La Unión Europea y China celebran este viernes su vigesimotercera cumbre bilateral, que será una de las más frías de la historia, y no sólo por el hecho de realizarse por videoconferencia. No habrá rueda de prensa conjunta de Ursula von der Leyen y Charles Michel con Xi Jinping. Tampoco se espera ningún acuerdo concreto. Ni siquiera se ha intentado negociar una anodina declaración conjunta entre Bruselas y Pekín, como suele ser habitual en estos casos.
La presidenta de la Comisión y el jefe del Consejo Europeo concentrarán todos sus esfuerzos en tratar de convencer al presidente chino de que presione a Vladimir Putin para que detenga de inmediato la guerra contra Ucrania. "Los dos presidentes lanzarán un llamamiento al presidente Xi Jinping para que utilice la influencia china con el fin de tratar de poner fin a las hostilidades", explica un alto diplomático de la UE.
Von der Leyen y Michel alegarán que a Pekín no le conviene un conflicto que amenaza con hundir la economía mundial, de la que depeden también la prosperidad de China y la propia supervivencia del régimen de Xi Jinping, que se enfrenta a una cita importante en el Congreso del Partido Comunista chino a finales de año. El conflicto amenaza además la estabilidad mundial en la que Pekín ha basado su auge y pone en cuestión pricipios fundamentales como la integridad territorial, lo que podría volverse contra China y su reclamación sobre Taiwán.
"El presidente Xi Jinping quiere ser reelegido en el Congreso de octubre, en el que quiere prometer estabilidad, crecimiento, nuevas oportunidades para su sociedad, que ha tenido estabilidad en las últimas décadas con la promesa permanente de que cada nueva generación lo tendría mejor que la anterior. ¿Quiere poner esto en riesgo?", apunta otro responsable comunitario.
Sin embargo, los europeos dan por perdida esta batalla incluso antes de librarla. El presidente chino firmó una alianza con Putin a principios de febrero, justo antes del estallido de la guerra, y es altamente improbable que ahora se vuelva contra él. En realidad, los líderes europeos se conforman con lograr garantías de que Pekín no prestará ningún tipo de apoyo económico o militar al Kremlin, ni le ayudará a sortear las sanciones occidentales.
¿Habrá sanciones contra Pekín?
"No es ningún secreto que China ha estado practicando un ejercicio de equilibrismo y ha mantendio una posición que conviene a sus propios intereses. No es probable que esto vaya a cambiar de manera fundamental. Nos interesa garantizar que esta posición equilibrada no se convierta en un apoyo abierto más allá de lo que hemos visto hasta ahora", confiesa el alto diplomático.
¿Qué ocurriría si al final Pekín abandona su actual "neutralidad" y envía armas a Rusia o le ayuda a contrarrestar el efecto de las sanciones occidentales? ¿Adoptará la UE algún tipo de medida de represalia contra China? "No creo que sea adecuado especular en detalle sobre estas cuestiones. Todavía hay margen para plantear el argumento diplomático de que no creemos que a China le interese facilitar (a Moscú) la elusión de las sanciones", señalan las fuentes consultadas.
"Cualquier apoyo financiero a esta guerra, cualquier entrega de armas a Rusia, socavaría los esfuerzos mundiales para alcanzar la paz, provocaría la pérdida de más vidas civiles y conllevaría más problemas económicos. Estas actuaciones dañarían la reputación internacional de China, afectarían a las empresas chinas y a los bancos chinos y también a su modelo basado en garantizar prosperidad para sus ciudadanos", concluye el alto diplomático.
El Parlamento Europeo va un paso más allá y sostiene que el apoyo de China a Rusia debe tener "consecuencias", aunque no define cuáles. "Reconocemos la importancia estratégica de la relación UE-China. Sin embargo, cualquier apoyo chino a Rusia debe tener consecuencias para las relaciones UE-China. Por lo tanto, la UE debería pedir a China que use su influencia de manera constructiva y responsable", ha afirmado el presidente del comité de Asuntos Exteriores, David McAllister.
Una relación que empeora
"Había mucha esperanza en Bruselas y en las capitales europeas de que China limitaría su apoyo a Rusia después de la invasión de Ucrania y brindaría ayuda para poner fin a la guerra. Estas esperanzas ahora se han hecho añicos, lo que hace que las relaciones UE-China vayan a ser aún más tensas en el futuro", explica Janka Oertel, directora del programa de Asia del European Council of Foreing Relations.
La impotencia y la frustración por la actitud de Beijing quedan al descubierto en los argumentos que utilizan los responsables comunitarios. En Bruselas hacen valer que la Unión Europea es el principal socio comercial de China, ya que absorbe el 13,7% de sus exportaciones. En contraste, el volumen de comercio de China con Rusia apenas supone el 2,4% del total.
Las relaciones entre la UE y China alcanzaron su punto álgido al principio del mandato de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Frente al desprecio y el aislacionismo de Trump, Xi Jinping se postuló como socio alternativo en cuestiones centrales para los europeos como la lucha contra el cambio climático. En diciembre de 2020, Bruselas y Pekín firmaron un Acuerdo de Inversiones que pretendía consolidar la alianza, pero desde entonces las relaciones han entrado en una fase de caída libre.
En marzo de 2021, la UE aprobó las primeras sanciones contra China en 30 años, aunque de alcance más bien simbólico y modesto: prohibición de entrada y congelación de cuentas a cuatro dirigentes chinos y una entidad por vulneración de los derechos humanos de la minoría musulmana uigur en la región de Xinjiang. Pekín contestó con medidas de represalia contra varios eurodiputados y parlamentarios nacionales, lo que en la práctica ha congelado la ratificación del Acuerdo de Inversiones por parte de la Eurocámara.
Además, el régimen de Xi Jinping no ha avanzado en la supresión de las barreras comerciales a las empresas europeas que trabajan en China, ni tampoco ha ratificado los convenios de la Organización Internacional del Trabajo que prometió. El último episodio conflictivo es el veto de Pekín a los productos lituanos como castigo por la apertura en Vilnius de una oficina diplomática de Taiwán, territorio sobre el que China reclama su soberanía. La UE ha llevado el caso ante la Organización Mundial del Comercio.
A Bruselas le inquieta particularmente la alianza que el presidente chino selló con Putin a principios de febrero, que pone en cuestión "las intenciones a largo plazo de China por lo que se refiere a un orden internacional basado en reglas".
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