El auge del ultraderechista Demócratas de Suecia y la caída de los grandes partidos, socialdemócratas y conservadores, que pronostican los sondeos convierten las elecciones suecas del domingo en las más inciertas en tiempos recientes.
Suecia, que celebra también comicios locales, viene de una movida legislatura, con un ejecutivo rojiverde apoyado por los excomunistas que ha gobernado con el 43% de los votos, gracias a que la Alianza de centroderecha no ha querido pactar con Demócratas de Suecia (SD, por sus siglas en sueco), tercera fuerza con casi el 13%.
Todo apunta a que la situación se complicará aún más ahora: casi todas las encuestas colocan al SD segundo con cerca del 20%, por delante de los conservadores y a 5-6 puntos de los socialdemócratas, ambos partidos en una situación calamitosa.
Si los conservadores pueden perder dos quintas partes del apoyo logrado durante los dos ejecutivos de Fredrik Reinfeldt (2006-2014), los socialdemócratas -el partido más votado en el último siglo y que ha gobernado en 65 de los últimos 82 años- pueden empeorar en varios puntos los peores resultados de su historia (30,7% en 2010).
Nexos con grupos neonazis
A costa de ambos ha crecido el SD, partido con fuerte vinculación con grupos neonazis en su origen a finales de 1980 y que en las dos últimas décadas ha depurado a los elementos más radicales para tratar de equipararse a fuerzas nacionalconservadoras de corte xenófobo aceptadas desde hace años en otros países nórdicos.
La ultraderecha sueca, que se ha beneficiado de la crisis por la oleada de refugiados llegados en los últimos años, aspira a reforzar su papel de árbitro y romper el aislamiento creciendo tanto que no pueda ser ignorada por el resto de partidos, de los que lo separa también su postura a favor de la salida de la Unión Europea (UE).
El crecimiento del SD no ha hecho variar por el momento la línea general de socialdemócratas, ni de conservadores, ni de sus aliados.
"No vamos a mantener negociaciones de gobierno ni a gobernar con el SD", ha reiterado el líder conservador, Ulf Kristersson, al mismo tiempo que insiste en su intención de formar ejecutivo con sus tres socios de la Alianza (centristas, liberales, cristiano demócratas), independientemente de si el centroizquierda suma o no más votos.
Según las leyes electorales suecas, no es necesario tener mayoría absoluta para gobernar, basta con no tener una mayoría en contra: Kristersson cuenta con que la ultraderecha permita un ejecutivo de centroderecha antes que dejar mandar a la izquierda.
Pero el líder del SD, Jimmie Åkesson, ya ha avisado de que su apoyo no es automático y menos gratuito.
"Te lo tomas muy a la ligera, no dices cómo vas a hacer caer al gobierno. Tienes dos posibilidades para gobernar: o con el apoyo de Stefan Löfven (primer ministro socialdemócrata) o venir a hablar conmigo, pero no quieres", le dijo hace unos días Åkesson en un debate electoral organizado por el diario Aftonbladet.
Löfven ha defendido la necesidad de romper la política de bloques y lanzado guiños a centristas y liberales, los más reacios a cualquier contacto con la ultraderecha, un tema espinoso que provocó hace un año la salida de la anterior líder conservadora, Anna Kinberg Batra, tras abrirse a pactos puntuales con el SD.
Durante la campaña, un intento de colaboración postelectoral en Sölvesborg -al sur de Suecia y feudo de Åkesson- anunciado entre las agrupaciones locales de la ultraderecha y los cristianodemócratas fue rápidamente desautorizado por la cúpula de este último.
Pero los electores de derecha no parecen tan tajantes como los líderes de sus partidos: según un estudio reciente de Dagens Nyheter, principal diario sueco, el 59% de los votantes del SD quieren que gobierne con los conservadores y uno de cada tres apoya que esta última fuerza le abra los brazos a la ultraderecha.
El resto de formaciones ha centrado buena parte de sus ataques en campaña en el SD, sobre todo los socialdemócratas, a quienes Akesson acusó el domingo, antes de una entrevista en la televisión pública, de ser una "fábrica de mentiras" contra su partido y de minar el proceso democrático.
El SD, que en 2014 mejoró de 1,8 a 3,5 puntos el resultado que le daban las encuestas, no ha sido ajeno a los escándalos en campaña: las revelaciones del diario Expressen sobre simpatías y contactos con el nazismo de varios candidatos locales provocaron una docena de expulsiones, aunque de momento no le ha afectado en los sondeos.