Bruselas

20 de agosto de 2018. La fecha está marcada a fuego en el calendario del primer ministro griego, Alexis Tsipras. Es el día en el que expira el tercer programa de asistencia financiera concedido por la Unión Europea y en el que Grecia volverá en teoría a financiarse autónomamente en los mercados. El punto y final a ocho años de rescates en los que Atenas ha recibido alrededor de 260.000 millones de la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Un periodo de depresión económica sin precedentes y tutela directa desde Bruselas y Berlín. El Eurogrupo ha empezado a preparar este viernes en Sofía la estrategia de salida, cuyos dos pilares centrales siguen enfrentando a los ministros: el mecanismo de vigilancia para Grecia a partir de ahora y el posible alivio de la deuda helena que reclama el FMI. 

"Será un momento importante porque supone el fin de la era de asistencia financiera para Grecia, pero también el fin de la era de asistencia financiera para la zona euro. Será verdaderamente la última página de la historia de la crisis de la eurozona: llegamos a rozar el Grexit y lo evitamos y ahora estamos construyendo una historia de éxito para Grecia", ha proclamado el comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici. Se ha completado el 90% del esfuerzo, pero no deben subestimarse las dificultades del 10% restante, ha avisado.

El comisario de Asuntos Económicos, Pierre Moscovici, en Sofía Stoyan Nenov/Reuters

En primer lugar, el Gobierno de izquierda radical de Syriza debe adoptar los ajustes exigidos por Bruselas para recibir el último tramo de ayuda del rescate. Los inspectores de la Comisión, el Banco Central Europeo (BCE), el FMI y el fondo de rescate (MEDE) viajarán a Atenas el próximo 14 de mayo para tratar de cerrar un acuerdo con Tsipras. En total, quedan todavía 88 ajustes pendientes, aunque la mayoría suponen la puesta en práctica de decisiones ya adoptadas. Las grandes reformas por hacer se limitan al sector de la energía y a las privatizaciones.

Aunque tradicionalmente Grecia ha arrastrado los pies, sus socios europeos esperan que ahora acelere porque está en juego la salida del rescate. El tramo final de ayuda que se pagará en agosto será "grande" para que el Gobierno de Atenas pueda contar con un "colchón de liquidez" que le permita resistir más de doce meses en caso de turbulencias en los mercados, ha anunciado el director del fondo de rescate (MEDE), Klaus Regling. La cifra todavía no se ha definido.

El ministro de Finanzas griego, Euclides Tsakalotos, ha repetido este viernes que no quiere ninguna línea de crédito preventiva de la UE, una muleta temporal que sí le aconseja el Banco Central de Grecia. El Gobierno de Syriza quiere una salida limpia de la era de los rescates, un corte radical que le permita presentarse ante el electorado como el que, pese a todas las dificultades y retrasos, puso fin a la austeridad. "No habrá programa, así que tampoco habrá medidas previas ni revisiones", ha presumido Tsakalotos en rueda de prensa.

Vigilancia para impedir la marcha atrás

La segunda preocupación del Eurogrupo es precisamente qué tipo de controles se aplicarán a Atenas en el futuro para garantizar que no da marcha atrás en las reformas adoptadas y que devuelve todo el dinero de los rescates. En la actualidad, los países que se han beneficiado de programas de asistencia financiera, como España, reciben visitas semestrales de vigilancia de los inspectores de la Comisión y el BCE. Para Grecia se prepara un mecanismo mucho más estricto, tanto por la cantidad de dinero que está en juego como por la desconfianza que sigue generando el Gobierno de Tsipras.

"Aunque el programa acabe, la puesta en marcha de las reformas aprobadas en los últimos años deberá continuar. Por ello hace falta un mecanismo para apoyar esta puesta en práctica y verificar que continúe una política presupuestaria seria. Todavía hay que precisar el marco concreto de esta vigilancia, que es también importante para enviar una señal de confianza a los mercados", ha explicado Moscovici.

El tercer problema, y el más difícil de resolver, es cómo reducir la carga de la deuda de Grecia, que se sitúa ya en el 178,6% del PIB. Se trata de la condición previa que exige el FMI para sumarse al tercer rescate, aunque sea en este tramo final. Y hasta ahora ha chocado con la oposición constante de Alemania. El Eurogrupo está trabajando en un mecanismo de alivio de la deuda ligado al crecimiento. En los años de bonanza económica Atenas tendrá que pagar más, pero la factura se reducirá en periodos de crisis o recesión. 

¿Qué hará Alemania?

¿Aceptará el nuevo Gobierno de Gran Coalición en Berlín esta solución? En su primer Eurogrupo, el nuevo ministro alemán de Finanzas, Olaf Scholz, ha optado por un tono positivo pero ha dado pocas pistas sobre su posición. "Hoy puede haber una visión mucho más optimista sobre Grecia que hace unos años", ha dicho a su llegada a Sofía.

El nuevo ministro alemán de Finanzas, Olaf Scholz, durante el Eurogrupo Oleg Popov/Reuters

Por su parte, el Banco Central Europeo ha insistido en que las medidas de alivio de la deuda deben ser "sólidas y creíbles". "Cuanto más pronto se apliquen, cuanto más automáticas sean, es decir, que no estén sujetas a condiciones, más contribuirán a construir la confianza entre Grecia y los mercados de capitales", resalta el representante francés en el directorio del BCE, Benoît Coeuré

El objetivo de los dirigentes de la UE es encajar todas las piezas del rompecabezas en el Eurogrupo que se celebrará el 21 de junio en Luxemburgo. Cualquier retraso o nueva trifulca entre Atenas y sus acreedores podría provocar nuevas turbulencias en los mercados y complicar la "salida limpia" a la era de los rescates que espera Tsipras.