Bruselas

"Confianza, paciencia y persistencia". El presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, recurre de nuevo al mantra que viene repitiendo los últimos meses para justificar el mantenimiento de su política de estímulos monetarios. Pese a que la eurozona crece a un ritmo del 2,5% y a que los indicadores de confianza marcan máximos que no se veían desde hace 18 años, el banquero italiano ha defendido este jueves que la economía todavía necesita la respiración asistida del BCE.

"En general, sigue siendo necesario un amplio grado de estímulo monetario para que las presiones inflacionistas continúen acumulándose", ha dicho Draghi en rueda de prensa tras la reunión mensual del Consejo de Gobierno del BCE que discute sobre los tipos de interés. La tasa de inflación de la eurozona se situó en el 1,4% en diciembre de 2017, una décima menos que el mes anterior y todavía lejos del objetivo del 2% que se ha marcado el BCE. Y la inflación subyacente -excluyendo la energía y los alimentos- se mantiene en el 0,9%.

"¿Podemos cantar victoria? La respuesta es que todavía no", sostiene el presidente del BCE. Aún no hay signos convincentes de una tendencia al alza en la inflación que permita alcanzar el objetivo del 2%, una de cuyas manifestaciones debería ser el aumento de salarios. De hecho, el BCE cree que el nivel de precios se mantendrá en niveles similares durante los próximos meses.

Por todo ello, el Consejo de Gobierno ha decidido dejar intactas todas las medidas de estímulo económico. El tipo de interés de referencia se mantiene en el 0%, su mínimo histórico, mientras que la facilidad de depósito seguirá en el -0,4%, es decir, que los bancos deben pagar esta penalización por aparcar sus fondos en Fráncfort. Además, el BCE mantiene su programa de compra de deuda (cuyo importe ha bajado en enero de 80.000 millones a 30.000 millones al mes) al menos hasta septiembre, y no descarta volverlo a prorrogarlo si es necesario.

Críticas a Estados Unidos

Con estas medidas, Draghi ha querido poner coto a la especulación de que el BCE podría acelerar la retirada de los estímulos monetarios debido a la fuerza de la expansión económica en la eurozona. El presidente del BCE insiste en que los tipos de interés se mantendrán en el 0% hasta mucho después de que acabe la adquisición de bonos. Y prácticamente ha descartado que el precio del dinero aumente en 2018. "Basándonos en los datos de hoy, veo muy pocas posibilidades de que los tipos de interés puedan subir este año", ha dicho.

Draghi ha intentado además minimizar las divisiones dentro del Consejo de Gobierno sobre la política a seguir. Algunos banqueros, como el alemán Jens Weidmann o el holandés Klaas Knot, quieren anunciar ya la fecha del final definitivo del programa de compra de deuda. Pero el banquero italiano prefiere dejar todavía todas las opciones abiertas. "No creo que las diferencias entre los miembros del BCE sean tan sustantivas como otras veces en el pasado", ha zanjado.

Al BCE le preocupa la apreciación del euro frente al dólar en las últimas semanas, ya que dificulta alcanzar los objetivos de inflación. Y culpa a la administración de Donald Trump, en particular a su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, que ha defendido en los últimos días un dólar débil, contradiciendo la política tradicional de Estados Unidos. "Varios miembros han expresado inquietud. Una inquietud que va más allá del tipo de cambios y afecta al estatus de las relaciones internacionales ahora".

Las declaraciones de Mnuchin -al que nunca se ha referido por su nombre- no se ajustan a lo acordado en el seno del Fondo Monetario Internacional, se ha quejado Draghi. "La reciente volatilidad en los tipos de cambio representa una fuerte de incertidumbre que requiere vigilancia por lo que se refiere a sus posibles implicaciones para la estabilidad de precios a medio plazo", ha criticado.

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