Los rumores de un referéndum de independencia en la zona ocupada por el ejército ruso en la región de Jersón vienen sonando desde hace tiempo y cada vez con más fuerza. Ya a mediados de marzo, el gobierno de Kiev avisó de esta posibilidad y pidió a los ciudadanos y autoridades locales que no dieran ningún dato de identidad a los invasores. Recientes mensajes en redes sociales recogidos por The Study of War y The Kyiv Independent indican que ese referéndum podría celebrarse este mismo miércoles 27 de abril.
Dichos mensajes están protagonizados por miembros del autoproclamado ejército de la República Popular de Jersón, un remedo de las repúblicas populares que los rusos ya establecieron en 2014 en Donetsk, Lugansk y Crimea y que nadie en el escenario internacional reconoce más allá de la propia Rusia y sus satélites. Aunque la fecha de la votación puede parecer algo precipitada, en realidad se trata de un mero espectáculo de propaganda: el proceso carece de ningún tipo de garantía legal y, como dijo el propio Zelenski hace un par de días, está diseñado para el triunfo arrollador de los que lo promueven.
Esta "independencia virtual" y la consecuente creación de un gobierno títere enfrentado al de Kiev y vinculado a su vez al de Moscú no varía en nada la realidad de la guerra, pero sí su narrativa: una vez configurada en Jersón la autoridad paralela, Rusia siempre podrá decir que no son ellos los que están invadiendo a nadie, sino que es esta ficticia república la que en realidad se defiende de la tiranía ucraniana. En términos de propaganda, es una iniciativa potente y que los rusos no dudarán en usar todo lo que puedan para esquivar sanciones y responsabilidades. En Crimea, les funcionó a la perfección. En Donetsk y Lugansk, no tanto.
El referéndum y la posterior secesión de Jersón, una de las provincias que hace frontera con Crimea y que forma parte del territorio pegado al Mar Negro conquistado por el ejército ruso al principio de la guerra, serían una suerte de primer paso dentro de la nueva estrategia reconocida este mismo viernes por el Kremlin: ampliar el objetivo de esta segunda ofensiva. Ahora, ya no se trata solo de conquistar el Donbás sino de unirlo con toda la costa del sur, incluyendo la del Mar de Azov y la del Mar Negro, hasta llegar a Odesa y la vecina Transnistria, otra república independiente inventada por los rusos, en este caso en territorio moldavo. En otras palabras, ocupar en su totalidad lo que los nacionalistas llaman la "Novarossiya" o "Nueva Rusia".
Independencia en plena contraofensiva
Las prisas por "legalizar" la separación de esta importante provincia podrían tener también una explicación puramente militar. Si a lo largo del mes de marzo, el objetivo de las tropas invasoras fue atacar Mikolaiv una vez tomadas Jersón y Melitopol, el mes de abril ha sido más bien un mes de repliegue. No hay tropas suficientes para continuar los avances, pues todas están repartidas entre Mariúpol y el frente oriental, donde siguen los bombardeos y la lucha por el terreno en dirección a Kramatorsk, el objetivo número uno de Putin. Proclamar una república ficticia supondría dotarla también de forma ficticia de una cierta legalidad. Legalidad que, a su vez, se vería afectada por los ataques del ejército ucraniano, que pasaría a ser ejército invasor de la noche a la mañana.
Teniendo en cuenta que Rusia ya controla el 80% de la provincia de Lugansk (según confesión del líder local ucraniano), algo más de la mitad de la provincia de Donetsk y que da por conquistada Mariúpol -aquí, de nuevo, Putin no ha dejado que la realidad le estropee ningún plan-, si Ucrania pierde aunque sea de esta manera la provincia de Jersón, ya solo tendría cinco provincias relevantes bajo su poder dentro del área de influencia prorrusa: Járkov, en el noreste, que resiste los envites de las tropas de Putin; Dnipropetrovsk, junto al río Dniéper, que probablemente será el próximo objetivo declarado del Kremlin; la citada Mikolaiv, ligeramente al norte de Jersón y con acceso al Mar Negro, el norte de Zaporiya, incluida su capital, … y, por supuesto, Odesa, la gran joya comercial del sur de Ucrania y escenario del sonado ridículo ruso con el hundimiento del "Moskva", el buque insignia de la marina rusa en la zona.
Es de entender que la intención de Putin respecto a Odesa es repetir lo hecho en las demás provincias: apoyarse en líderes locales y empujarles a declarar su independencia para inmediatamente mostrar su voluntad de unirse a Rusia. El problema es que, de momento, Odesa apenas ha sufrido pérdida alguna de territorio. Aunque ya el propio 24 de febrero fue víctima de un bombardeo desde el mar, ni la capital ni el resto de la provincia se han visto amenazadas realmente por las tropas rusas ante su incapacidad de avanzar más allá de la citada Jersón.
¿De dónde saldrán las tropas para unir el sur?
Los objetivos militares de Putin, en cualquier caso, parecen muy optimistas a corto plazo. No suponen ninguna sorpresa porque la unión de la "Nueva Rusia" siempre fue un mínimo sin el que Rusia no iba a aceptar alto el fuego ninguno, pero no está nada claro que sean realistas ahora mismo. La toma del Donbás de por sí ya supone suficiente reto, con mínimas ganancias territoriales a lo largo de esta semana de segunda ofensiva. Aunque se liberen tropas de Mariúpol al dar por concluida la batalla por la ciudad, es de entender que la mayoría irán hacia el norte para unirse con las que defienden Donetsk e intentar avanzar juntas hacia Kramatorsk y Sloviansk para rodear y cortar los suministros a las fuerzas especiales ucranianas desplegadas desde hace ocho años en la zona.
No acaba de quedar muy claro de dónde van a salir las tropas que puedan intentar la toma de Odesa, menos aún teniendo en cuenta el desastre naval de la pasada semana. Una opción sería intentar concentrar unidades militares en la citada Transnistria y optar por una nueva pinza desde el oeste… pero digamos que a los rusos no se les están dando demasiado bien este tipo de ataques combinados. De hecho, si uno mira los mapas de control de hace un mes y los actuales se ve que el terreno conquistado es prácticamente el mismo, con escasísimas variaciones y no siempre en favor de los invasores.
En cualquier caso, si Putin triunfara en su intento de conquistar todo el Donbás y unirlo con la costa completa del sur de Ucrania, estableciendo a su paso distintas repúblicas alegales, sería raro que se conformara. Aunque no es demasiado territorio (aproximadamente el 25% del total del país), el daño que se le hace a Ucrania impidiéndole toda salida al mar es enorme en términos militares… y económicos. Mariúpol y Odesa son los dos grandes puertos comerciales de la zona mientras que en Dnipro y Járkov se concentra buena parte de la actividad industrial. Perder las cuatro ciudades probablemente sería insostenible para el gobierno de Kiev, que se vería obligado a negociar en condiciones muy desfavorables.
Por otro lado, pensar que Rusia puede hacerse con las cuatro teniendo en cuenta que ha necesitado dos meses, miles de muertos y atrocidades que pasarán a la historia tan solo para conquistar una no parece sencillo. Los grandes golpes de efecto de Putin en esta última semana no han tenido nada que ver con la guerra en sí: ha anunciado la toma de Mariúpol cuando Mariúpol sigue igual que estaba el domingo; ha confesado que su intención es ocupar el sur cuando no ha habido avance alguno de sus tropas en la zona… y, por último, ha llamado indirectamente a un referéndum ilegal en una zona donde sus soldados y sus aliados no dejan de perder terreno. Mucho ruido, en definitiva, para tan pocas nueces.
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