La visita del canciller alemán a Madrid de este lunes no es la de un jefe de Gobierno cualquiera. Claro está, Olaf Scholz, elegido oficialmente canciller en el Bundestag en diciembre, lidera el Ejecutivo de la cuarta economía del mundo y la mayor de Europa. Sin duda, la voz de Scholz en el polifónico concierto europeo de naciones resulta importante. Pero su voz no es la de un socialdemócrata cualquiera. Su reciente llegada al poder no convierte a Alemania en un refugio o un trampolín para las políticas de izquierdas en el viejo continente.
"Es un error ver en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) un partido fuerte por el hecho de tener al canciller", conviene en afirmar a EL ESPAÑOL Marcel Dirsus, politólogo de la Universidad de Kiel. "El SPD no ganó por tener grandes ideas o al mejor candidato, ganó porque los conservadores eran incluso más débiles que el SPD. No es que Scholz sea la reencarnación de una socialdemocracia fuerte y que con él se viene una ola de políticas de izquierdas en Europa", añade este experto.
No hay que perder de vista que, en las pasadas elecciones generales alemanas, el SPD se impuso a la conservadora Unión Cristiano Demócrata (CDU) con un corto resultado. El 25,7% de los votos con los que Scholz cantó victoria no deja de ser el tercer peor resultado de la historia del SPD. Scholz y los suyos triunfaron, mayormente, por el estrepitoso fracaso de la CDU.
Tampoco ha llegado Scholz a la Cancillería Federal tras 16 años de Angela Merkel en el poder con una detallada e inspiradora agenda socialdemócrata. Para empezar, ocupa ahora el que ha sido el despacho de Merkel gracias a una inédita coalición a tres bandas, con Los Verdes y los liberales del FDP. Este último es un partido centrista que tiene muchas cosas en común con la CDU y que ha puesto a su líder, Christian Lindner, en el Ministerio de Hacienda. A Lindner se le puede calificar como un "halcón" de la ortodoxia económica y presupuestaria de Alemania.
"Durante la última campaña electoral, los conservadores describieron a Scholz como una especie de caballo de Troya del comunismo en Alemania. Lo hacían para hacer creer a la gente que una ola de políticas rojas acechaba a Alemania, pero no. Scholz es un moderado, un centrista pragmático", según Dirsus.
Scholz, que ha sido durante los últimos cuatro años ministro de Hacienda de Merkel, no está a disgusto con las políticas del FDP. "En algunas cosas puede que Scholz no sea ni socialdemócrata, y hasta se le puede ver como a alguien que no es de izquierdas. Scholz representa la quintaesencia del centrismo", según Dirsus. "Yo no iría tan lejos como para decir que no es un socialdemócrata, pero sí que diría que no es una inspiración para aquellos que quieran ver implementadas políticas de izquierdas", agrega este experto.
En este sentido, la llegada de Scholz al poder se ha registrado sin el apoyo del sector que se supone, per se, más idealista: los jóvenes. "Los liberales tienen una base sólida de gente joven, también Los Verdes, pero el SPD no, aunque todavía puede pasar que con Scholz de nuevo se unan jóvenes a los socialdemócratas", dice a EL ESPAÑOL Nils Diederich, politólogo y profesor de la Universidad Libre de Berlín.
La socialdemocracia alemana envejece
Diederich señala que, si bien otros políticos socialdemócratas llegaron al poder gracias a un notable y crecido apoyo de gente joven, como ocurrió en su día con Helmut Schmidt, Willy Brandt o Gerhard Schröder, Scholz ha hecho lo propio representando a un SPD envejecido. Según cuentas del propio de Scholz, más de la mitad (56%) de sus afiliados tienen más de 60 años. Sólo el 8% de los alemanes con carné del SPD tiene menos de 30 años.
Más preocupante para Scholz ha de ser que el número de afiliados está sufriendo una preocupante caída. Así, en el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung constatan estos días que el SPD está "encogiendo". En su último recuento de miembros, de acuerdo con ese periódico, el partido ha caído por debajo de la barrera de los 400.000 afiliados. Según datos del pasado 31 de diciembre, el número de afiliados del SPD está en 393.727.
La CDU, principal partido de la oposición en el Bundestag, cuenta con número claramente por encima de los 400.000 afiliados. Éstos, de hecho, eligieron hace un escaso mes a Friedrich Merz en una inédita consulta como sucesor del fracasado Armin Laschet.
Asociada a la caída de afiliados y votantes –el SPD lleva 20 años sin conseguir más del 30% de los votos en elecciones generales–, va una caída de los ingresos del partido. No en vano, al SPD se le ha descrito recientemente como un partido pendiente de ser "saneado" económicamente. Se supone que Scholz y compañía han ocuparse de esos menesteres más que de inspirar la resurrección socialdemócrata en Europa, algo que seguramente pudiera interesar en Madrid al presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez.
Scholz, un apoyo para Sánchez
Para Sánchez, sin embargo, sí que puede interesar que Scholz, como buen pragmático, no se vaya a enrocar en lo que respecta a las actuales políticas europeas. Scholz se identifica también con las políticas para la Unión Europea (UE) que apoyaba Merkel, diferentes a las que ahora se supone va a defender la CDU de Merz.
"Que Scholz sea pragmático puede traer cosas buenas para España, por ejemplo. Porque con Scholz de canciller es menos probable que Alemania vaya a oponerse a lo que defiende el Gobierno español en cuestiones de deuda, algo a lo que Merz se opondría", según Dirsus, el politólogo de la Universidad de Kiel.
Para cuestiones como no considerar en Europa la energía nuclear como "energía verde", Scholz puede contar con el apoyo de Sánchez. Pero por mucho que Madrid y Berlín se alineen en este tema no hay suficientes países en contra de la propuesta la Comisión Europea para frenar la idea de que la energía nuclear sea considerada "verde".
Scholz, por otro lado, no es el líder del SPD. El partido está en manos de una dupla compuesta por la izquierdista Saskia Esken, alguien que se declara "antifa" y "comunista", y por un político recientemente ascendido a la categoría de copresiente, Lars Klingbeil. Éste último es político moderado y cercano a Scholz. Antes de ser copresidente, Klingbeil fue hasta diciembre secretario general del SPD.
El sucesor de Klingbeil en la secretaría general es Kevin Kühnert, un joven político con una tarea ardua: renovar el partido. "La socialdemocracia no es que haya vuelto, es que no está ahí. El trabajo para hacer que vuelva aún tiene que hacerse", según Diederich, el politólogo y profesor de la Universidad Libre de Berlín.
"La socialdemocracia alemana, de hecho, depende de la reconstrucción que aún tiene que tener lugar en la CDU. Porque cuando ésta ocurra, el SPD tendrá que adoptar el papel de la alternativa, y eso, estando en el Gobierno, es muy complicado y dudo de que Kühnert sea capaz de hacerlo, porque yo no veo con él una modernización del SPD por ninguna parte", abunda este experto.
En el pasado, Kühnert fue de los que luchó dentro del partido para evitar que Scholz se hiciera con la presidencia del SPD. Tuvo éxito. Pero a él y al SPD no le quedó más remedio que aceptar la exitosa candidatura a canciller de Scholz.
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