"Quiero darle las gracias por su liderazgo, por su amistad, por su sabiduría, por su ingenio. Por ser una fuente inagotable de anécdotas. Es lo que en la tradición judía se llama un mensch: un hombre de bien. Le echaré de menos, todos nosotros le echaremos de menos. Le debemos una gran deuda de gratitud por lo que ha hecho por Europa en los últimos cinco años". Con estas palabras despedía esta semana el vicepresidente de la Comisión, Frans Timmermans, a su hasta ahora jefe Jean-Claude Juncker, que este viernes se jubila y deja paso a Ursula von der Leyen.
"Un nuevo viaje empieza para ti hoy. Sé que bajo tu liderazgo veremos una Europa más fuerte, más verde y más digital. Te deseo todo lo mejor", ha escrito Juncker en su cuenta de Twitter para felicitar a su sucesora. Sus últimos días como presidente de la Comisión los ha pasado de baja en casa, recuperándose de una operación de aneurisma abdominal. ¿Qué piensa hacer en su nueva vida de jubilado? "No tengo miedo de ningún tipo de agujero negro. Tengo 40.000 libros en mi casa y otros 16.000 en esta y otras oficinas", declaraba en una reciente entrevista al semanario Der Spiegel.
Su testamento político lo detalló en su último discurso ante el pleno de la Eurocámara el pasado 22 de octubre. "Dejo el cargo sin tristeza, pero sin alharacas, con la sensación de haberme esforzado al máximo. Y si todos se hubieran esforzado al máximo, algunas cosas irían mejor", les dijo a los parlamentarios en un dardo dirigido contra las trabas y la complacencia de los Gobiernos de la UE. "Cuiden a Europa. ¡Y combatan con todas sus fuerzas a los nacionalismos estúpidos y estrechos de miras!¡Viva Europa!", se despidió.
Lo cierto es que durante estos últimos cinco años el prestigio de Juncker ha vivido más de las rentas de glorias pasadas -fue el arquitecto del Tratado de Maastricht, que creó el euro, y el primer presidente permanente del Eurogrupo durante ocho años-, que de los logros concretos de su equipo los últimos cinco años. Presentó a su Comisión como la de la "última oportunidad", pero su mandato comenzó lastrado por sucesivas crisis que agravaron las divisiones en la UE y que nunca consiguió remontar del todo. Sus relaciones con la prensa tampoco han sido fluidas sino más bien defensivas, limitando al máximo ruedas de prensa y entrevistas.
Luxleaks
El propio Juncker ha admitido que uno de los grandes errores de su mandato fue su falta de reflejos para responder al escándalo Luxleaks, que estalló en noviembre de 2014, días después de su llegada al cargo. Un consorcio de periodistas desveló que más de 300 multinacionales habían alcanzado acuerdos secretos con Luxemburgo para minimizar el pago de impuestos mientras él era primer ministro. Es decir, que su país funcionaba en la práctica como un paraíso fiscal. Juncker siempre ha dicho que no intervino directamente.
"Cuando apareció el caso Luxleaks tardé una semana en en responder. Tendría que haber respondido inmediatamente. Eso fue un gran error, que me tomé demasiado tiempo para responder", explicó el presidente saliente. El caso le costó una moción de censura en la Eurocámara planteada por los grupos euroescépticos y de ultraderecha y a la sobrevivió gracias al apoyo de populares, socialistas, liberales y verdes. A raíz de este escándalo, Juncker dejó las manos libres a su comisaria de Competencia, Margrethe Vestager, para perseguir casos similares. Vestager ha sido quizá la principal historia de éxito de la Comisión Juncker por su actuación implacable contra Apple, Starbucks o Amazon por eludir impuestos o contra los abusos monopolísticos de Google.
Grecia
Para el veterano político luxemburgués, el principal éxito de su mandato es haber mantenido a Grecia dentro del euro durante la gran crisis del verano de 2015, resistiendo a las presiones de países como Alemania, que apostaban sin ambages por un Grexit. Para ello tuvo como gran aliado al presidente saliente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que presume de haber encerrado en una habitación a la canciller Angela Merkel y al entonces primer ministro griego, Alexis Tsipras, hasta que hubo fumata blanca.
"Eran muchos los Gobiernos que no querían que la Comisión interviniera. Nunca olvidaré las llamadas de teléfono de varios primeros ministros que me dijeron: 'Ocúpate de tus asuntos. Corresponde a los Estados resolver el problema griego'", relató el presidente de la Comisión a los eurodiputados. Pero él insistió en que el Ejecutivo comunitario debía mediar porque "era de interés general evitar la descomposición de la zona euro". "Hemos restituido a Grecia la dignidad que merecía", presume Juncker en cada discurso.
Refugiados
Cuando todavía no se han apagado los rescoldos de Grecia, a Juncker le estalla sin solución de continuidad la siguiente crisis, la de los refugiados. La UE se ve desbordada por la llegada de más de un millón de personas que huyen de la guerra en Siria. En septiembre de 2015, la Comisión propone el reparto de 160.000 demandantes de asilo entre los países de la UE para aliviar la presión que sufren Grecia e Italia. "Los europeos debemos conocer y tener siempre presentes las razones por las que es tan importante dar refugio y respetar el derecho fundamental de asilo", defiende Juncker.
Pero sus buenas intenciones acaban en fracaso y provocan una fractura sin precedentes entre el Este y el Oeste de Europa. Polonia, Hungría y República Checa se niegan en rotundo a aceptar las cuotas obligatorias de refugiados y llegan a ignorar las sentencias condenatorias del Tribunal de Justicia de la UE. En contraste con la unidad exhibida en el caso de Grecia, el propio Tusk se revuelve contra Juncker y le pide que renuncie al reparto de refugiados y se concentre en el refuerzo de las fronteras exteriores para frenar la inmigración. "En muchos países, la política interior pesó más que la solidaridad elemental que hubiéramos debido mostrar", lamentó el presidente de la Comisión en su discurso de despedida.
La fractura entre el Este y el Oeste se agrava todavía más con los expedientes que Bruselas lanza contra Viktor Orbán en Hungría y el Gobierno euroescéptico de Ley y Justicia en Polonia por poner en riesgo el Estado de derecho. Coser estas heridas y crear una política migratoria que funcione es una de las principales tareas pendientes que tiene Von der Leyen.
Brexit
Aunque la victoria del brexit en el referéndum del 23 de junio de 2016 sorprende a la mayor parte de dirigentes de la UE, Juncker asegura que se lo esperaba. "Cuando el entonces primer ministro David Cameron me contó en 2014 durante la cumbre del G-20 en Brisbane que quería celebrar un referéndum, yo le dije: 'vas a perderlo'. Hice una apuesta con el comisario británico de la época, Jonathan Hill: si los partidarios de quedarse pierden, me das una libra esterlina; si ganáis vosotros, te doy un euro. Hoy tengo esa libra", relató a Der Spiegel.
Su mayor remordimiento es no haber participado en la campaña del referéndum en Reino Unido para desmontar las mentiras de los brexiteros. "Tenía muchas invitaciones, pero Cameron me dejó claro que no le era de ninguna utilidad. Viéndolo desde la perspectiva actual, creo que fue un gran error. Se dijeron tantas mentiras, incluso por parte del actual primer ministro Boris Johnson, que se necesitaba una voz para contrarrestarlas", ha declarado Juncker.
Las negociaciones del brexit, que tres años y medio después sigue sin materializarse, han absorbido gran parte de las energías de la Comisión durante la segunda parte de su mandato. El lado positivo es que, desafiando todas las expectativas, los Veintisiete han logrando mantener la unidad frente a Londres, gracias sobre todo al trabajo del negociador de la UE, Michel Barnier. Tras el shock del adiós de Reino Unido, Juncker trató de lanzar un debate sobre el futuro de la Unión con cinco escenarios, pero los jefes de Estado y de Gobierno no le hicieron ningún caso. Entre sus fracasos reconocidos se cuenta también la falta de avances en la unión bancaria.
Cataluña
La primera gran crisis de la Comisión Juncker con España llega en verano de 2016, con la amenaza de una multa millonaria y la congelación de los fondos estructurales por el incumplimiento del objetivo del déficit por parte del Gobierno de Mariano Rajoy. Al final, la UE perdona la sanción gracias en gran parte a la intercesión del luxemburgués. Un año más tarde, durante el punto álgido de la crisis catalana en octubre de 2017, la preocupación en Bruselas alcanza cotas máximas. En un primer momento, Juncker elude hablar mucho sobre el tema, pide diálogo tras las cargas del 1-O y recuerda que una Cataluña independiente quedaría fuera de la UE.
Pero conforme se agrava el desafío secesionista, el presidente de la Comisión muestra su apoyo al Gobierno de Rajoy en su decisión de aplicar el 155 y desmonta el relato de los independentistas. "En Cataluña no nos enfrentamos a un problema de derechos humanos puesto que los catalanes, que me caen muy bien y cuya cultura y forma de ser respeto mucho, no están oprimidos por España", explica Juncker en una entrevista a la televisión portuguesa RTP.
Además, expresa a las claras su rechazo a la independencia de Cataluña y a todos los movimientos secesionistas en Europa. "Yo no querría que mañana o pasado mañana la UE esté compuesta por 95 países diferentes. Perderíamos el control. La unidad nacional y la unidad europea son dos cosas que van juntas", alega.