La petición de ayuda que ha dirigido Theresa May al resto de líderes de la UE para lograr que el Parlamento británico ratifique el acuerdo del brexit tenía un tono de desesperación, casi de súplica. "Debemos hacer esto bien. No nos guardemos ninguna bala en la recámara. Trabajemos juntos intensamente para lograr que este acuerdo se haga realidad en el mejor interés de nuestros ciudadanos", les ha dicho a los jefes de Estado y de Gobierno de los 27 durante la cena del Consejo Europeo. Pero la primera ministra británica regresa a Londres con las manos vacías: sus homólogos han rechazado facilitarle las concesiones que reclama.
May ha viajado a Bruselas tras haber sobrevivido a la moción de no confianza promovida por el ala euroescéptica radical de su propio partido. "Es una mujer distinta", asegura un alto diplomático. Por un lado, ha logrado una tregua de doce meses durante la que sus compañeros tories no podrán promover otro golpe contra ella. Por otro lado, sale todavía más debilitada: 117 correligionarios votaron contra ella. Y sigue sin contar con apoyos suficientes para lograr que la Cámara de los Comunes apruebe las 585 páginas del Tratado de Retirada, ya que los laboristas y los unionistas irlandeses también se oponen. La votación, prevista para el 11 de diciembre, se ha aplazado indefinidamente.
En el Consejo Europeo, la primera ministra británica ha pedido a sus socios "garantías políticas y jurídicas" de que Reino Unido no quedará atrapado indefinidamente en una unión aduanera con la UE, la red de seguridad que se ha pactado para garantizar que nunca habrá una frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte. Esta solución horroriza a los euroescépticos partidarios de una ruptura radical con Bruselas, que sostienen que así Reino Unido se convertirá en un "vasallo" de la UE. May reclama que esta solución sea temporal y que Londres pueda escapar unilateralmente.
"Tenemos que cambiar la percepción de que el backstop (así se denomina a la solución para Irlanda del norte en la jerga bruselense) podría ser una trampa de la que Reino Unido no pueda escapar", ha pedido a los líderes europeos. "A nadie nos interesa correr el riesgo de un no acuerdo por accidente, con todos los problemas que traería. O dejar que esto (las negociaciones del brexit) se alargue todavía más", avisa la primera ministra británica.
En su desesperación, May ha terminado su discurso invocando el factor personal. "En los últimos dos años, espero haber demostrado que podéis confiar en que haré lo correcto, por muy difícil que pueda ser para mi políticamente. Hoy os pido que confiéis en mi criterio de que este paquete (de concesiones) dará a nuestro acuerdo la mejor oportunidad" de que sea aprobado en los Comunes.
Muy difícil que el Parlamento británico apruebe el acuerdo
Ni siquiera la apelación emocional ha hecho mella en los líderes europeos. Los 27 admiran la tenacidad y la capacidad de resistencia de la primera ministra británica. Pero no están dispuestos a darle unas garantías jurídicas que supondrían vaciar de contenido el acuerdo de divorcio por la puerta de atrás y que además ni siquiera aseguran su aprobación en la Cámara de los Comunes. "Es una gran líder", ha dicho de May el primer ministro holandés, Mark Rutte. "Ha llevado a cabo un combate virtuoso y valiente, pero los resultados no están ahí", lamenta el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker.
"No habrá nuevas obligaciones legales que se impongan a la UE, eso está totalmente claro. Podemos aportar algunas aclaraciones, pero no habrá una renegociación", ha asegurado Juncker al término del debate sobre el brexit en la cumbre de Bruselas. El presidente de la Comisión se queja del debate "nebuloso e impreciso" en Reino Unido, que dos años y medio después del referéndum todavía no sabe lo que quiere en sus relaciones futuras con Bruselas.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sido uno de los líderes que con más rotunidad ha rechazado ofrecer garantías jurídicas a May. "En el fondo es una forma de reapertura de algo que ya está negociado y no sabemos siquiera si eso le va a valer para sacar adelante la votación", explican fuentes diplomáticas.
Además, si Reino Unido logra estas concesiones, otros Estados miembros pedirían algo similar: España para su veto sobre el estatus de Gibraltar o Francia para mantener el acceso a las aguas británicas para su flota. "¿Por qué vamos a dar garantías jurídicas justo a esto y no a otras cosas?", señalan las fuentes consultadas.
Los líderes europeos se han limitado a poner negro sobre blanco lo que ya se sabe. Que acelerarán los trabajos para tratar de cerrar un nuevo acuerdo comercial con Reino Unido para 2020, de forma que sea innecesario activar la red de seguridad para Irlanda del Norte. Y que si al final el backstop se tiene que usar, el objetivo común es que se aplique de forma temporal, hasta que se encuentre otra alternativa que evite una frontera dura. Una declaración política de buenas intenciones, pero sin ningún valor jurídico.
¿Cuál es el siguiente paso? La incertidumbre es total. May ha trasladado a sus socios europeos que "lo tiene muy difícil" para hacer ratificar el acuerdo de divorcio. Todavía no hay fecha oficial para la votación, aunque se rumorea que podría ser durante la semana del 15 de enero. Ni siquiera se sabe si antes de esa fecha, la primera ministra británica volverá a Bruselas a pedir algo más concreto, porque en su explicación de este jueves "no ha habido claridad".
En Bruselas se asume ya que la hipótesis más probable es un brexit caótico. Reino Unido abandonará la UE el 29 de marzo de 2019 sin ningún tipo de acuerdo de divorcio, lo que se traducirá en una catástrofe económica, sobre todo para Londres. Los 27 han acordado acelerar los planes de contingencia. La Comisión Europea publicará el 19 de diciembre una nueva tanda de información sobre los preparativos para el peor de los escenarios.
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