Roma

Egocéntrico, histriónico, extravagante. Lo mismo de izquierda, que de derecha, que antisistema. En cuestión de pocos días, ha irrumpido en la vida pública italiana con el objetivo de agitar el ambiente entre los soberanistas transalpinos.

No se sabe bien con qué partido prefiere comulgar; pero sí que las dos principales formaciones de ultraderecha del país, la Liga de Salvini y Hermanos de Italia de Meloni –que juntas suman el 40% de los votos según los últimos sondeos–, no quieren desaprovechar la ocasión para capitalizar el potencial de su público en términos de rabia y descontento social. Todo ello, más de tres meses después del inicio de la crisis sanitaria del coronavirus. Y su consecuente crisis económica, que podría tener graves consecuencias en términos sociales en los próximos meses.          

Con este panorama, el líder de los chalecos naranjas, Antonio Pappalardo (Palermo, 1946), está dispuesto a caldear el clima de protesta en el país con forma de bota para desgastar las instituciones del país. ¿Por qué, de repente, ha surgido su figura? La controversia acerca de su perfil empieza por el mismo hecho de que es un exgeneral retirado de los carabinieri, la policía militar italiana, un cuerpo prestigioso que, en los últimos días, ha querido distanciarse de un personaje polémico, que desde hace casi 30 años poco tiene que ver con la vida del soldado. Y que ha tenido incluso condenas judiciales con penas de cárcel.  

Negacionista del Covid-19

En los últimos días, la polémica acerca de Pappalardo llega en relación a la actual pandemia. Según él y sus seguidores, los chalecos naranjas, “el coronavirus no existe”, ya que es “una excusa de los Gobiernos para dominar el mundo” y que es “obra de Bill Gates”.

Por si no fuera suficiente, ya para más inri, lo ideal, en plena recesión económica agravada por el coronavirus, Italia, según él, debería cambiar moneda y “volver a la lira”. Todo ello, por supuesto, sin llevar nunca mascarillas en público ni aplicar ninguna distancia interpersonal en las manifestaciones que convoca.

Por eso la Policía de Estado italiana ha hecho saber que los organizadores y participantes del movimiento de los chalecos naranjas serán denunciados por incumplir el decreto ley para prevenir la difusión del coronavirus.

Por el momento, tanto el leguista Matteo Salvini, líder de la oposición, como su aliada soberanista Giorgia Meloni; no han manifestado públicamente, ni tajantemente, su apoyo a los chalecos naranjas.

Antonio Pappalardo durante una protesta de los chalecos naranjas en Roma Efe

La cuestión es que el discurso de Pappalerdo está teniendo cierto predicamento en sectores muy divergentes –populistas, cristianos ultraconservadores, antivacunas–; aunados principalmente por el sentimiento derechista contra el actual Gobierno italiano, presidido por el premier Giuseppe Conte, y contra el jefe del Estado, el presidente de la República, Sergio Mattarella. De forma recurrente, de hecho, Pappalardo anima a los suyos, vestido con traje y corbata naranja, apelando al deseo de hacer dimitir al presidente Mattarella.

Militar, sindicalista, político y agitador. Hijo a su vez de un carabinieri, Pappalardo nació en la ciudad siciliana de Palermo hace casi 74 años. Tras su etapa militar, primero decidió coger, sin éxito, el camino de la política; para luego pasarse al mundo de las manifestaciones, como organizador y líder de las mismas.

A principios de los ’80, ya como oficial de la benemérita italiana, con el grado de teniente coronel, empezó a trabajar como sindicalista hasta convertirse en 1991, el presidente del sindicato de las fuerzas armadas transalpinas.

Un año después, en 1992, fue elegido parlamentario por las listas del Partido Socialdemócrata Italiano (PSDI). Tras perder unas elecciones municipales en una localidad cerca de Roma, el presidente del Gobierno de entonces, Carlo Azeglio Ciampi, lo nombra subsecretario de Finanzas en el primer Ejectuvo técnico de la historia de la República Italiana.

Carrera política

Ni siquiera una semana después, fue destituido de su cargo tras una sentencia de un tribunal militar que lo condenaba a ocho meses de cárcel por difamación contra el comandante general de los carabinieri.

Pappalardo intentará volver a ser político en Roma y en el Parlamento Europeo en las elecciones de 1994 –esta vez, con el partido posfascista Alianza Nacional–; pero sin ningún éxito. Más tarde intentará lo mismo como alcalde de Palermo en 2011 y presidente de la región Umbría en 2020. Mientras tanto, terminaría retirándose de su cuerpo militar en el año 2006.

Tras haber liderado los movimientos de protesta de los camioneros en 2011, de los forconi en 2013, contra el Parlamento italiano en 2017 y a favor de los granjeros pulleses en 2019; ahora su nueva creación es la de los chalecos naranjas.  Ahora, las consecuencias económicas y sociales del coronavirus son evidentes; de modo que Pappalardo quiere aprovechar el momento para darle aún más impulso a una ultraderecha italiana que, aun rozando la mayoría absoluta según los sondeos –en una coalición en la que Salvini y Meloni no podrían renunciar al apoyo del magnate y expresidente del Gobierno, Silvio Berlusconi–; sigue estando en la oposición.

En los últimos días, en el país con forma de bota está creciendo la tensión generada por diferentes grupos de manifestantes de extrema derecha. Y hay quien está dispuesto, como se dice en Italia, “a soplar encima del fuego”.

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