Tras su victoria contra la ultra Marine Le Pen en las presidenciales francesas de 2017, los dirigentes de la UE recibieron a Emmanuel Macron como un salvador capaz de resucitar el proyecto de integración europea frente a la amenaza de los populismos y la extrema derecha. Dos años más tarde, la opinión en Bruselas sobre el presidente francés ha cambiado radicalmente: su ambición indisimulada de liderar el club europeo ha renovado la tensión en el eje París-Berlín y ha irritado al resto de socios. Su activismo para despertar a la UE de su letargo y su gusto por iniciativas unilaterales amenazan con ahondar las divisiones y la parálisis en la Unión.
El último choque se ha producido con la entrevista que Macron ha concedido esta semana a la revista The Economist. Una larga conversación en la que, independientemente de las dudas sobre sus auténticas intenciones (¿quiere reforzar el poder de la UE o de Francia?), vuelve a demostrar que es de los pocos líderes europeos -quizás junto con el presidente saliente del Consejo Europeo, Donald Tusk- que tiene una auténtica visión geoestratética sobre el orden mundial y el papel que Europa debe jugar en él.
El presidente francés dibuja un panorama muy sombrío sobre el futuro de la UE y lanza un llamamiento a los jefes de Estado y de Gobierno, en particular a la canciller Merkel, para que despierten de su actual complacencia. Macron evoca "una fragilidad extraordinaria de Europa que, si no se piensa como potencia en este mundo, va a desaparecer porque va a ser objeto de un golpe". A su juicio existe "una crisis interior europea: una crisis económica, social, moral y política que ha empezado hace 10 años".
Pero lo que ha suscitado mayor polémica es su diagnóstico implacable sobre la OTAN, que a su juicio se encuentra en situación de "muerte cerebral". Los Estados Unidos de Donald Trump no se coordinan en materia militar y de defensa con sus socios europeos y otro socio fundamental de la Alianza Atlántica, Turquía, ha actuado por libre en la crisis Siria sin tener en cuenta los intereses de la Unión Europea.
Las contundentes declaraciones de Macron han dejado al descubierto las graves fisuras en el eje franco-alemán. La canciller Merkel responde de inmediato que las palabras del presidente francés le parecen "drásticas" y que no comparte su punto de vista sobre la cooperación en la Alianza. "Desde el punto de vista alemán, la OTAN nos interesa. Es nuestra alianza de seguridad", sostiene Merkel. Unas declaraciones sorprendentes si se tiene en cuenta que Trump ha declarado la OTAN "obsoleta" y ha acusado reiteradamente a Berlín de no pagar lo que debe.
Pero este no es el único episodio en el que el presidente francés ha enfadado a sus socios europeos. Lo cierto es que Macron intenta aprovechar el vacío de poder que vive ahora la UE. El dominio incontestable que ejerció Berlín durante la crisis del euro se desvanece por la pérdida progresiva de autoridad de Merkel, que encara la fase final de su carrera.
Reino Unido, una de las potencias europeas en política exterior, está a punto de marcharse. Italia sigue ensimismada en sus problemas de política interna: tras la salida de la extrema derecha de la Liga de Matteo Salvini, la nueva coalición de Gobierno entre el Movimiento 5 Estrellas y los socialistas todavía no ha encontrado su sitio. Y España, tras el fogonazo de la llegada al poder de Pedro Sánchez, ha vuelto a eclipsarse por la parálisis política.
En lugar de aprovechar este espacio libre para tratar de generar consensos, Macron ha optado por promover en solitario las políticas más ambiciosas, aún a riesgo de dejar atrás al resto de socios. Una estrategia que resultó exitosa en la elección de los nuevos altos cargos de la UE: el presidente francés logró colocar a todos sus peones: la presidenta electa de la Comisión, Ursula von der Leyen; la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde; y el futuro presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.
Pero el Parlamento Europeo se sintió marginado y se vengó de Macron tumbando a su candidata a comisaria: la vicegobernadora del Banco de Francia, Sylvie Goulard. Una jugada que dolió mucho al presidente francés. Ahora, Macron ha enviado a Bruselas a Thierry Breton (64 años), que fue ministro francés de Economía entre 2005 y 2007, durante la presidencia del conservador Jacques Chirac. En la actualidad dirigía el grupo de servicios informáticos Atos. La Eurocámara le espera con un cuchillo entre los dientes, pero Breton se ha anticipado vendiendo todas sus acciones y renunciando a todos sus puestos en consejos de administración. El examen será la semana que viene.
Veto a la ampliación
Quizá el episodio que más ha indignado al resto de socios europeos es el veto de Macron a iniciar negociaciones de adhesión a la UE con Albania y sobre todo con Macedonia del Norte. "Es un error histórico", ha dicho el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker. Acusan al presidente francés de haber roto la promesa que se hizo a Skopje: si llegaba a un acuerdo con Grecia sobre el nombre de país, se despejaría su camino hacia la Unión. El pacto se produjo con un alto coste tanto para el entonces primer ministro griego, Alexis Tsipras, como para su homólogo macedonio, y la UE no ha cumplido su parte del trato.
Los líderes europeos culpan a Macron de empujar a Macedonia del Norte y en general a los Balcanes hacia los brazos de China y Rusia. Él replica que los países siguen sin cumplir las exigencias de la UE en materia de lucha contra la corrupción y el crimen organizado. Y alega que la UE debe reformarse antes de admitir a nuevos socios. Además, acusa -con razón- a otros Estados miembros de hipocresía: Holanda o España tampoco querían empezar a negociar con Albania y se han escondido tras el veto francés.
Lo cierto es que Macron no ha dudado en desafiar consensos asentados en la UE, ya sea por convicción o por inercia. Frente a la disponibilidad de Bruselas a conceder a Londres prórrogas sin límite del brexit por miedo al caos de una salida sin acuerdo, el presidente francés defendió ya en abril limitar la prórroga a Theresa May para forzar una decisión en el Parlamento británico. Y ha indignado a sus socios con su amenaza en solitario de vetar el retraso ofrecido a Boris Johnson.
Otro punto de fricción entre el presidente francés y el resto de socios de la UE es el de las relaciones con Vladimir Putin. "Si queremos construir la paz en Europa, reconstruir la autonomía estratégica europea, necesitamos reconsiderar nuestra posición con Rusia", explica en su entrevista en el Economist. Una posición que no comparten los países bálticos y del Este, con los que Macron también se ha enfrentado por las cuotas migratorias o las amenazas al Estado de derecho. El líder que venía a salvar la UE amenaza ahora con acelerar su destrucción.