Bruselas

El plan que ha propuesto este miércoles Boris Johnson para mantener abierta la frontera irlandesa tras el brexit tiene todos los ingredientes para chocar con un rechazo inmediato por parte de la Unión Europea. En circunstancias normales, habría sido tachado por Bruselas de inaceptable de entrada. "A primera vista, arroja por la ventana la mayoría de nuestros acuerdos previos por la ventana. Una frontera será una realidad en Irlanda y se elige a la carta en nuestro mercado interior. Muy preocupante", ha alertado el líder del Partido Popular en la Eurocámara, el alemán Manfred Weber.

Sin embargo, la Unión Europea ha optado por no dar un portazo al primer ministro británico. No quiere que se culpe, ni por activa ni por pasiva, de un brexit salvaje el próximo 31 de octubre, que tendría graves consecuencias económicas para las dos partes. El presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, reconoce que las propuestas de Johnson tienen "puntos problemáticos", pero al mismo tiempo las acepta como base para seguir conversando, porque el tiempo se acaba. Negociará hasta el último minuto.

"La UE quiere un acuerdo. Seguimos unidos y dispuestos a trabajar 24 horas al día y 7 días a la semana para lograrlo, como hemos venido haciendo durante los tres últimos años". Este es el mensaje central del comunicado que ha difundido el Ejecutivo comunitario para dar cuenta de la conversación telefónica que ha mantenido este miércoles Juncker con Johnson, apenas dos horas después de recibir por escrito sus propuestas. Un rechazo frontal habría provocado una ruptura definitiva de las negociaciones.

Boris Johnson asegura que no habrá fronteras físicas entre las dos Irlandas

No obstante, muchas de las ideas que contiene el nuevo plan de Londres son en realidad viejas: han sido ya rechazadas por Bruselas en múltiples ocasiones. Johnson plantea un complicado sistema de dos fronteras en Irlanda revisable cada cuatro años. Una propuesta que, se mire como se mire, no cumple el objetivo central de la salvaguarda irlandesa a la que en teoría debe sustituir: evitar en cualquier escenario una frontera dura entre Irlanda e Irlanda del Norte, que pondría en peligro el Acuerdo de Paz del Viernes Santo en el Ulster.

Una frontera regulatoria y otra aduanera

El único "avance positivo" concreto que Juncker ve en la propuesta de Johnson es que admite un estatus especial para Irlanda del Norte en la UE tras el brexit: se quedará en el mercado interior para productos agrícolas e industriales mientras el resto de Reino Unido se marcha. Eso significa que seguirá aplicando las normas que dicte Bruselas y no las de Londres, lo que hace innecesarios los controles sanitarios, fitosanitarios y de seguridad en la isla. La frontera regulatoria -y sus correspondientes controles- se traslada así al mar de Irlanda, entre Irlanda del Norte y el resto de Reino Unido.

Esta armonización normativa de Irlanda del Norte con la UE ya estaba prevista en la salvaguarda original propuesta por la Comisión Europea. La novedad que aporta Johnson es que el parlamento norirlandés de Stormont debe dar su consentimiento antes del brexit y después cada cuatro años. Es decir, Irlanda del Norte podría decidir en 2025 dejar de aplicar las reglas de la UE y asumir las de Londres, lo que obligaría a erigir una frontera regulatoria en la isla. Tanto el poder de veto como el límite temporal han sido rechazados reiteradamente por Bruselas: la salvaguarda irlandesa es una póliza de seguro que debe funcionar pase lo que pase. 

El otro gran problema del plan de Johnson tiene que ver con las aduanas. El primer ministro británico quiere que Irlanda del Norte abandone la unión aduanera con la UE al mismo tiempo que el resto de Reino Unido. Su prioridad es que Londres pueda entablar una política comercial independiente de la UE. En la práctica, eso implica crear una frontera aduanera en la isla, con sus correspondientes puestos fronterizos para verificar que se han pagado los aranceles y el IVA de los productos entrantes. Unas infraestructuras físicas que para Bruselas son inaceptables.

Sin embargo, Johnson sostiene que estos puestos de control aduanero no serán necesarios gracias a los avances tecnológicos y en todo caso no tienen que estar cerca de la frontera. "Los controles físicos podrían llevarse a cabo en los locales de los comerciantes o en otros lugares designados que podrían ubicarse en cualquier lugar de Irlanda o de Irlanda del Norte", sostiene el documento enviado a Bruselas. La UE ya ha rechazado reiteradamente esta idea por irrealizable, calificándola de "pensamiento mágico".

La UE quiere seguir negociando

Pese a todo, incluso el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, el más afectado por cualquier tipo de brexit, se muestra dispuesto a seguir negociando. "Las propuestas no cumplen plenamente los objetivos acordados de la salvaguarda irlandesa", le ha dicho Varadkar a Johnson en otra conversación telefónica durante la tarde del miércoles. No obstante, le ha trasladado que las estudiará en más detalle y consultará con las instituciones de la UE.

El primer ministro irlandés "quiere un acuerdo firmado y ratificado y continuará trabajando junto con sus socios de la UE para conseguirlo", según ha informado el Gobierno de Dublín en un comunicado. 

"Hay algunos progresos, pero para ser francos todavía queda mucho trabajo por hacer", coincide el negociador de la UE, Michel Barnier. "Vamos a continuar trabajando para tratar de llegar a un acuerdo. Un no acuerdo nunca será la elección de la UE", sostiene Barnier. La próxima cita clave será la cumbre de líderes europeos que se celebrará en Bruselas el 17 y 18 de octubre. El miedo a un brexit salvaje paraliza a la UE, que parece dispuesta a seguir prolongando indefinidamente la agonía de las negociaciones.

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