Dmitry atiende en el mostrador a un grupo de hombres que se acercó durante el fin de semana a la tienda.

Dmitry atiende en el mostrador a un grupo de hombres que se acercó durante el fin de semana a la tienda. F.T.

Europa

Los ucranianos del oeste dejan sin stock las tiendas militares: “Siendo sincero, quiero matar a alguien”

Desde el ataque sobre Kiev, los establecimientos de material táctico reciben oleadas de visitas. La mayoría de civiles quieren estar preparados.

6 marzo, 2022 02:36
(ENVIADO ESPECIAL) Lviv (Ucrania)

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En un distrito alejado del centro de Lviv hay un edificio con 176 retratos en la fachada. Es un altar para héroes de la patria ucraniana. Hombres que perdieron su vida por un país que, desde el asalto ruso de hace diez días, vive en un estado de alerta permanente. El miedo es real y la población se prepara para una ofensiva en todo el territorio. Por eso, en la última semana, las tiendas de equipamiento militar han visto como millares de civiles han vaciado sus almacenes. Nadie quiere, llegado el momento, carecer de lo más básico para unirse a las milicias y pelear. 

"Me estoy preparando para la guerra porque ya estamos inmersos en ella. Sé que nuestro ejército tiene más voluntarios de los que puede pertrechar, así que compro instrumental por mi cuenta que pueda ser útil si los rusos alcanzan la ciudad. Ahora es mi momento", cuenta Vasil comprobando el forraje interior de unos abrigos.

Informático de 33 años, vino de Kiev hace mes y medio para pasar la primavera en el oeste, la incursión rusa del jueves pasado le pilló por sorpresa. Él era uno de tantos ucranianos que no creía que una escalada de esta magnitud pudiera a producirse. Sin embargo, aprendida la lección, ha decidido adelantarse a otro escenario poco probable en el corto plazo: la entrada de los rusos en Lviv.

"Todavía no me creo que esto sea real, pero no hay otra opción que prepararse antes de su llegada. Después sería demasiado tarde", afirma en perfecto inglés, algo poco común en Ucrania. 

Durante más de dos horas, Vasil se prueba botas, abrigos, cinturones, guantes tácticos y un sinfín de objetos que no sabe para que sirven, pero que, a simple vista, le parecen útiles en caso de ser movilizado. Se ve de lejos que no es un tipo de primera línea y tampoco lo oculta. Las últimas jornadas, confiesa, se ha dedicado a gestionar salidas de compatriotas refugiados y a mejorar procesos logísticos en los grupos voluntarios armados. Por eso sorprende cuando baja la voz y añade: "Lo que también quiero es matar a alguien". "De verdad, siendo sincero, quiero matar a alguien", repite ante la cara de sorpresa.

Vasil busca chaquetas y abrigos que le pueden servir en caso de tener que sumarse a las defensas territoriales de Lviv.

Vasil busca chaquetas y abrigos que le pueden servir en caso de tener que sumarse a las defensas territoriales de Lviv. F.T.

Como él, muchos otros locales se acercan hasta Shturm (asalto, en castellano), tienda que sobre todo vende online al resto de regiones del país.

Es el caso de Yuriy y Michail, dos jóvenes de 25 años que fueron juntos al colegio. Altos, fuertes y demasiado verdes para empuñar un arma y disparar. Hasta hace unos días, el primero era agente inmobiliario y el segundo hacía artesanías con madera. Ambos se apuntaron a las Fuerzas de Defensa Territorial, es decir, a la reserva del ejército en cada región, y se han acercado a mirar. Según Illia Ponomarenko, reportero que cubre Defensa para el Kyiv Independent, desde el ataque se habrían alistado 100.000 más como ellos.

"Debemos estar preparados para cuando nos llamen, pero es difícil encontrar algo. Apenas quedan cosas", responde Yuriy, el menos tímido de los dos.

Sin chalecos antibalas

Más allá de la ropa de camuflaje, los guantes tácticos, mochilas, parches, gorros, linternas, cuchillos o navajas, lo que todo el mundo busca en esta ciudad del oeste ucraniano son chalecos antibalas. Civiles, reservistas y hasta periodistas freelance que confiaron en conseguir uno con mayor facilidad en un país militarizado. 

"No vas a encontrar chalecos ni cascos en toda la región, y menos de nivel 4", asegura Dmitry, el encargado de la tienda, en referencia a las placas balísticas que protegen de grandes calibres. “Los que llegan desde Europa se envían al frente sin pasar por el almacén”. Lo mismo ocurre con las medicinas, la munición y las armas, con la excepción de algunas escopetas y revólveres.

Hace dos semanas las estanterías y el almacén estaban llenos. Ahora solo quedan las cajas que permanecen en las baldas.

Hace dos semanas las estanterías y el almacén estaban llenos. Ahora solo quedan las cajas que permanecen en las baldas. F.T.

Una carencia que los ucranianos tratan de paliar comprando en otros países europeos, por lo que ha podido saber este periódico. Este viernes, había grupos preguntando por equipos de protección en Madrid. A Dmitry no le extraña. Ha escuchado historias similares y conoce de primera mano un caso: su antiguo tatuador, emigrado a Noruega, se encuentra en Polonia adquiriendo material para enviar a Ucrania.

Historias de guerra

Diana y Alena también se encargan de comprar, aunque ellas para sus familiares ya movilizados. Rondando los 40, la primera tiene ganas de hablar. Su hermana está en Mariúpol, una ciudad en el sureste que ahora mismo se encuentra asediada por las fuerzas rusas. Este fin de semana se decretó alto al fuego para facilitar un corredor humanitario y permitir la salida de civiles, pero se ha incumplido y miles de personas han quedado atrapadas bajo las bombas.

"Esto no tiene nada que ver. Vengo a por unos pantalones para mi hermano. Es francotirador y está a punto de salir de Lviv", cuenta Diana. A su marido hace semanas que, también, lo enviaron lejos de casa.

Su tocaya Diana Vasylkyv tiene 23 años y atiende en un mostrador a dos miembros de la guardia nacional. Como muchos otros en la ciudad, llevan los brazaletes amarillos en el biceps para distinguirse como voluntarios armados. Ellos, además, entran con sus fusiles colgando del cuello.

"Lo que ves en las estanterías es lo que queda. La gente venía y compraba cinco pares, diez pares y todo de diferentes tallas. No nos queda nada en el almacén", reconoce. Otra joven que, como la mayoría en el país, ha cambiado su vida en apenas una semana. Manager y relaciones públicas de una escuela privada, ayuda en la tienda a petición de su pareja, Dimitry, el encargado del establecimiento.

Diana trabaja en un colegio. El parón por la guerra y la fuerte afluencia de personas le han llevado a atender en la tienda.

Diana trabaja en un colegio. El parón por la guerra y la fuerte afluencia de personas le han llevado a atender en la tienda. F.T

El negocio contaba con cinco trabajadores, pero las llamadas del ejército redujeron la plantilla a tres empleados. Ahora se nutren de voluntarios para atender a sus vecinos que no dejan de abrir la puerta y que han obligado a extender cuatro horas más el horario de apertura. 

"Estoy muy cansado. Solo trabajo, trabajo y trabajo. No hago nada más durante el día. No tengo tiempo para mi novia ni mi familia, aunque pienso en mis amigos de Kiev y Járkov y me obligo a ser más fuerte", dice Dimitry, que utiliza la entrevista para tomarse un respiro lejos de la tienda. "Sé lo duro que está siendo. Por eso no olvido que mi misión aquí es ayudar a la gente de mi ciudad". Reflexiones de un joven de 22 con voz temblorosa sin experiencia militar. Los tiempos de la guerra.