"¿Están ustedes (los europeos) hartos de nosotros (los británicos)?, le ha preguntado un periodista de la BBC en Bruselas al secretario de Estado alemán para Europa, Michael Roth. El aludido apenas ha podido disimular un suspiro de resignación. "Estoy triste. Es una situación realmente triste, no sólo para la gente en Reino Unido sino también para nosotros en la UE a 27", ha contestado.
Los dirigentes de la UE han perdido ya la paciencia con el caos de la política británica y con los giros y contorsiones de Theresa May para tratar de salvar el acuerdo del brexit y con él su propio cargo. El desconcierto y la incertidumbre son los sentimientos imperantes en Bruselas tras la decisión de la primera ministra británica de aplazar indefinidamente la votación del pacto en la Cámara de los Comunes por miedo a una derrota humillante.
"Estamos muy preocupados por el retraso del voto sobre el Acuerdo de Retirada. Hemos hecho mucho para ayudar a Reino Unido. Este acuerdo es el único acuerdo posible y hemos hecho muchas concesiones para alcanzarlo. Así que esperamos sinceramente que pueda haber una mayoría para ratificarlo. Pero debemos estar listos para el no acuerdo y nos estamos preparando para ello", avisa la responsable francesa de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau. ¿Entonces es usted pesimista?, le han interrogado. "Estoy muy preocupada", ha contestado ella.
La primera ministra británica se ha quedado prácticamente sin opciones tras la gira de capitales de emergencia que ha realizado este martes con el propósito de salvar su acuerdo del brexit. La respuesta que ha recibido de los dirigentes europeos ha sido en todos los casos la misma: buenas palabras y poco más. La UE no renegociará las 585 páginas del acuerdo de divorcio. Como mucho, están dispuestos a ofrecer un apaño sin valor jurídico similar al que obtuvo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre Gibraltar: una declaración política que interprete el texto del Tratado de Retirada, en particular la cuestión de la frontera en Irlanda.
Fiel a su fama de resistente, May ha asegurado que seguirá dando la batalla. Reclama todavía más ayuda y más concesiones de sus socios de la UE para lograr que el Parlamento británico ratifique el acuerdo del brexit. Más flexibilidad en la solución que se ha pactado para evitar una "frontera dura" entre Irlanda e Irlanda del Norte. Una red de seguridad que según los conservadores euroescépticos atrapará a Reino Unido en una unión aduanera permanente con la UE y le obligará a seguir aplicando indefinidamente las reglas comunitarias, pero sin voz ni voto para aprobarlas.
"El backstop (así se denomina la solución para la frontera en jerga bruselense) es una garantía necesaria para la gente de Irlanda del Norte. Pero no queremos que esta solución se utilice. Y si al final se usa queremos estar seguros de que sea sólo temporal. Estas son las garantías que quiero obtener del resto de líderes en los próximos días", ha declarado May tras una primera tanda de reuniones. La primera ministra británica ve una "voluntad compartida" entre los líderes de la UE de "afrontar este problema", pero asegura que todavía está en la fase inicial de negociaciones.
No hay margen para la renegociación
La agenda de May es realmente agotadora. A primera hora de la mañana, desayunaba en La Haya con el primer ministro holandés, Mark Rutte. A mediodía, almuerzo en Berlín con la canciller Angela Merkel. Por la tarde, reuniones en Bruselas con el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, y el de la Comisión, Jean-Claude Juncker. "Esta claro que la UE de los 27 quiere ayudar. La cuestión es cómo", ha tuiteado un frustrado Tusk tras su encuentro de una hora con la primera ministra británica.
"Ella quiere garantías adicionales y vinculantes de que Reino Unido no quedará permanentemente atrapado en el backstop. Este ha sido el problema que está en el núcleo de las preocupaciones de muchos miembros del Parlamento británico", asegura el ministro británico de Asuntos Europeos, Martin Callanan. Es decir, a Londres no le serviría lo que le ofrece de momento la UE, una simple declaración política como la que sirvió para que Sánchez capitulara sobre Gibraltar. La solución que reclama May debe tener algún tipo de valor legal. "Tienen que ser garantías jurídicamente vinculantes", insiste Callanan.
"El acuerdo que hemos alcanzado es el mejor posible. Es el único acuerdo posible. No hay absolutamente ningún margen de renegociación. Todo el mundo debe saber que el Acuerdo de Retirada no va a reabrirse", ha insistido Juncker en un discurso ante el pleno de la Eurocámara. Un mensaje contundente antes de reunirse con la primera ministra británica. Eso sí, el presidente de la Comisión admite que "si se usa de forma inteligente, sí que hay bastante margen para aclaraciones y para interpretaciones adicionales, sin abrir el Acuerdo de Retirada".
Lo que está pidiendo May a la UE para Irlanda del Norte "se parece muchísimo a las declaraciones que obtuvo España hace 15 días (sobre Gibraltar), cuyo valor jurídico ha sido cuestionado", sostiene el secretario de Estado para la UE, Luis Marco Aguiriano. "Tendría su aquel que esta vez sea la parte de Reino Unido la que jurara y perjurara que este tipo de declaraciones tienen valor jurídico", ha ironizado Aguiriano. Al Gobierno de Sánchez le sigue doliendo que se pongan en duda las garantías que arrancó a Bruselas sobre la Roca.
¿El modelo español o el modelo holandés?
Sin embargo, los británicos invocan un precedente distinto al usado con España para Gibraltar. Se remiten a las concesiones que Bruselas ofreció al Gobierno de La Haya en 2016 cuando Holanda rechazó en referéndum el Acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania. El veto holandés significaba que el pacto, cuyo objetivo era proteger a Kiev frente a las interferencias de Rusia, nunca entraría en vigor.
Por eso, la UE acabó aprobando una declaración interpretativa jurídicamente vinculante que respondía a las inquietudes holandeses pero sin tocar ni una coma del texto del Acuerdo de Asociación. El interés por esta opción, mucho más potente que el "triple blindaje" del que presumía Sánchez por el Peñón, explicaría por qué May ha ido a ver a Rutte este martes.
¿Puede replicarse ahora la misma solución para aplacar al Parlamento británico? May quiere que esta declaración jurídicamente vinculante obligue a las dos partes a pactar un acuerdo comercial que haga innecesario activar la red de seguridad para Irlanda del Norte. Y que si no queda más remedio que utilizarla porque no se encuentran otras alternativas para evitar una frontera dura, la unión aduanera entre la UE y Reino Unido será temporal y existirán mecanismos de escapatoria para Londres.
Bruselas comparte esta declaración de intenciones, pero se resiste a convertirla en un compromiso jurídicamente vinculante: eso equivaldría a vaciar de contenido las garantías que se han dado a los irlandeses. "Nunca dejaremos a Irlanda sola", asegura Juncker.
A la espera de que se encuentre una solución, la cuenta atrás hacia la salida de Reino Unido de la UE avanza de forma imparable. La fecha ya está fijada para el 29 de marzo de 2019. Si no se toma ninguna decisión, el único escenario posible es un brexit caótico sin acuerdo, que causará graves perjuicios económicos. May ni siquiera ha confirmado cuándo se votará el pacto de divorcio, aunque su portavoz dice que será antes del 21 de enero, es decir, después de Navidad. La última esperanza de la primera ministra británica parece ser que la Cámara de los Comunes se asome al abismo y decida en el último minuto respaldar su acuerdo de brexit.
El Gobierno irlandés, el más afectado por un brexit caótico, insiste en que Londres todavía está a tiempo de parar el reloj. Una posibilidad que le acaba de reconocer el Tribunal de Justicia de la UE. "Todo el mundo quiere evitar un escenario de no acuerdo y Reino Unido tiene el poder de retirar esta amenaza. Lo pueden hacer revocando el artículo 50 (el que desencadenó la cuenta atrás de dos años hasta el divorcio) o, si eso es demasiado, pidiendo una prórroga del artículo 50", ha dicho el primer ministro irlandés, Leo Varadkar. Precisamente, Dublín era la próxima parada este miércoles en la gira de May. La primera ministra británica ha cancelado el viaje tras conocerse que los euroescépticos de su partido quieren destituirla.