Las violentas protestas han resurgido en algunos de los pueblos y ciudades de Irlanda del Norte, que han incluido enfrentamientos de manifestantes contra la policía, a la que han arrojado cócteles molotov y piedras. Pese a los esfuerzos de la Unión Europea y Reino Unido por mantener la paz en la zona tras el brexit y no levantar de nuevo una frontera física, el acuerdo no ha complacido a muchos norirlandeses.
Los disturbios comenzaron el pasado 29 de marzo y vienen sobre todo de parte de los sectores lealistas y unionistas norirlandeses -favorables a permanecer en el Reino Unido- que se sienten traicionados por Londres, ya que consideran que el Protocolo de Irlanda del Norte firmado dentro del acuerdo del brexit les perjudica y daña el comercio.
Dicho Protocolo es un complejo mecanismo de seguridad que implica que Irlanda del Norte sigue alineada en ciertas áreas con las normas del mercado único y la unión aduanera, a fin de mantener abierta la frontera con el sur y no avivar las antiguas tensiones.
Las manifestaciones de los unionistas y lealistas han hecho que en los últimos días se extiendan a barrios católicos-nacionalistas (partidarios de la reunificación de Irlanda), hasta elevar a 74 el número total de policías heridos, según un recuento ofrecido este viernes. También se han contabilizado al menos 10 detenciones según la BBC.
En Lanark Way, una zona de mayoría unionista donde se han producido los peores choques de esta semana, se colgaron carteles en la calle que pedían a los manifestantes no participar en protestas "como señal de respeto a la reina y la familia real", debido a la muerte este viernes del príncipe Felipe, marido de Isabel II. Esos mismos carteles advertían, según la prensa, que los actos de protesta continuarán una vez acabe el luto nacional, que concluirá tras el funeral del duque de Edimburgo.
Protestas organizadas
A pesar del descontento por el Protocolo del brexit, los analistas coinciden en que es poco probable que estas manifestaciones se hayan dado de forma espontánea por la población.
Ya en junio del año pasado comenzaron a caldearse los ánimos después de que no se sancionase a ninguna de las miles de personas que fueron al funeral del ex jefe de inteligencia del Ejército Republicano Irlandés (IRA), Bobby Storey. Entre los asistentes se encontraba la viceministra principal Michelle O'Neill, del partido Sinn Féin, brazo político del IRA, que acudió pese a las fuertes restricciones impuestas por la pandemia.
De esta manera, aunque no hay indicios de que los disturbios estén orquestados por un grupo organizado, distintos medios y personalidades políticas apuntan que la violencia se ha concentrado en áreas donde bandas criminales ligadas a paramilitares lealistas tienen una influencia significativa.
El superintendente de la policía, Muir Clarke, pidió a través de un mensaje en Twitter, "calma" en la zona y reclamó que "cualquiera que tenga influencia sobre las comunidades la use para asegurarse de que los jóvenes no caen en la criminalidad y se mantienen sanos y salvos".
Por su parte, la presidenta del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, aseguró que las protestas, alentadas según ella, por grupos paramilitares lealistas, están "organizadas deliberadamente" para "aumentar al máximo" la tensión no solo ahora, sino de cara al verano, coincidiendo con el comienzo de la siempre conflictiva temporada de marchas orangistas protestantes.
"Es absolutamente esencial que todos aquellos que representan y guían el lealismo y el unionismo pidan el fin de esta violencia planificada y orquestada", subrayó McDonald, quien aludió, en concreto, a la responsabilidad de ministra principal norirlandesa y líder del Partido Democrático Unionista (DUP), Arlene Foster.
En este sentido, recordó que Foster se reunió, "hace muy poco", con el llamado Consejo de Comunidades Lealistas (LCC), que representa a los tres principales grupos paramilitares protestantes de la región, los cuales retiraron el pasado mes su apoyo al acuerdo de paz por su oposición al Protocolo del brexit, aunque aseguraron que se mantienen en tregua.
Llamamiento a la calma
De momento, el primer ministro británico Boris Johnson ha enviado a Belfast a su ministro para la región, Brandon Lewis, quien ha mantenido reuniones desde el jueves con líderes políticos y con el Gobierno autónomo de poder compartido entre protestantes y católicos.
Ante la gravedad de la situación, el Ejecutivo de Belfast, liderado por el DUP y el Sinn Féin, ha presentado, al menos, una posición unida de repulsa ante la violencia y ha efectuado un llamamiento a la calma.