António Costa, primer ministro de Portugal recién elegido con el 36,6% de los votos, es un fan de los puzzles. Le gustan los complicados, de miles de piezas, que va componiendo con tiempo y muchas dosis de paciencia y dedicación. Quizás por eso, en 2015, se atrevió con uno que pocos creían que pudiera terminar con éxito: la alianza de izquierdas, el gobierno inédito en Portugal que puso al Partido Socialista al frente del Gobierno, apoyado en el Partido Comunista (PC), el Bloco de Esquerda (BE) y el Partido Ecologista os Verdes.

Costa consiguió lo que parecía imposible. No sólo por primera vez en Portugal no gobernaría la lista más votada, sino que logró que las izquierdas aparcaran sus diferencias y llegaran a un acuerdo de Gobierno. El puzzle – que los opositores tildaron de geringonça (chapuza) y terminó siendo citado como ejemplo de éxito en toda Europa – fue tan logrado que, cuatro años después, los portugueses piden una repetición de la fórmula.

Los resultados de las generales de este domingo dan la victoria a Costa, con más diputados que la derecha junta, pero sin mayoría absoluta, un escenario que vuelve a poner sobre la mesa un acuerdo de la izquierda. El Bloco de Esquerda, con el 9,7% de los votos, y el Partido Comunista, con 6,5%, son los socios preferentes. "Los portugueses desean un nuevo gobierno del Partido Socialista reforzado para gobernar con estabilidad. Los portugueses han dejado claro que les gusta la geringonça y desean la continuidad de la actual solución política, con un Partido Socialista más fuerte", ha señalado António Costa a la hora de valorar la victoria.

António Costa gana las elecciones en Portugal, pero se le escapa la mayoría absoluta

El primer ministro ha anunciado que el plan es repetir la fórmula de Gobierno de los últimos cuatro años: un Ejecutivo socialista con un acuerdo de gobierno con el BE y el PCP. Los próximos días serán claves para la negociación y Costa ha señalado que incluirá en las conversaciones a otros dos partidos: el animalista PAN, que tiene cuatro diputados y el Livre, que se estrena en el Parlamento con un diputado

Conocido por su habilidad negociadora, esta fue su mejor arma durante la legislatura: no sólo a la hora de armar el Ejecutivo, sino para llegar a consensos que permitieran asegurar la estabilidad para los cuatro años de gobierno. Una cualidad que tendrá que volver a poner en práctica.

Elegido secretario general del PS en noviembre de 2014, Costa dejó claro desde el principio sus objetivos: la victoria en las generales del año siguiente, el rechazo en llegar a acuerdos con los partidos de derechas y la negación de expresiones como "esfera de gobierno"que excluían a partidos como el BE y el PC como interlocutores validos.

A lo largo de su carrera política, Costa había sido apuntado como posible líder del partido durante más de 10 años. Su recorrido dentro del PS, le avalaba con creces. António Costa fue alcalde de Lisboa entre julio de 2007 y abril de 2015. Antes, había sido eurodiputado, ministro de Interior en 2005, en el Gobierno de José Sócrates, y ministro Asuntos Parlamentares y de Justicia en el Ejecutivo de António Guterres, actual secretario general de la ONU.

ADN de izquierdas

El gusanillo de la política lo lleva en su ADN. Hijo de la periodista Maria Antónia Palla y del escritor y publicista Orlando Costa, António nació en Lisboa el 17 de julio de 1961.

Su padre, de origen indio, pero nacido en Mozambique en 1929, era un férreo opositor al régimen dictatorial de Oliveira Salazar y fue detenido por la PIDE, la policía política, en varias ocasiones, por su militancia en el Partido Comunista. Su madre era feminista, militante del Partido Socialista y también opositora al régimen. Criado en un ambiente tan politizado, nadie se sorprendió cuando Costa decidió afiliarse al Partido Socialista con 14 años.

"Nací de izquierdas", diría el primer ministro portugués en 2009, en una entrevista al Jornal de Negocios. Aún así, quién le conoce dice que siempre fue más moderado que su padre. "Tenía discusiones homéricas con su padre", recuerda su tío, Jorge Santos al diario I. "No eran discusiones de padre e hijo. Eran discusiones entre un comunista y un socialista".

Con 13 años, recién estrenado el 25 de abril en Portugal, António Costa protagonizó su primer acto político. Tras la destitución de la directora del colegio donde estudiaba, los estudiantes se organizaron, crearon una asociación e iniciaron protestas en contra del despido. Los alumnos ocuparon el colegio y un comando militar intervino, persiguiendo a los estudiantes por el colegio, que se subieron al tejado, piedras en mano, preparados para resistir. Al final hubo manifestaciones y una decisión colectiva de los estudiantes para suspender el curso.

Tras terminar el Instituto, Costa estudió Derecho en la Facultad de Lisboa. Fue entonces cuando se adentró en el movimiento estudiantil y llegó a dirigente de la Asociación Académica a inicios de los ochenta. Después de terminar la carrera, Costa compaginó el derecho y la política durante unos años hasta decantarse definitivamente por la segunda, en 1993.

'Babush'

Tenaz, determinado, listo y trabajador, son algunos de los adjetivos que le dedican los que le conocen. Pero también reconocen que es impulsivo y hasta irascible. Prueba de ello es el incidente que protagonizó en el último día de campaña, al encararse con un anciano (que luego se supo ser exalcalde del democristiano CDS) que le acusaba de haberse ido de vacaciones durante la tragedia de los incendios de 2017, lo que no era verdad. El vídeo se hizo viral en minutos y se sucedieron las críticas a Costa por haber perdido los nervios.

Las discusiones en su entorno laboral son frecuentes. Y si algo no sale como tenía previsto, Costa se irrita y eleva el tono con facilidad. De la misma manera que se tranquiliza segundos después para actuar como si nada hubiese ocurrido.

Casado y con dos hijos, el fútbol es otra de sus aficiones y es habitual verle en el Estadio da Luz, para ver al Benfica. En su herencia genética, además de la política y la izquierda está la diversidad de opiniones, el espacio para estar en desacuerdo sin que ello signifique romper los lazos.

Fue así con su padre, al que increpaba por "sus amigos sectarios". Fue así con su madre que tuvo muchos conflictos con el Gobierno al que perteneció Costa por la extinción del organismo de pensiones para los periodistas. Y fue así con su mujer, que salió a manifestarse con los profesores en contra de la fórmula de evaluación propuesta por el Gobierno del que formaba parte Costa. "El problema eran las manifestaciones que montaba al desayuno", recuerda entre risas al diario I.

A día de hoy sigue siendo así con su hermano, Ricardo Costa, periodista y director de información de Expresso, uno de los periódicos más influyentes en Portugal, que nunca se ha cohibido de sacar temas duros con el Gobierno. "Siempre estuvimos en barricadas distintas. Nunca haremos un cara a cara, pero tenemos la desventaja de saber que el Expresso irá a por ti a veces y tú intentarás ir a por el Expresso", le escribió en una crónica del periódico cuando decidió presentarse a las primarias del partido. "Sé que nuestro padre se iba a agobiar al vernos chocar. Pero no esperaría otra cosa de nosotros". 

Para su familia António Costa, a día de hoy, sigue siendo simplemente babush. La palabra significa niño en el dialecto konkani, de Goa (India), y era el mote que le puso su padre. Costa fue a la India por primera vez con 17 años y describió la experiencia de visitar Bombay entonces como “absolutamente devastadora” por las desigualdades que percibió.  

Años más tarde, ya como primer ministro, volvería a Goa en una visita oficial, en la que recordaría, emocionado, a su padre, que murió en 2006. "Aprendí dos palabras en konkani con mi padre: babush, como me llamaba a mí, y babuló (bebé), como le llamaba a mi hermano", dijo. Con fama de frío y distante, no pudo evitar emocionarse al recordar a su padre: "Hay limites para la deshumanización de un primer ministro", bromeó entonces. 

Apasionado de la cocina y con fama de buen chef, a António Costa le encanta la comida india, algo que no sucedió de inmediato. "Primero no me gustaba el picante, pero con los años refiné mi paladar”, recordaba en una entrevista al diario I. La cocina india es, por ahora, de las pocas cosas que se le han resistido a lo largo de la vida. "Necesita tiempo, concentración y mucha disponibilidad. Espero algún día llegar a tener el tiempo y la concentración suficientes para dedicarme a ella", explicó.

Por lo pronto tiene cuatro años más de Gobierno por delante y con una receta para el éxito muy peculiar, en la que nadie creía pero que él transformó en realidad.

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