Este domingo, cuando los portugueses acudan a las urnas, lo harán no sólo para elegir al Gobierno de los próximos cuatro años sino para refrendar el Ejecutivo más improbable de la política portuguesa: una alianza de izquierdas inédita en Portugal que entregó el Gobierno al socialista António Costa, con el apoyo del Bloco de Esquerda (BE), el Partido Comunista (PCP) y el Partido Ecologista os Verdes.
Era, decían los críticos, un pacto de perdedores, una amenaza para Europa y para la estabilidad económica y una chapuza que no duraría más que el tiempo necesario para demostrar lo absurdo de su creación. Para ella crearon hasta un mote proprio: geringonça, algo así como chapuza.
"El acuerdo de izquierdas no es un Gobierno, es más bien una geringonça", dijo entonces en en la Asamblea de la República Paulo Portas, socio del conservador Passos Coelho. Los dos habían gobernado el país en los los años más duros de la crisis. Sus formaciones, el Partido Social Demócrata (PSD) y el democristiano Centro Democrático Social (CDS) se habían presentado a las elecciones en coalición e incluso se hicieron con la victoria, pero no con la mayoría absoluta.
Los partidos de izquierda, cansados de la austeridad violenta impuesta por Europa y muchas veces llevada al extremo por el Gobierno de Passos Coelho, vieron ahí una oportunidad. Y sucedió lo que siempre había parecido imposible: un acuerdo de izquierdas que aupó a António Costa como primer ministro.
Así dio inicio la andadura de la geringonça, un Gobierno que empezó condenado al fracaso y terminó siendo el más progresista de los últimos años en el país, capaz de cumplir con los compromisos económicos europeos mientras restablecía algunos de los derechos sociales perdidos con la crisis. "Es aquí donde el éxito del Gobierno se mide: ser capaz de conciliar una agenda social con las exigencias económicas de la Unión Europea", considera el sociólogo y analista político Pedro Adão e Silva.
La geringonça consiguió reducir el déficit hasta el 0,5%, bajar el paro hasta los cerca de 6% - la más baja desde 2008 -, y hacer crecer el PIB al 2,1%. El salario mínimo subió a los 600 euros, se aumentaron las pensiones y los sueldos de los funcionarios públicos, que vieron su jornada laboral reducirse hasta las 35 horas semanales y se recuperaron cuatro días festivos. El IVA bajó de los 23% a los 13%, se paralizaron las privatizaciones de los transportes públicos urbanos y se aprobó la gratuidad de los libros de texto para menores.
No todo fueron éxitos: el precio de la vivienda se ha disparado, sobre todo en los grandes centros urbanos como Lisboa y Oporto; el sueldo medio es de 951 euros y sigue estando muy por debajo de la media europea y un estudio del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad de Lisboa señala que un 53,5% de los portugueses creen que la crisis no se ha disipado aún. Las huelgas y manifestaciones que este año se han propagado un poco por todo el país, desde los enfermeros a los profesores, pasando por los transportistas a los funcionarios de prisiones, son muestra de ello. Sin embargo, nada de esto parece poder amenazar la victoria de Costa.
Gobierno socialista
La fórmula utilizada por Costa, un gobierno monocolor formado sólo por ministros socialistas, le obligó a firmar acuerdos individuales con cada una de las fuerzas que le prestaron su apoyo parlamentario y a una negociación constante a lo largo de la legislatura. A su vez, al no entrar en el Ejecutivo, PCP y BE quedaban liberados para ejercer su oposición y presionar el Gobierno para que cumpliera con lo pactado. En líneas generales, los acuerdos de Gobierno firmados fueron cumplidos y la geringonça tiró por tierra otro de los mitos que se habían creado a su alrededor: el de que el Partido Socialista fagocitaría a sus socios, quedándose con sus electores.
"Lo que nos enseñan los sondeos es que estas elecciones son la mayor prueba de la aprobación de la geringonça por parte de los portugueses. Los electores valoran la experiencia de manera muy positiva y eso es transversal a los tres partidos. De tal forma que no quieren otorgar una mayoría absoluta al PS, sino que quieren la repetición de la fórmula”, señala Adão e Silva.
Según los últimos sondeos, el PS se haría con el 38% de los votos, mientras BE y PCP tendrían un 10% y un 7% respectivamente. El PSD tendría un 28% de los votos y el CDS un 5%. "Los tres partidos consiguieron mantener su identidad y fijar su electorado. Y esto pasó porque BE y PCP consiguieron pasar para el electorado la idea de que el PS sólo aplicó las políticas de restitución social positiva porque fue obligado por sus socios de Gobierno", analiza Filipe Romão, investigador del Centro de Estudios Internacionales del Instituto Universitario de Lisboa.
"Otra cosa es el declive del PCP. Viene de atrás, es un proceso lento, que lleva ocurriendo hace varios años por otros factores como el envejecimiento de su base electoral. Tiene una explicación más sociodemográfica que de coyuntura política", explica Adão e Silva. "El electorado del BE y del PCP no piensa pasarse al PS. El crecimiento de los socialistas se hace más a costa de la derecha", sintetiza Romão.
Crisis a la derecha
Inmersa en una crisis ideológica y de liderazgo desde que Passos Coelho abandonó el partido en 2017, tras la debacle en las elecciones municipales portuguesas, la derecha ha tenido mucho que ver en el éxito de la geringonça. "En su día, Passos Coelho apostó todo en el fracaso del Gobierno. Todo iba a salir mal. Llegó a decir que con los socialistas "vendría el diablo". Y cuando el Gobierno no fracasó, la derecha se quedó sin discurso”, recuerda Adão e Silva.
Passos Coelho dimitió y su lugar lo ocupó Rui Rio, con un discurso más moderado y al centro, que ha provocado muchas divisiones en el partido y varios conflictos con el ala más conservadora. Su derrota parece segura, pero será su dimensión la que determine su continuidad al frente del partido
"El lunes sabremos si Rio tiene margen para seguir al frente del partido o si los cuadros del partido más afines a Passos Coelho empiezan una guerra por el liderazgo", prevé Romão. "Empezará la discusión sobre la refundación de la derecha portuguesa, que tiene que ver con una mayor convergencia entre PSD y CDS y un posicionamiento más a la derecha del PSD", completa Adao e Silva.
António Costa lleva toda la campaña pidiendo la mayoría absoluta e incluso ha ondeado la bandera del bloqueo político en España, como ejemplo de lo que podría pasar en Portugal en el caso de que los socialistas no tuvieran la mayoría necesaria para Gobernar. Pero no es de prever que los votantes cedan a su petición.
¿Nueva geringonça?
Cuando las urnas cierren este domingo lo más probable es que Costa necesite llegar a acuerdos para hacerse con el Ejecutivo. La duda es cuántos socios va a necesitar. "De necesitar sólo uno, Costa se fía más del PCP pero no creo que los comunistas acepten apoyar en solitario un gobierno socialista, porque eso les ataría demasiado y dejaría al BE suelto para hacer oposición", considera Romão.
En la recamara podría estar también un acuerdo con el PAN, el partido animalista que está subiendo en la encuestas y que, podría conseguir hasta cinco diputados en la Asamblea de la República. Si los números se lo permiten, una alternativa para el primer ministro sería tener como socio preferente al PAN. "Costa es muy pragmático y el PAN no tiene un programa sólido, por lo que llegar a acuerdo con el partido, con algunas cesiones puntuales, sería más fácil pero no sé si los números se lo van a permitir".
Las diferencias ideológicas, algunas hasta históricas, entre los tres partidos, son de sobra conocidas y fueron bastante visibles en algunos momentos de mayor tensión de la legislatura pero, aún así, los tres supieron aparcar sus conflictos en nombre de un proyecto común y de la estabilidad del país.
Según la experiencia reciente, sea cual sea el resultado de las urnas, Portugal logrará, seguramente, formar un Gobierno antes que España. La experiencia de esta legislatura permitió desmitificar el peligro y la imposibilidad de una alianza de izquierdas, con partidos que siempre habían estado fuera de la llamada "esfera de Gobierno". "El mensaje de estos años es que, al contrario de lo que siempre se hacía creer, para la estabilidad política es muy importante acercar a los partidos con una posición más antisistema de la esfera de Gobierno”, destaca Adão e Silva.
Lo resumiría bien Costa, preguntado por estos 4 años de geringonça: "No nos casaremos, pero podemos ser amigos".