-Boris Johnson: "Bien jugado. Lo hiciste muy bien".
-Emmanuel Macron: "Sí, por Dios, no fue nada fácil. Y aún no he terminado".
Las cámaras de televisión británicas captaron esta representativa felicitación del primer ministro británico al presidente francés durante el G-7 en Biarritz. El premier que abandera el nacionalismo populista alabando al líder liberal y multilateralista. Una muestra más de todo el partido que el presidente francés le ha sacado al G-7 de Biarritz. Un cónclave en la práctica vacío de repercusión real en la que los líderes del mundo compiten en influencia a golpe de imágenes y titulares.
Por no haber, no ha habido ni un documento de conclusiones finales de la cumbre. El mandatario galo sabía que las posturas en la mayor parte de los temas de la agenda estaban muy encontradas y optó por la audaz solución de no dejar las diferencias por escrito.
El anfitrión ha tenido que emplearse a fondo para calmar tensiones en más de una ocasión, particularmente para encarrilar el duelo entre Trump y Rohani y para tratar de aplazar el regreso de Rusia al club de los países más ricos y poderosos del planeta.
Para la crisis nuclear entre EEUU e Irán, Macron tiró de as en la manga. Con el espacio aéreo de Biarritz cerrado a cal y canto durante la cumbre, los periodistas que cubrían el G-7 alucinaron literalmente ante el aterrizaje de un avión oficial de Irán. A bordo venía el ministro de Exteriores de Rohani. Todo un giro en el guión en un cónclave que no suele salir de la monotonía.
Trump, que mantiene un severo programa de embargos a Irán desde que rompió de forma unilateral el pacto nuclear con Teherán, accedió a compartir espacio con el enviado de Rohani, aunque rechazó una reunión con él. Ante todo, mantuvo las formas y abandonó la retórica populista. De hecho. en la rueda de prensa final del lunes, el presidente francés se erigió como mediador global al anunciar una "próxima" reunión entre Rohani y Trump. El inquilino de la Casa Blanca asintió pero con un matiz: el encuentro tendrá lugar cuando "se den las condiciones adecuadas".
Hasta ayer ambos eran enemigos declarados. Otro tanto para Macron como líder global... al menos hasta el próximo tuit de Trump. Además, aunque no consta intermediación del líder liberal, Trump ha rebajado de forma ostensible el tono en su guerra comercial con China. Durante estos días en Biarritz, el presidente de EEUU ha pasado de cargar contra el gigante asiático como "gran enemigo" a decir que Xi Jinping es un "gran líder".
El mecanismo de cumbres como la del G-7 no admite desacuerdos. Todas las decisiones deben tomarse por unanimidad y no existen votaciones para desempatar. Macron lo sabe muy bien -antes de ser presidente participó como asesor de Hollande en otras ediciones del G7- y se ha empleado a fondo en ganar la batalla del relato.
Contra el cambio climático
Otro de los aciertos que se lleva de Biarritz es el liderazgo moral en la lucha contra el cambio climático. La cumbre ha discurrido en paralelo al terrible incendio que asola el Amazonas y Macron ha apostado fuerte por retratar a Bolsonaro, cuya política flexible con los agricultores ha facilitado la deforestación de este pulmón verde de la Tierra. Además, el presidente galo amagó con vetar el acuerdo de Mercosur si el líder ultraderechista no cuidaba del Amazonas.
La ofensiva contra el presidente brasileño le ha costado unos irrespetuosos comentarios sobre su mujer, la primera dama Brigitte Macron. El presidente francés respondió a los ataques personales con grandeur: "Las mujeres brasileñas deben sentirse avergonzadas. Brasil necesita un presidente a la altura", despachó.
Al margen de los golpes de efecto, el G-7 sí ha acordado algo concreto sobre el incendio: un paquete financiero urgente de 20 millones de dólares para costear el envío de aviones cisterna y otros recursos a la región.