“No tuve suerte. Era la primera vez que veía la nieve, y después de tres días de dormir bajo esta quedé gravemente enfermo. Gracias a la organización Médicos Sin Fronteras pude ir a un hospital, pero apenas mejoré un poco volví a la calle. Así es en Francia”, según Daouda, un joven de 16 años de Guinea.
Esta es la situación de más de 200 niños que duermen en las calles de París cada noche. “Como una lotería: el trato arbitrario que reciben los niños migrantes no acompañados en París”, es el título del informe de Human Rights Watch que muestra las tácticas que utilizan las autoridades francesas para no reconocer a estos jóvenes como menores de edad. Estadísticas del Ayuntamiento de París muestran que cerca de 6.700 presuntos menores acudieron al Dispositivo de Evaluación de Menores Migrantes No Acompañados (DEMIE) en 2017, y casi el 45% fue rechazado, algunas veces con un simple no verbal. Sin más explicación.
“Nos encontramos con niños que están desolados, no porque hayan sido torturados, secuestrados o violados en su travesía hasta Francia, sino porque en el momento en que finalmente llegan al país y que tienen el sentimiento de alegría por haber llegado al final de su viaje, no los acogemos. Los maltratamos”, dijo Corine Torre, de Médicos Sin Fronteras.
El número de menores migrantes no acompañados ha aumentado en los últimos años en Francia. El sistema de bienestar infantil acogió a más de 25.000 en el 2017: un 92% más que el año anterior. Casi la mitad de ellos pide protección en París, pero terminan siendo destinados a otras localidades. En febrero de 2018, cuando Human Rights Watch comenzó esta investigación, se estima que 400 niños no acompañados estaban “durmiendo a la intemperie” en la capital francesa.
A los pequeños les preocupa la inseguridad en las calles de París. Mahamadou Z., de 16 años dijo a HRW que tiene miedo en las noches porque no se sabe quien es quien y cualquiera pudiera hacerle daño. Y Ramatoulaye S, de 17 años contó que mientras dormía le robaron la maleta en la que tenía su ropa, y en pleno invierno se quedó sin cobijo.
Como solo cuentan con el hogar de emergencia por cinco días, los niños tienen que buscar otras opciones para apenas llegan. Kamrul R, un chico de 16 años proveniente de Bangladesh, ha encontrado lugares para dormir gracias a la organización Utopia, donde “iba todo los días para que una mujer me asigna un lugar para dormir. En el día me dedico a caminar en busca de comida y un lugar para ducharme”. Algunas veces los menores que no encuentran refugio duermen en tiendas de campaña con los otros 2.200 adultos que se alojan en las calles de la ciudad, según el grupo France Terre d´Asile.
Excusas de los oficiales
Por ley, la evaluación de edad de los jóvenes debe ser multidisciplinar para que los agentes tengan más datos, y el cálculo sea lo más asertivo posible. Es importante saber la procedencia familiar del solicitante, las razones por las que abandona el país y sus planes para el futuro. Pero el informe de HRW critica que algunos de los niños son privados de dicha entrevista en el momento en que entran por la puerta de la entidad competente y los rechazan porque su físico no parece el de un menor de edad. Además, algunas de las entrevistas no duran más de cinco minutos, y los menores son interrogados duramente, lo que constituye un incumplimiento de las leyes francesas.
“Fue un poco difícil, tienes la impresión de que no te creen. Te sientes perdido. El oficial me quería asustar. Me hizo preguntas que no podía entender, como ‘dime el barrio más importante de tu localidad’, o ‘¿en qué se basa el comercio en tu país?’, y yo no sabía qué responder. En otros casos, los examinadores le dijeron a jóvenes de países francófonos que hablaban demasiado bien francés para ser menores.
A menudo a los menores migrantes se les niega el reconocimiento como niños si carecen de documentos de identidad, descubrió Human Rights Watch. Pero las normas internacionales y las regulaciones francesas establecen que el método principal para establecer la edad aproximada debe ser a través de entrevistas, reconociendo que los documentos pueden perderse durante los arduos viajes. Incluso aquellos que tienen documentos son rechazados porque las autoridades los consideran inválidos pese a que la legislación francesa establece que dichos documentos son válidos a menos que existan razones fundadas para creer lo contrario.
Otro argumento que han citado autoridades francesas para excluir a los migrantes del programa es que si han trabajado en su país de origen o durante el viaje no pueden ser menores de edad, a pesar de que millones de niños trabajan en todo el mundo, incluso en condiciones peligrosas o perjudiciales. Otro motivo de rechazo ha sido que el hecho de que los niños viajen solos es un signo de madurez, pero el informe muestra que a muchos no les queda otra opción porque sufren abusos por sus familiares o que los suyos no tienen los medios económicos para acompañarlos.
Cuando los niños solicitan una revisión de la decisión adversas, algunos jueces ordenan pruebas óseas para determinar su edad. Pero los cuerpos médicos en Francia y otros países se han dado cuenta de que esos exámenes no son un medio confiable para determinar la edad, particularmente para los adolescentes mayores, y han pedido que se ponga fin a su uso.
“Estos niños han sobrevivido a travesías increíblemente difíciles y peligrosas, sólo para verse privados de la protección y la atención que necesitan”, dijo Bénédicte Jeannerod, directora de Francia para Human Rights Watch. Algunos de los niños quedan en un limbo por meses mientras las autoridades definen su status.
Muchos franceses han intervenido para ayudar a estos niños abriendo sus casas, proporcionando alimentos, organizando clubes de fútbol, teatro de improvisación y otras actividades. Pero estos esfuerzos dependen de voluntarios y no pueden cubrir todas las necesidades. Por el contrario, Francia tiene los medios y la obligación de proporcionar la atención y la protección adecuadas a todos los niños dentro del territorio francés, independientemente de su situación migratoria según HRW.