El pasado 7 de mayo Emmanuel Macron ganaba las elecciones presidenciales y se proclamaba como el presidente más joven de la historia de Francia. Su victoria se festejó más allá de las fronteras galas en Europa, donde se le veía como el héroe europeísta que había conseguido detener el desbocado auge del populismo en el Viejo Continente.
“Los franceses han elegido la esperanza y el espíritu de conquista”, dijo el día de su investidura hace tan sólo tres meses. Macron había llegado al Elíseo con un paquete de reformas bajo el brazo para llevar a Francia “al siglo XXI”. No obstante, la expectación de entonces se está esfumando. Hoy, Macron tiene que hacer frente a un desplome de su popularidad de 14 puntos, pasando del 64% de aceptación en junio al 40% en agosto, algo que François Hollande y Nicolas Sarkozy no sufrieron.
En Francia este descenso de la aprobación no ha pillado de sorpresa y, de hecho, intentan quitarle hierro al asunto. Cien días y un verano de por medio no es tiempo suficiente para hacer un diagnóstico de envergadura, afirman los expertos. El verdadero examen de las capacidades políticas de Macron se producirá en los próximos meses, en otoño, cuando comiencen a implementarse las reformas. Asimismo, algunos de los motivos que justifican la bajada del apoyo hacia el presidente son coyunturales; otros, sin embargo, le afectan directamente.
El voto útil
En la primera vuelta de las elecciones presidenciales se presentaron once candidatos. Macron obtuvo el 24% de los votos quedando por encima de Marine Le Pen, a quien acabaría barriendo en segunda vuelta. Aun así, junto con François Fillon y Jean-Luc Mélenchon, el porcentaje de voto entre los cuatro principales candidatos estuvo extremadamente concentrado. La diferencia entre el primero y el cuarto candidato más votado fue de tan sólo 4,43 puntos.
“La popularidad efectiva de Macron nunca ha sido tan alta” tal y como han mostrado las encuestas, dice Pierre Rousselin, analista político y ex director adjunto de Le Figaro. “Hay que quitarle dramatismo al hecho porque era de esperar, no es tan grave”, asegura, pues “la circunstancias políticas de su elección no se han dado con anterioridad”.
Macron mantiene el apoyo del cuarto de franceses que le votaron en la primera vuelta, por eso los resultados de dicha votación son los "más representativos" y es donde se ve “una Francia dividida”, explica Rousselin. "Las encuestas reflejan lo que pasó en mayo". Por otro lado, se considera que numerosos electores votaron por Macron en la segunda vuelta porque “no tenían más alternativa”, expresa el analista. "Lo hicieron para que no ganara Marine Le Pen".
En pie de guerra contra las reformas
“Las reformas son impopulares por definición y no queda más remedio que hacerlas”, dice Rousselin, el analista político. “La sociedad está muy fraccionada”, recalca, por lo que esto multiplica la dificultad de encontrar el apoyo a unas reformas a los que franceses siempre han sido reticentes. “Lo único que ha cambiado es el ambiente político”, mientras que el trasfondo social tradicional sigue vigente.
En Francia las reformas laborales siempre han supuesto un auténtico problema para los sucesivos presidentes, explica Francis Ghilés, investigador sénior del Barcelona Center for International Affairs (CIDOB). Esta es una situación muy difícil de cambiar, según sostiene el investigador.
Pese a las dificultades y errores iniciales, el actual mandatario sigue siendo el muro de contención del populismo en Francia, tanto el de la izquierda como desde la derecha, por eso se espera que los franceses sean más pacientes con Macron, según el investigador del CIDOB.
Los problemas de 'Júpiter'
Los mayores errores de Macron como presidente de la Quinta República han estado relacionados con cuestiones de comunicación. Él mismo lo ha admitido recientemente después de asegurar que ha faltado “pedagogía” a la hora de explicar cómo son las reformas que quiere implementar.
El propio Macron se definió a sí mismo como “Júpiter”, el presidente olímpico que no baja de las alturas por cualquier minucia. Su obsesión por concentrar en sus manos toda la comunicación de la presidencia le está jugando una mala pasada, pues toda la responsabilidad recae exclusivamente sobre él, indica Ghilés, el investigador del CIDOB. Esta imagen no es casual de las democracias, pues el Elíseo parece el palacio de una familia real y Macron el rey, según considera.
El mismo mandatario se ha visto sobrepasado al tratar de gestionar de primera mano toda la política exterior de Francia, más cuando él se formó como inspector de finanzas en la Escuela Nacional de Administración y no como diplomático. La política exterior actual es muy compleja y complicada, en la que intervienen diversos actores, por lo que es conveniente tener paciencia, comenta el experto.
“Los votantes saben que si no hay consenso político la situación se puede ir al traste dentro de cuatro años” si los partidos extremistas alcanzan el Gobierno, dice Rousselin, el exdirectivo de Le Figaro.
"[Macron] no ha tenido tiempo para actuar y las críticas de ahora son momentáneas, dentro de seis meses se hablará de otra cosa", afirma sobre las críticas al presidente. "Aún es pronto, habrá que esperar hasta diciembre cuando hayan prosperado algunas de sus propuestas políticas".