La Unión Europea considera que una vacuna segura y eficaz contra la Covid-19 es la "auténtica estrategia de salida" y la "solución duradera" para la crisis provocada por la pandemia. Por eso en Bruselas se sigue con atención el tropiezo de AstraZeneca, que ha tenido que interrumpir el ensayo clínico en fase III del prototipo que desarrolla junto a la Universidad de Oxford tras detectar una reacción adversa grave en uno de los participantes en las pruebas.
De hecho, la Comisión Europea tiene firmado un acuerdo de compra anticipada con la farmacéutica anglo-sueca. Un contrato mediante el que ha reservado 300 millones de dosis de la posible vacuna para todos los Estados miembros, incluido España, con opción a otros 100 millones de dosis, que se repartirían en función de la población. En Bruselas se esperaba que las primeras dosis empezaran a llegar ya en noviembre.
El Ejecutivo comunitario resalta ahora que la suspensión de las pruebas "es algo que puede ocurrir de forma normal en cualquier ensayo clínico" y "no es suficiente para extraer ninguna conclusión firme". Al mismo tiempo, insiste en que la seguridad de los ciudadanos es su "prioridad máxima": pese a la emergencia sanitaria, no habrá atajos en la aprobación de ninguna vacuna.
"La seguridad y la eficacia de las vacunas son innegociables para nosotros. Constituyen una condición sine qua non y un requisito fundamental para que cualquier vacuna llegue al mercado de la UE. Está claro que si se detectan efectos secundarios graves, la vacuna no estará disponible para su uso en la UE", ha dicho este miércoles la comisaria de Sanidad, la chipriota Stella Kyriakides.
Una cartera de seis vacunas
Pero los problemas de AstraZeneca no suponen el final del camino para Bruselas en su estrategia para conseguir una vacuna contra la Covid-19. Desde la pasada primavera, la UE ha apostado por negociar simultáneamente con varias compañías farmacéuticas para hacerse con una cartera diversificada de vacunas basadas en diferentes tecnologías.
Tras un inicio caótico, la Comisión de Ursula von der Leyen ha asumido en solitario las riendas del diálogo con las compañías en nombre de los 27 países miembros. El objetivo es maximizar las posibilidades de acceso a al menos una vacuna que funcione, dado que las tasas de éxito normales en ensayos clínicos oscilan entre el 20% y el 40%. Además, normalmente las vacunas tardan de media 10 años en desarrollarse. Ahora este plazo quiere comprimirse a entre 12 y 18 meses.
El resultado final es una cartera que incluye seis prototipos de vacuna diferentes: los de AstraZeneca, Sanofi-GSK, Johnson & Johnson, CureVac, Moderna y BioNTech-Pfizer. El último acuerdo preliminar, con BioNTech-Pfizer, se ha firmado este mismo miércoles. "Confiamos en que, entre estas vacunas experimentales, exista una que resulte segura y eficaz contra la Covid-19 y nos ayude a acabar con esta pandemia", ha apuntado Kyriakides.
¿En qué criterios se ha basado Bruselas para configurar esta cartera de vacunas, que de momento considera ya completada? El primer eje es el tiempo: contar con las farmacéuticas que están más avanzadas. Todos los Estados miembros consideran muy importante disponer de las vacunas que lleguen antes, porque cualquier otro nuevo confinamiento sería muy costoso para la economía europea, según explican fuentes comunitarias.
Diferentes tecnologías
El segundo principio es el de la eficacia. La Comisión ha negociado únicamente con compañías sobre las que ya dispone de datos científicos que demuestran que están produciendo prototipos que podrían ser eficaces. El último factor es el precio. "No podemos aceptar precios que priven a algunos Estados miembros de la vacuna, hay un límite en el coste que podemos asumir", señalan las fuentes consultadas.
Con estos principios, el Ejecutivo comunitario ha intentado comprar vacunas basadas en diferentes tecnologías. Las de AstraZeneca y Johnson & Johnson se basan en adenovirus, que ya han demostrado su eficacia en el pasado. La de Sanofi-GSK funciona con una tecnología mucho más tradicional de proteínas recombinantes. Finalmente, las de Moderna, CureVac y BioNTech-Pfizer son una clase completamente nueva de vacunas basadas en el ARN mensajero.
En los acuerdos que ha alcanzado con estas farmacéuticas, la Comisión actúa como inversor: paga un adelanto a fondo perdido a las compañías a cambio de reservar un determinado número de dosis. Si la vacuna fracasa, el dinero se pierde. Si al final tiene éxito, los Estados miembros son los clientes y deberán comprar las dosis que tengan reservadas. La distribución se hará en función de la población.
En total, el Ejecutivo comunitario dispone de alrededor de 2.400 millones del presupuesto de la UE para los acuerdos anticipados de compra con las farmacéuticas para la vacuna contra la Covid-19. La comisaria de Sanidad ha pedido a los Gobiernos de la UE que pongan más dinero si quieren ampliar la cartera. Los Estados miembros deberán además pagar las indemnizaciones por posibles daños causados por las vacunas que no se hayan detectado en los ensayos clínicos.
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