En realidad no ha sido un auténtico debate, sino una sucesión de preguntas de los moderadores y respuestas de los aspirantes, que apenas han interactuado entre sí. El hemiciclo de la Eurocámara se ha convertido este miércoles en escenario del gran debate final entre los seis candidatos declarados a sustituir a Jean-Claude Juncker tras las elecciones europeas del 26 de mayo. Un formato encorsetado que ha resultado monótono, por momentos aburrido, y ha dejado muy poco espacio para la confrontación de ideas.
Pese a ello, en la discusión han emergido dos visiones opuestas sobre el futuro de Europa. Por un lado, los candidatos que defienden una Europa reformada, mejorada para hacerla más eficaz. Discrepan en cuestiones como la política migratoria o el peso de la austeridad, pero no cuestionan la integración europea ni quieren dar marcha atrás. En esta posición están el popular Manfred Weber, el socialista Frans Timmermans, la liberal Margrethe Vestager, la verde Ska Keller e incluso el candidato de la izquierda radical Nico Cué. Es el consenso de las familias europeístas tradicionales.
En el otro extremo se ha situado el candidato de la derecha euroescéptica, que aboga por una Europa recortada en la que los Estados miembros recuperen soberanía. "No podemos seguir avanzando hacia una unión cada vez más estrecha. Necesitamos una UE recortada, flexible, descentralizada, en la que la Comisión respete a los Gobiernos nacionales, que no los combata ni les dé lecciones", ha defendido el checo Jan Zahradil, de la Alianza de Conservadores y Reformistas. Una derecha radical que en la próxima legislatura sopesa aliarse con la ultraderecha de Matteo Salvini y Marine Le Pen, que no estaban en el debate porque no han designado candidato, pero a la que las encuestas le dan una fuerte subida.
¿Gran coalición o pacto de izquierdas?
El debate apenas ha dejado dos frases para el recuerdo. La primera, de Timmermans: "Reino Unido es ahora como Juego de Tronos con esteroides por el brexit". El candidato socialista ha sido además el más vehemente de los seis, hasta el punto de resultar a veces agresivo. Y el único que ha salido al ataque para criticar a su contrincante del PPE, al que ha acusado de querer "castigar" al Gobierno socialista portugués por abandonar la austeridad. Ha sido el ganador del debate. Weber, que no se esperaba la acometida, ha apelado al consenso para defenderse de las acometidas de Timmermans y de otros candidatos. El alemán ha tenido la actuación más floja de la noche.
El candidato socialista ha aprovechado además el debate para ofrecer un pacto al Partido Verde Europeo y al Partido de la Izquierda Europea tras el 26-M cuya espina dorsal sería la política medioambiental y de lucha contra el cambio climático. Una alianza de izquierdas que iría "desde Tsipras (el primer ministro griego) hasta Macron (el presidente francés)", ha dicho Timmermans. Eso significaría romper la gran coalición entre populares y socialistas, con el apoyo liberal, que ha funcionado esta legislatura en la Eurocámara. Ningún otro candidato ha recogido el guante.
La segunda frase lapidaria del debate la ha pronunciado la todopoderosa comisaria de Competencia, Margrethe Vestager: "Para mi un paraíso fiscal es un lugar donde todo el mundo paga impuestos". Pese a ser la que tiene más posibilidades de llegar a la presidencia de la Comisión, la candidata liberal no ha tenido una actuación brillante ni mucho menos. De poco le han servido sus dotes comunicativas. Sus intervenciones han estado plagadas de vaguedades y lugares comunes.
Sólo se ha lucido cuando ha tocado hablar de su cartera y su lucha contra la elusión fiscal de las multinacionales. Ahí ha recordado que Apple, a la que le impuso una sanción récord de 14.000 millones de euros, sólo pagaba el 0,05% en impuestos. Para evitar que se repitan casos así, Vestager aboga por una tasa digital y un tipo mínimo de impuesto de sociedades. Dos medidas que apoyan el resto de partidos (según Timmermans el mínimo debe ser del 18%) salvo la derecha radical. "No queremos impuestos paneuropeos", ha replicado Zahradil.
Diferencias en política migratoria
El tema en el que los candidatos han evidenciado más diferencias es la política migratoria. El candidato de la derecha radical ha dicho que "nunca repetiría el error de las cuotas obligatorias de refugiados, que no funcionaron y ahondaron la división entre el Este y el Oeste". "Hay que respetar el derecho soberano de los Gobiernos a dar o no asilo", insiste Zahradil. El alemán Weber pide "recuperar el control de las fronteras" pero también "responsabilidad humanitaria" y promete nombrar a un comisario para África.
"Yo soy hijo de ilegales, porque mis padres llegaron a Bélgica sin papeles", ha dicho Nico Cué, de origen Asturiano. A su juicio "no hay una invasión de Europa", sino que "la inmigración es una oportunidad". Vestager ha reclamado "soluciones comunes, hacerlo juntos porque si no fracasaremos". Por su parte, Timmermans ha reclamado a los países del Este más solidaridad porque de lo contrario "volverán las fronteras a Europa". Y la candidata verde ha pedido que la UE haga más para rescatar a los migrantes en el Mediterráneo.
En el debate ha quedado claro que ninguno de los candidatos tiene muy claro el papel geopolítico que debe asumir la Unión Europea en un mundo cada vez más inestable por el unilateralismo de Trump, la agresividad de Rusia o el auge avasallador de China. El candidato popular ha defendido que las decisiones de política exterior se adopten por unanimidad, Timmermans ha dicho que los europeos deben ser "firmes con Trump y Putin", mientras que Vestager cree que Europa debe ser "más confiada y dura".
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