebas organizadas por la GWUP en las instalaciones universitarias, otro hombre, Alexander Mörsdorf, también falló en su intento de demostrar que tiene el poder de indicar dónde hay fuentes de recursos naturales.
Para que funcione su superpoder, Mörsdorf utiliza un pico. Toma la herramienta por la parte que suele utilizarse contra las rocas. Sitúa las palmas de sus manos sobre los extremos metálicos del utensilio. El mango queda libre, supuestamente para indicar dónde están los recursos naturales. Mörsdorf no superó la prueba en la que tenía que dar con fuentes de energía eléctrica disimuladas en la sala de la Universidad de Wurzburgo.
Según explica a EL ESPAÑOL Rainer Wolf, biólogo miembro de la GWUP y responsable de las pruebas, Mörsdorf y Polte no serán los últimos candidatos en pasar este tipo de tests. “Hay gente constantemente inscribiéndose en las pruebas para demostrar sus facultades paranormales”, asegura.
Más de 80 candidatos
Desde que la GWUP, surgida hace ya treinta años, empezara a realizar estas pruebas, más de ochenta personas han hecho este tipo de tests. Al menos así figura en las cuentas de Martin Mahner, otro biólogo miembro de la misma institución que también es responsable de la iniciativa científica.
“La mayoría de los candidatos son zahorís, gente que dice que es capaz de adivinar dónde hay fuentes de recursos naturales”, apunta Mahner a este periódico. “También hay gente que dice que es capaz de saber si un medicamento es bueno o no para un paciente a través de métodos exotéricos, situando y observando el movimiento de un péndulo sobre la caja del medicamento, por ejemplo”, agrega.
Las pruebas impuestas por Mahner, Wolf y compañía se elaboran con criterios científicos y exigen resultados contundentes. Por ejemplo, Wolf recuerda que en 1996, en sus primeros días de examinador de los candidatos a llevarse la recompensa, un hombre reivindicaba poder adivinar si una planta estaba enferma sin necesidad de mirarla.
Para comprobar si esa facultad era tal, los científicos de la sociedad dedicada a la investigación paracientífica pusieron dentro de unas cajas unas cincuenta plantas. Algunas estaban enfermas y otras no. El individuo, ante las cajas, decía si la planta que había en el interior estaba enferma o no. “Acertó, de cincuenta plantas, una veintena, pero ese no era un resultado aceptable para nosotros. Aceptable científicamente hubieran sido cuarenta aciertos”, sostiene Wolf. Haber acertado una veintena siempre puede ser atribuible a la suerte.
Otro candidato a los 10.000 euros de la GWUP llegó en su día con un lingote de oro. Decía que podía encontrarlo donde estuviera enterrado, siempre y cuando no se alejara de él en un radio de 20 kilómetros. Para esa prueba, a Wolf le tocó pasearse con aquel “pesado y valioso lingote” – según lo recuerda hoy – hasta encontrar el lugar de Wurzburgo donde pudo enterrarlo discretamente. El aspirante, armado de un péndulo y de un mapa de la ciudad bávara y sus alrededores, fue en su búsqueda sin éxito. “Mandó cavar en un lugar situado a unos 20 kilómetros de donde estaba el lingote”, rememora Wolf.
Pruebas con estándares científicos
Wolf defiende que estas pruebas son consecuencia lógica de una actitud puramente científica. “Desde un punto de vista científico no se puede decir, de entrada, que no existe un determinado fenómeno, pero lo que sí se puede hacer es probar si existe algo o no”, sostiene Wolf. “Queremos que quede claro, sin prejuicios, si existe una facultad paranormal”, agrega. Las pruebas que organiza la GWUP, una pequeñas organización que cuenta con 1.600 miembros, están hechas de manera que puedan ofrecer resultados concluyentes en el mismo día.
“No tenemos medios para realizar estudios complejos, por eso son tests sencillos”, apunta Mahner. Ni él ni Wolf parecen preocupados por perder los 10.000 euros de recompensa que han propuesto para quien demuestre que tiene superpoderes. Ese premio, que parece actuar más bien como anzuelo para autoconvencidos, sale de donaciones de los miembros de la GWUP.
La organización alemana le va ganando la partida a las pseudociencias y a las facultades paranormales. “Hasta ahora todas las pruebas han dado resultados negativos”, subraya Mahner.
Recompensa de un millón de dólares en Estados Unidos
Su iniciativa no es la única en el mundo. En Estados Unidos, la Fundación Educativa James Randi, fundada en 1996 para “ayudar a la gente a defenderse de afirmaciones pseudocientíficas y paranormales”, según los términos de dicha organización, ofrece desde hace años un millón de dólares (unos 852.000 euros) para quien pueda ofrecer pruebas de tener facultades paranormales.
Ese dinero sigue tener más dueño que la fundación estadounidense en cuestión. Lo mismo ocurre con el más modesto premio de la GWUP. Wolf y compañía mantienen este proyecto para “mostrar a la gente que muchas de las ideas que se tienen son producto de la fantasía”, dice el biólogo.
Presos de esa fantasía, sin embargo, siguen muchos de los participantes de sus pruebas. Pese a fracasar, el comportamiento habitual de los examinados suele consistir en poner excusas y no replantearse lo que creen que son capaces de hacer.
'Tuve un mal día'
“En general, la gente que viene es muy agradable, no son charlatanes que se aprovechan de la gente, están convencidos de lo que hacen. Cuando se dan cuenta de que no pasan la prueba, la mayoría dice cosas como 'tuve un mal día' o 'había demasiada gente en la prueba que me molestó'”, aclara Wolf. “Muy pocos se dicen: 'vaya, me lo he creído todo este tiempo, me estaba engañando'”, agrega.
Desde hace tres años, Wolf enseña a un grupo de alumnos en la Universidad de Wurzburgo el método a seguir para realizar ensayos clínicos a través de estas pruebas. De ahí que suela haber estudiantes en los tests. Eventualmente, también acuden medios de comunicación, como ocurría el día en que intervino Polte.
El abogado Marcel Polte, por su parte, insiste que él puede hacer mover el papel sobre la punta del alfiler, incluso cuando éste está tapado por un jarrón transparente. En un vídeo que comparte con EL ESPAÑOL, se ve a Polte lograr ese movimiento tocando el jarrón.
Mahler y su equipo de científicos le pidieron que lo hiciera sin tocar el jarrón, porque tocándolo estaba calentando el aire del interior del espacio en el que se encontraba el papel, generado el movimiento del aire y, en consecuencia, del objeto móvil. Con las manos separadas del receptáculo, pese al esfuerzo mental de Polte, el papel del alfiler permaneció inmóvil.