Aferrado a su mesa de trabajo y entre las banderas de Francia y Europa, estratégicamente colocadas en su despacho del Elíseo, cuyas ventanas están abiertas de par en par. Es la estudiada composición de la imagen que cuelga ya en ayuntamientos y otros edificios de organismos oficiales de Francia. Emmanuel Macron, el presidente más joven de la historia de la V República, no dejó nada al azar en su retrato oficial, con el que ha querido seguir la máxima que trata de aplicar a su mandato: romper con lo viejo y transmitir una imagen de liderazgo moderno.
“¡No podemos estar en un país en el que la campaña electoral dura dos años y una presidencia se reduce a cien días!”, exhortó el entonces candidato en una entrevista en Journal de Dimanche el pasado mes de abril. Cien días después de ganar las elecciones presidenciales, el presidente francés -quiera o no- llega este martes a la simbólica cifra con la buena estrella que le ha acompañado en su carrera brillando menos.
Sólo un 36% de los franceses está satisfecho con la gestión de Macron, diez puntos menos que su antecesor y mentor François Hollande a la misma altura de su primer y único mandato. Los datos de la encuesta de Ifop Fiducial para Le Figaro son más preocupantes para el jefe del Estado si se comparan con la popularidad que tenía cuando accedió al cargo el pasado mes de mayo. Entonces registraba un 62% de aprobación. “Ya no hay ni tregua estival ni estado de gracia”, resume Jeróme Forquet, director de la empresa demoscópica.
Macron ha cumplido hasta ahora con la hoja de ruta marcada en materia legislativa. Hace sólo unos días, la legión de diputados de En Marche! aprobaba en el Parlamento la ley de moralización de la vida pública, su medida estrella para la limpiar la política y acabar el nepotismo. Por el camino de estos tres meses al mando se han quedado cuatro ministros, víctimas de la mano de hierro del presidente galo con la ejemplaridad.
Las investigaciones judiciales sobre posibles conductas irregulares provocaron la dimisión de François Bayrou (Justicia), Richard Ferrand (Cohesión territorial), Sylvie Goulard (Defensa) y Marielle De Sarnez (Asuntos europeos) y Macron aprovechó sus salidas para recomponer su Gabinete de “intachables” después de las legislativas, en las que su partido arrolló a los rivales.
"Francia está de vuelta"
Pero al margen de convertir la oposición en un solar, Macron se ha empleado a fondo en revolucionar la política del país vecino. En su inédito y magno discurso ante el Parlamento en Versalles anunció que quiere reducir un tercio el número de diputados y senadores para “aligerar la administración”, también quiere limitar los mandatos de los cargos públicos para evitar políticos “eternos” e introducir la proporcionalidad en las elecciones legislativas. “Lo que queremos conseguir es una verdadera revolución”, proclamó.
Más allá de las medidas de regeneración y las innovaciones estílísticas, Macron se ha empleado a fondo por poner la política internacional como prioridad de su mandato. Su firmeza ante Donald Trump o Vladimir Putin ha sido sobre todo un ejercicio de gestos -un terreno que el presidente francés domina como pocos- pero también le ha valido para postularse como líder del mundo libre. “Francia está de vuelta”, ha presumido el primer ministro Edouard Philippe.
A la vuelta de las vacaciones su agenda exterior seguirá igual de cargada que hasta ahora. Entre el 23 y el 25 de agosto viajará por Austria, Rumania y Bulgaria, poco después, el día 27, se reunirá en Lyon con Paolo Gentiloni con motivo de la cumbre franco-italiana. La maratón diplomática seguirá un día después en París con un encuentro con Merkel, Rajoy y Gentiloni y finalizará el 18 de septiembre con la Asamblea General de la ONU en Nueva York.
Asignaturas pendientes
Pero la principal fecha marcada en el calendario de la ‘rentrée’ de Macron es el 21 de agosto, día en el que está prevista una reunión entre miembros de su gobierno y representantes de las agrupaciones sindicales. Sobre la mesa estarán los detalles de la reforma laboral que el presidente quiere sacar adelante en septiembre.
La nueva legislación, que contemplaría dejar en segundo plano la negociación colectiva, ya tiene levantados en armas a sindicatos y oposición. La Confederación General de Trabajadores (CGT) ha convocado una huelga para el 12 de septiembre y la Francia Insumisa de Melénchon organiza una gran marcha ante los previsibles recortes sociales para el día 21 del mismo mes.
En el horizonte complicado del presidente francés también están otras reformas que amenazan con hundir aún más su popularidad. A saber: la bajada de cinco euros al mes en las ayudas al alquiler, la modificación del seguro de desempleo o los Presupuestos de 2018 en los que tendrá que contemplar las exigencias de Bruselas, que reclama que Francia reduzca su déficit público por debajo del 3%.
Las cuentas llegarán a la Cámara baja en octubre y pasarán el trámite parlamentario sin gran oposición debido a la clara superioridad numérica de En Marche! pero el desencanto creciente entre sus votantes, muchos de ellos ‘robados’ de los partidos a su izquierda y a su derecha, puede hacer mella.
“El balance es trivial: 100 días de una estrategia de comunicación desmesurada y muy pocas medidas concretas. El golpe con el muro de la realidad va a ser violento”, ha pronosticado el diputado de Los Republicanos Eric Ciotti.
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