Rusia ve peligrar su propia frontera: no logra frenar el avance de Ucrania en Járkov
Gracias a las armas prometidas por Occidente, muchas de ellas aún por llegar, Ucrania va a poder mantener vivos sus frentes de combate.
12 mayo, 2022 04:38Noticias relacionadas
La partida de ajedrez que se disputa a lo largo del este de Ucrania parece acelerarse. Por un lado, las tropas rusas siguen enfrascadas en la literalidad de su objetivo: el Donbás, entendiendo como tal no ya su ámbito de influencia cultural, sino estrictamente las regiones administrativas de Donetsk y Lugansk. En ese sentido, y a pesar del desastre de la operación en Bilohorivka, cuando un batallón entero intentó cruzar el río Donets utilizando un puente de pontones y fue repelido por la artillería ucraniana, Rusia sigue avanzando terreno lentamente y sus objetivos quedan cada vez más cerca.
En Lugansk, son ya pocas las localidades que resisten al asedio invasor, destacando Severodonetsk, la única ciudad importante de la zona que aún mantienen los ucranianos en su poder junto a su vecina Lsychansk. Entre ambas, sumaban más de 200.000 habitantes antes de la guerra. Tras la caída de Kreminna en el norte, a mediados de abril, y la de Popasna, en el sur, la semana pasada, hoy se habla de la posible toma de Vojevodivka, un pequeño pueblo situado justo entre Severodonetsk y la ciudad de Rubizhne, donde aún combaten numerosas tropas ucranianas.
De confirmarse, estaríamos ante un gran paso adelante para Rusia, aunque no les será fácil terminar de rodear y mucho menos tomar las dos grandes ciudades del Lugansk ucraniano. Además, aún quedaría fuera de su control buena parte de Donetsk, donde, protegidas por el cauce del río y el parque natural de Sviati Hory, resisten las ciudades de Sloviansk y Kramatorsk, donde se ha desplazado toda la logística militar ucraniana, incluyendo hospitales para heridos en el frente y las estaciones de tren adonde llegan las armas y los suministros desde la zona occidental del país.
En un principio, se pensó que Sloviansk y Kramatorsk podían rodearse con un ataque envolvente desde Izium, la segunda gran ciudad de la región de Járkov, en manos rusas desde principios de abril… pero todo Járkov se ha convertido en un enorme problema para Rusia. Un problema que, de hecho, puede hacer peligrar la operativa del Donbás y retrasar de nuevo las ofensivas destinadas a completar la conquista de la región de Donetsk al tener que enviar tropas al norte para evitar una catástrofe.
El ejército ucraniano llega a la frontera con Rusia
Dejando aparte una cuestión de base como es el hecho de que las tropas rusas estén abandonando a toda prisa las cercanías de Járkov pese a ser la ciudad rusófona más importante de Ucrania, con un millón de habitantes, las consecuencias estratégicas de esta acción sobre el resto de las operaciones pueden ser inmensas. En las últimas 72 horas, la tímida contraofensiva ucraniana para liberar espacio en torno a la capital y evitar los continuos bombardeos se ha convertido en una avalancha. Cada día, cuatro o cinco localidades caen sin oponer demasiada resistencia, como sucedió a principios de abril en las inmediaciones de Kiev.
Hasta tal punto ha llegado la extraña desbandada rusa que las tropas ucranianas ya prácticamente están en la frontera. Si en la mañana del miércoles se hablaba de diez kilómetros de distancia respecto a la provincia de Belgorod, por la tarde empezó a rumorearse la captura de Ternova, justo en el lado ucraniano de la frontera y a poco menos de cincuenta kilómetros de Belgorod capital, el equivalente ruso a Kramatorsk y desde donde se centralizan las operaciones relacionadas con los distintos frentes en el este de Ucrania.
Igual que decíamos que la toma de Vojevodivka sería una pésima noticia para el ejército de Volodimir Zelenski, la situación en Járkov está siendo una sorpresa de lo más gratificante. Avanzando sin apenas oposición por el noreste de la región hasta la frontera, Ucrania no solo pone el territorio ruso al alcance de su propia artillería, sino que puede cortar las líneas de suministro hacia Izium y la propia Lugansk, obligando a Rusia a trasladar su centro de operaciones, algo en lo que probablemente ya esté pensando el ejército de Alexander Dvornikov.
Tarde o temprano, Rusia tendrá que parar esta sangría. Sin duda, a Ucrania no le interesa bombardear ciudades rusas ni cruzar la frontera, pero sí puede atacar instalaciones militares que hasta ahora quedaban completamente fuera de su alcance. El daño que puede hacerle a Rusia si Rusia no detiene la contraofensiva se puede ver a corto plazo en el dominio de Izium… y a medio y largo, en el propio control de la guerra en el Donbás, donde, como decíamos, los invasores llevan ahora mismo la clara iniciativa.
El precio de la "victoria"
Rusia tiene un problema de efectivos y de armamento. Un problema serio. No tiene soldados para lanzarse sobre Severodonetsk y a la vez frenar al ejército ucraniano en su amenaza a Belgorod. O una cosa o la otra. A corto plazo, ya decimos, avanzar en el Donbás queda mejor desde el punto de vista propagandístico y se adecúa más a la promesa de ceñir la guerra solo a esas provincias (una promesa que a los pocos días se cambió para incluir el sur de Ucrania hasta Transnitria, algo que ahora mismo suena a ciencia ficción).
Ahora bien, las tropas ucranianas que resisten en ese frente son las de siempre. Están cansadas, necesitan víveres, nuevas armas y remplazos… pero hablamos de cuerpos de élite entrenados desde hace años en la guerra en esa misma zona, que se conocen al dedillo. Las que atacan desde Járkov son las que defendían la ciudad, es decir, no hay un traslado de fuerzas de un frente a otro, mientras sí da la sensación de que buena parte del cataclismo ruso en el norte tiene que ver con una redefinición de objetivos y un traslado de unidades al otro frente.
Sabemos que, gracias a la movilización general y a las armas prometidas por Occidente, muchas de ellas aún por llegar, Ucrania va a poder mantener vivos sus frentes de combate. Va a poder defender lo conquistado en Járkov y va a poder mantenerse al menos en las zonas controladas en Donetsk, aunque pierda Lugansk.
¿Podrá hacer lo mismo Rusia? El New York Times publicaba este miércoles un artículo en el que se insinuaba que la gran cantidad de territorio ganado por Rusia le daba una ventaja estratégica a la hora de negociar. Ignoraba el precio que ha pagado Rusia para conseguir esa ventaja.
Si conquistar los dos tercios restantes del Donbás -que aún están por conquistar del todo- más las ciudades de Mariúpol, Melitopol y Jersón te cuesta en torno a 20.000 bajas humanas, unos 60.000 heridos y la destrucción de batallones enteros, es difícil calibrar eso como una ventaja. Ucrania sabe que puede recular y lanzar una contraofensiva en cualquier momento.
Lo que está en juego es su integridad territorial, su concepción misma como estado. No va a cejar nunca ni va a reconocer la secesión de las provincias del este y del sur. ¿Cuánto va a poder aguantar Rusia en tierra ajena, en medio de un aluvión de sanciones y ante un ejército armado con lo mejor que puede ofrecer Occidente? Las huidas de Kiev y ahora de Járkov no hacen indicar nada bueno.